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Elino Villanueva Gonzรกlez
“¡Papi, llamaron de la Procuradurรญa! —identifiquรฉ el terror en la voz infantil de mi hijo menor, todavรญa pequeรฑito, en un paรญs en el que la Justicia sรณlo existe en favor de los que tienen poder y dinero para ordenarla o pagarla, y en el que las culpabilidades se construyen muchas veces dependiendo de cuรกntas personas lo digan y con cuรกnta fuerza, aun sin argumentos, prejuiciosas—. Un seรฑor dijo que es urgente que vaya para atender su caso...” “Tranquilo, hijo. No te asustes, ahorita lo veo. ¿Quรฉ mรกs dijo?” “Que lo espera en diez minutos. Que no se tarde. Que le conviene…”
Le llamรฉ al abogado, mi amigo, el hermano que me vio llorar de impotencia ante el tamaรฑo de la crueldad de las acusaciones en mi contra. Me preocuparon sobre todo dos cosas: La expresiรณn “le conviene” y el carรกcter urgente de la llamada, pues en cuanto a “su caso” estoy acostumbrado a los seรฑalamientos, las discriminaciones y los linchamientos.
Me dejarรญa de llamar como me llamo si mi nombre no estuviera ligado a las acusaciones mรกs descabelladas y a los calificativos mรกs escalofriantes en todos los รกmbitos de mi vida: hasta hoy no me repongo todavรญa de que mi instituciรณn, mi propia casa de trabajo, con el respaldo de varios de los que se decรญan mis mejores amigos, que me llamaban “hermano”, mis colegas, me hubiera denunciado penalmente y enviado a la cรกrcel como el mรกs sanguinario de los delincuentes bajo el cargo absurdo de que mis tรญtulos eran falsos, cuando los obtuve con todos los honores, a mucho orgullo.
Tantos aรฑos luchando por construirme una imagen decente para recibir trato de monstruo y defraudador.
El abogado andaba en una audiencia, pero igual se puso alerta y prometiรณ estar conmigo a la brevedad.
Lleguรฉ a la cita. La recepcionista tenรญa mi nombre y el recado: “Dice el licenciado fulano (a estas alturas no importa su identidad, las acusaciones mรกs dolorosas y deleznables son aquellas que se escudan en un nombre falso o las que aprovechan la anonimidad colectiva, el rostro sin identidad del grupo a cargo del linchamiento) que no se vaya a retirar, que no tarda, que lo espere”.
¿Habรญa alguna otra opciรณn?
Efectivamente, no tardรณ. No sabรญa que era รฉl, ni รฉl que era yo, se lo dijo la dependiente. Me volteรณ a ver: “¿Profesor Villanueva? Deme unos minutos, ahorita lo paso...” Y se metiรณ, desapareciรณ en el pasillo.
Cuando volviรณ para autorizar mi entrada, el abogado ya habรญa llegado. “Va a pasar el maestro”, le dijo al vigilante encargado de la tranca. Mi amigo se levantรณ y se encaminรณ junto conmigo, lo que abriรณ la duda del policรญa y del propio agente del Ministerio Pรบblico.
“Me va a acompaรฑar mi abogado”, dije yo, antes de cualquier pregunta. Y en la respuesta del funcionario terminรฉ de entender toda la situaciรณn, su verdadero propรณsito: “No, profesor. Yo quiero hablar sรณlo con Usted”.
Los instantes del silencio abierto fueron suficientes para reflexionar en cuรกnto nos falta para tener de veras un Mรฉxico justo, igualitario, desde el Gobierno, pero tambiรฉn desde nosotros, los ciudadanos, los de abajo, que gozamos con atacarnos entre nosotros, destruirnos, y hasta lo disfrutamos, nos divertimos con el dolor ajeno, mientras los verdaderos dueรฑos del mundo, los socios de los grandes consorcios depredadores de la Naturaleza y del planeta, descansan en sus islas privadas, con los mayores lujos y privilegios.
“รl no puede pasar solo. Tengo que acompaรฑarlo”, expresรณ mi amigo y abogado, con seguridad, ya se habรญa anotado e identificado en la recepciรณn.
Queriendo o no, el representante social, ese que cobraba su sueldo de nuestros impuestos, accediรณ, de evidente mala gana. Yo sospechรฉ que habรญa perdido la posibilidad del sablazo. Quรฉ difรญcil no pensar en ese tipo de triquiรฑuelas en nuestras รกreas de investigaciรณn y procuraciรณn de Justicia.
La conversaciรณn en el remedo de despacho ministerial fue deprimente, empezando por las tres sillas que ocupamos, todas diferentes, una de ellas coja de una pata, y la mรญa con el respaldo descosido, destripado a medias.
El tipo no perdiรณ la altanerรญa, siempre dirigiรฉndose a mรญ, y no al abogado: “Su caso es grave, maestro. Perjudicรณ el patrimonio de la naciรณn”. Cosas asรญ, con la intenciรณn clara de ablandarme.
Hoy confieso que si algo me lastima es que se me acuse de actos que no he cometido, idealista como soy, que creo en una sociedad justa, respetuosa.
El abogado lo parรณ en seco: “Licenciado —le dijo—, ¿ya leyรณ y revisรณ el expediente?”
El otro se quiso salir por la tangente, estaba claro que รบnicamente vio mi nombre, mis datos, y el tรญtulo de la averiguaciรณn: “El seรฑor falsificรณ sus documentos, estรก demostrado, y con ellos cometiรณ fraude, es un delito grave”.
“Dรญgamelo por escrito, o haga la consignaciรณn al Juzgado. Resuelva, si estรก tan seguro”, aรฑadiรณ mi amigo.
“Vamos a tener que hacerlo...”
“Pues hรกgalo, lo espero”.
Cuando el individuo se sintiรณ acorralado y en los hechos descubierto en su intenciรณn real, indicรณ que volverรญa a llamar para notificar algรบn avance del expediente. Nunca mรกs lo volvรญ a ver y quiรฉn sabe si siga trabajando ahรญ.
Al final de cuentas, hoy se cumplen seis aรฑos de que recibรญ mi auto de no ejercicio de la acciรณn penal, prueba indudable de mi inocencia, a eso me obligaron quienes me odian, aunque el golpe de ese enรฉsimo linchamiento tiene evidencias en mi fisonomรญa: fรกcilmente me quitaron entre diez y quince aรฑos de mi vida.
Recordando esos momentos tristes, frente a los inmensamente felices que marcan mi existencia, siempre les he dicho a mis hijos y a mis alumnos que la vida es una eterna sucesiรณn de retos, de pruebas que nos pone Dios, y que mientras mรกs grandes e injustos parezcan, mรกs placentera serรก la satisfacciรณn de haberlos superado.
En recuerdo de los momentos bellos como el del 13 de marzo de 2017, quise desearles hoy a todos una feliz y productiva semana, con un atole blanco en su respectiva jรญcara de ciriรกn, como debe ser, que el รกnimo no decaiga.
Supongo que asรญ como las cosas tristes y tambiรฉn las bonitas de la vida, muchos todavรญa no olvidan el secreto del meneadito para irlo enfriando y paladear su sabor. Sรญ, pues.
#๐ค๐รฉ๐ฑ๐ฎ๐๐ฒ๐๐ป๐๐ฎ๐๐ฎ. ๐ก ๐
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