𝗟𝗼𝘀 𝗦𝗲𝗻𝘁𝗶𝗺𝗶𝗲𝗻𝘁𝗼𝘀 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗡𝗮𝗰𝗶ó𝗻 𝘆 𝗲𝗹 𝗳𝗶𝗻 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗱𝗲𝗺𝗼𝗰𝗿𝗮𝗰𝗶𝗮
Fernando Hinterholzer Diestel
En muchas de las guerras de independencia encontramos a caudillos y patriotas, idealistas y luchadores, en la independencia de México también sucedió. El pasado 13 de septiembre se conmemoro los 211 años de la expedición del histórico documento “Sentimientos de la Nación” que, hasta el día de hoy, es uno de los textos de lectura obligada, para entender la ideología de nuestra independencia y la democracia que aspiraban “los padres de la patria”, como fue el caso de José María Morelos y Pavón. Morelos, en su parroquia de Cuerecaro conoció y aprendió las ideas independentistas del padre Hidalgo, decidiendo ambos dos, dejar la sotana por el uniforme militar y las armas, para llevar a cabo sus ideales. La corta carrera político-militar de Morelos basto para quedar plasmado como ese gran héroe libertador que supo aprovechar sus dotes como sacerdote, después como militar y al último como pensador político.
El Congreso de Anáhuac, se llevó a cabo en Chilpancingo para realizar y expedir la primera Constitución que organizara a la Nación, la cual sirvió posteriormente a lo que sería la Constitución de Apatzingán (el Decreto Constitucional para la libertad de la América Mexicana). Morelos presentó al Congreso de Chilpancingo “Los Sentimientos de la Nación”, para plasmar “su idea básica sobre el arreglo político nacional a fin de que los diputados contarán con un punto de partida”. Al efecto el libertador ya había desechado los lineamientos hechos por Rayón en sus “Elementos Constitucionales”. “Los Sentimientos” contienen 23 bases, de contenido esencialmente político: aspectos políticos; Aspectos sociales. Derechos del hombre; En relación con los extranjeros; En relación con la religión; y otros y Comentarios.
En su texto de “los Sentimientos de la Nación” Morelos definió “el carácter independiente de la nueva nación que rechazó la monarquía como forma de gobierno, y se propuso la creación de un Estado con un sistema republicano y liberal donde la estructura del poder público se divide en tres poderes: Legislativo, Ejecutivo y “Judicial”. Definió “el criterio de soberanía como una delegación de responsabilidades que emanan del pueblo mediante un sistema representativo y que la ley sea producto de los términos que se debatan en un Congreso en función de la expresión de su mayoría y pluralidad de votos”. En el documento se destaca, “la declaración de la igualdad del individuo ante la ley, se da por abolida la esclavitud, la tortura y la división social que imponía el sistema de castas”. Por su carácter de clérigo, Morelos señala el imperativo de que la religión católica fuera la única predominante en el país. Morelos fue finalmente derrotado en 1815, apresado, acusado por la Inquisición y fusilado en ese mismo año. Su proyecto de país quedó asentado en los Sentimientos de la Nación, y sus ideales trascendieron hasta nuestros días y donde un gobierno autocrático y populista ha derribado la separación de poderes proclamada por Montesquieu, y amenazan derribar la democracia alcanzada hace más de doscientos años.
El ofrecimiento de la reforma al Poder Judicial para terminar con una supuesta impunidad y corrupción resultaron en una gran mentira. En lugar de realizar una reforma integral al poder judicial, se logró la venganza del presidente saliente contra los magistrados de la Corte. Lo que alguna vez crítico López Obrador contra los presidentes del PRI-AN, hoy se volvió en su modus operandi: usar el poder para su beneficio personal y político. Estamos ante un cinismo nunca visto antes y frente a una degradación política que ataca de muerte a nuestra democracia. La reforma aprobada es la muestra más clara de esta estrategia. Morena, con una mayoría obtenida no en las urnas, sino mediante sobrerrepresentación legislativa y la compra de voluntades, ha arrasado con el último bastión de justicia en el país. El gobierno de la 4T ha fracturado los límites entre política y crimen, y la jodida oposición, indolente y desorganizada, permitió que esto ello ocurriera. Morena y sus secuaces han actuado como la mafia. El resultado es que nuestro país ha caído bajo el control de un autócrata que siempre justifica su poder en nombre del pueblo. Un presidente que ha normalizado el cinismo en la política sin ambigüedades.
Hemos observado impávidamente, como paso a paso se cumplen los pronósticos de lo que pasaría en el mes de septiembre con su “vengativo” plan C, una transición hacia otro régimen: la dictadura. Caminamos hacia atrás, a los tiempos más oscuros de la “dictadura perfecta del PRI. Para poder comprender esta regresión democrática habría que analizar los errores y deficiencias de nuestra incipiente transición 1983-2024, una de ellas, la más importante, fue la inercia de los gobernantes en turno, quienes administraron la pobreza en lugar de erradicarla, mantuvieron estabilidad con bajos salario generalizados; por otro lado, hubo un ejercicio del poder que se encapsulo en una mediocre “partidocracia” que protegió los intereses de las organizaciones políticas que gobernaban (PRI, PAN y PRD, y sus rémoras). Pero cuando López Obrador gana la Presidencia en el 2018 se encontraron también con otros problemas que eran ya práctica común entre la clase política de todos los partidos, tales como la impunidad, la corrupción, la desigualdad y la violencia, de esta manera, los planes de la 4T, de lograr un cambio tuvieron muchas facilidades para triunfar. A partir de entonces, Morena se convirtió en el nuevo partido hegemónico que dejó atrás a los gobiernos divididos (1997-2018) doblando uno a uno a los miembros del PRIAN, “todos con una gran cola de ratas” les ofrecían el clásico plata o bote, y así llegaron hasta Yunes la semana pasada, así ganaron muchas gubernaturas o sea el sistema de partidos se autodestruyo, sin duda, la habilidad de AMLO y su narrativa populista hicieron el resto.
Cambiando de tema, el pasado 14 de septiembre también conmemoramos doscientos años de que Chiapas tomó la decisión de unirse a México, recién independizado, esto “por voluntad manifiesta de su pueblo”. En el año de 1823, cuando Iturbide renuncio al trono del primer Imperio Mexicano, el estatus político que mantenía a Chiapas como parte del territorio imperial dejó de tener efectos, por lo cual la provincia podría independizarse o unirse a algún otro país colindante. Existieron muchas las presiones e incluso de una invasión militar ordenada por el gobierno central de México, pero también los pobladores chiapanecos expresaron su voluntad, entonces surgió ese mismo año “el Plan Chiapa Libre” que expresaba si bien la provincia no tenía intenciones de convertirse en una nueva “nación”, dejaba en claro que esa decisión estaba reservada a la deliberación del pueblo. Eran dos las alternativas para Chiapas, incorporarse a México, o; unirse a la para entonces recién creada República de Centro América, conformada por cinco estados Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. Pero la decisión del pueblo chiapaneco se expresó en una consulta popular, y el 14 de septiembre de 1824 y nuestro terruño sureño se convirtió en el estado 19 de la República Mexicana, “dejando un muy anticipado precedente de democracia participativa, donde las decisiones no se tomaban desde la cúpula dirigente sino en consulta y acuerdo con el pueblo”. ES CUANTO
ADDENDUM: López Obrador heredará una crisis institucional inédita. Creó la causa que la oposición no tenía y que ha sacado a una generación de jóvenes a la calle. El mayor clima de desconfianza en la relación bilateral con Estados Unidos. Varios testigos protegidos allende fronteras. Expectativas infinitas de gasto público, las arcas vacías y la improrrogable exigencia de reducir el déficit público. Un país en alfileres: 1994.
#𝘌𝘹𝘪𝘨𝘪𝘳𝘭𝘦𝘊𝘭𝘢𝘶𝘥𝘪𝘢𝘤𝘶𝘮𝘱𝘭𝘢.
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