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Elino Villanueva Gonzรกlez
No todos los linchamientos han tenido origen en prejuicios y odios, en afanes discriminatorios y de exterminio, en deseos de venganza no mรกs porque sรญ. Entre todos, muchos, que marcan nuestra Vida y nos han consolidado la imagen de culpable, si no por menso, por malvado, pero, eso sรญ: siempre culpable, hasta de las cosas mรกs descabelladas, hay uno bello, conmovedor.
Era septiembre en nuestro querido Baja California Sur, el otro de los dos estados mรกs bellos, junto con Guerrero, por supuesto, los dos puntales de nuestra identidad del norte y del sur, vaya regalo de Dios y de la Vida: comer tortillas de maรญz de colores, y tambiรฉn de harina de trigo. “Si son de maรญz, ni me las mientes. Si son de harina, ni me las calientes”, decimos por allรก.
El calor desรฉrtico insufrible de septiembre en La Paz, su capital, derretรญa las suelas, si te parabas mรกs del tiempo prudente en la acera. El pavimento reverberaba, visto desde lejos, con el sol secando la escasa humedad. Es el mes de mayor bochorno, de los chubascos, y uno busca con urgencia entrar con cualquier pretexto a un lugar con aire acondicionado, para refrescarse.
En ese tiempo editรกbamos para el Gobierno el noticiero “Tiempo Nuevo”, en la administraciรณn de Vรญctor Manuel Liceaga Ruibal, a finales de los ochenta, cuando la ciudad todavรญa era tranquila y la gente se dormรญa en los patios en sus hamacas y con las puertas de la casa abiertas, no habรญa tantos vehรญculos y menos los congestionamientos viales desesperantes de ahora.
Hacรญamos la ediciรณn en un pequeรฑo espacio al lado del acceso principal al Palacio de Gobierno, a la derecha, empezando a subir las escaleras hacia el segundo nivel. Ahรญ estaban las mรกquinas de grabaciรณn de noticias y reportajes, por turnos, reunidos redactores, fotรณgrafos, camarรณgrafos y conductores, seres alegres y respetables, cuyos nombres siempre estarรกn en mi memoria.
Pero un dรญa hubo una falla en ciertas instalaciones del edificio, y se buscรณ acomodo emergente en algรบn otro espacio para los equipos, y no se encontrรณ otro mejor que las รกreas laterales de uno de los pasillos de acceso al escenario del Teatro de la Ciudad, que en su momento cumplen las veces de salidas, normales o de emergencia, al final de un concierto o alguna presentaciรณn.
Si vemos el teatro desde la entrada principal, sur-norte, se trata del acceso de la derecha, el que mira hacia los estacionamientos amplios, pues el otro, el de la izquierda, lo hace hacia el Museo de la Ballena y las instalaciones del ahora flamante Instituto de Radio y Televisiรณn. Ambos estรกn unidos por el pasillo central del Teatro, que separa el graderรญo del proscenio.
Habรญa un problema: el cubรญculo, por ser provisional, no tenรญa equipo de aire acondicionado, asรญ que el suplicio era doble, pues llegรกbamos a grabar del ajetreo ardiente de la calle en busca de las noticias y enseguida aguantar la espera de turno en el horno que tenรญamos como salita de estar, sin siquiera una nubecita, aunque fuera por equivocaciรณn, que bajara la temperatura.
Nuestro refugio era el interior del Teatro, pues siempre tenรญa encendidos sus potentes equipos de clima artificial para mantener fresco el auditorio enorme, ahรญ nos metรญamos a enfriarnos. Mientras llegaba nuestro turno, nos gustaba recostarnos en las butacas y a veces nos daba tiempo hasta para echarnos un sueรฑito, de tan agradable que estaba, de verdad helado.
Asรญ lleguรฉ una vez, realmente sofocado, a grabar mi informaciรณn para nuestro telediario, que se colgaba de la seรฑal del entonces Canal 7 de Imevisiรณn, propiedad del Gobierno federal, ahora de TV Azteca, por ahรญ de las siete de la noche, para que en los hogares de La Paz la gente se enterara de las actividades oficiales. La รบnica televisora privada era el Canal 10, de la Colina del Sol.
Para entrar al aire congelado del auditorio habรญa que abrir una puerta blanca, grande, de madera, que tenรญa como medida de seguridad una cortina amplia, por si algรบn imprudente llegara a abrirla cuando habรญa funciรณn, a fin de no provocar interrupciones. Bien recuerdo que era de tela gruesa, de color guinda, con pliegues amplios y largos, semejantes al telรณn principal del Teatro.
Pues, sรญ, me tocรณ a mรญ ser el imprudente, como siempre: movรญ el picaporte, se liberaron las dos hojas y sucediรณ lo que tenรญa que suceder: el aire ardiente del exterior se mezclรณ y chocรณ con el aire frรญo de adentro, jalรณ la cortina semejante al telรณn, y apareciรณ mi figura iluminada por la luz solar incandescente, justo segundos despuรฉs de que adentro se habรญan apagado las luces.
Todos los factores se unieron para que en la oscuridad la presentaciรณn resultara perfecta: se abriรณ el telรณn y salรญ yo, iluminado desde fuera, en el momento en que se anunciaba: “Esta es la tercera llamada, tercera llamada… ¡Comenzamos!”, de una obra infantil titulada “Dulcita y el burrito”, y en la que deberรญa aparecer en el escenario el personaje central, que no era precisamente Dulcita.
Entonces recibรญ el mรกs tierno, dulce, hermoso, bello, conmovedor y estrujante aplauso unรกnime de mรกs de mil trescientos chiquitines de jardines de niรฑos de la Ciudad de La Paz que habรญan sido llevados al Teatro por sus maestros a admirar la obra, el mรกs emotivo linchamiento pรบblico en mi contra, pero, a diferencia de los demรกs, este sรญ digno de disfrutarse en toda su dimensiรณn.
Cerrรฉ poco a poco y con dificultad tras de mรญ las dos hojas de la puerta de la salida de emergencia, logrรฉ acomodar de nueva cuenta el picaporte, se tranquilizรณ la cortina, y se encendieron las luces del escenario real, apareciรณ el Burrito, y yo me dejรฉ caer sentado en el piso y me recarguรฉ en la cortina y la puerta, disfrutando uno de los resultados de mi imprudencia indรณmita.
En el inicio de otra semana, me vino a la mente este encuentro memorable con los niรฑos de La Paz, que ahora deben ser ya adultos, entre los demรกs actos bellos, muchos, que contrastan con los mรกs deleznables que me han ocurrido, tambiรฉn muchos, los peores actos de linchamiento y discriminaciรณn que me prodigan la imagen de monstruo social y oveja negra familiar.
Por ese motivo, ahora, ya viejo, obligado por los contextos, con los recuerdos como elementos que nos hacen darle sentido a la existencia, les comparto tambiรฉn la imagen de estos dibujos lindos de animalitos realizados en piedras por pequeรฑines del Jardรญn de Niรฑos de la colonia Emiliano Zapata, de Chilpancingo, en su reciente visita al Parque de Educaciรณn Ambiental Granja Amojileca.
Feliz semana a todos, de todo corazรณn. La Vida es asรญ, y Dios nos pone pruebas que nos permitirรกn demostrar de quรฉ estamos hechos, con su propia bendiciรณn. Que estos dรญas sean productivos y todos tengan salud en sus familias. Gracias a quienes nos dispensan su aprecio y cariรฑo, y tambiรฉn a los que nos odian, nadie dijo que la Vida fuera fรกcil. ¡Otra forma de ver el mundo!
#QuรฉdateEnCasa๐ก๐
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