𝗖𝗼𝗺𝗽𝗮𝗿𝘁𝗶𝗲𝗻𝗱𝗼 𝗱𝗶á𝗹𝗼𝗴𝗼s 𝗰𝗼𝗻𝗺𝗶𝗴𝗼 𝗺𝗶𝘀𝗺𝗼
𝙉𝙤𝙨 𝙨𝙪𝙨𝙩𝙚𝙣𝙩𝙖𝙢𝙤𝙨 𝙚𝙣 𝙚𝙡 𝙖𝙢𝙤𝙧 𝙙𝙚 𝙙𝙞𝙤𝙨
(𝘍𝘭𝘰𝘳𝘦𝘤𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘩𝘪𝘫𝘰𝘴 𝘥𝘦𝘭 𝘢𝘮𝘰𝘳, 𝘺 𝘱𝘰𝘳 𝘢𝘮𝘰𝘳 𝘥𝘪𝘷𝘪𝘯𝘰 𝘷𝘪𝘷𝘪𝘮𝘰𝘴 𝘦𝘯 𝘤𝘰𝘯𝘤𝘶𝘳𝘳𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘤𝘰𝘯 𝘦𝘭 𝘊𝘳𝘦𝘢𝘥𝘰𝘳; 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴𝘵á 𝘢𝘩í, 𝘦𝘯 𝘤𝘰𝘮𝘶𝘯𝘪ó𝘯 𝘤𝘰𝘯 𝘵𝘰𝘥𝘰𝘴 𝘯𝘰𝘴𝘰𝘵𝘳𝘰𝘴, 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘢𝘺𝘶𝘥𝘢𝘳𝘯𝘰𝘴 𝘢 𝘴𝘦𝘨𝘶𝘪𝘳 𝘶𝘯 𝘤𝘢𝘮𝘪𝘯𝘰 𝘥𝘦 𝘭𝘶𝘻, 𝘥𝘰𝘯𝘥𝘦 𝘯𝘢𝘥𝘪𝘦 𝘦𝘴 𝘮á𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘢𝘥𝘪𝘦 𝘦𝘯 𝘴𝘶 𝘭𝘢𝘵𝘪𝘥𝘰, 𝘢 𝘭𝘢 𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘢 𝘥𝘦 𝘢𝘭𝘤𝘢𝘯𝘻𝘢𝘳 𝘦𝘭 𝘩𝘰𝘳𝘪𝘻𝘰𝘯𝘵𝘦 𝘥𝘦 𝘭𝘰 𝘢𝘶𝘵é𝘯𝘵𝘪𝘤𝘰 𝘺 𝘵𝘳𝘢𝘴𝘤𝘦𝘯𝘥𝘦𝘳 𝘢𝘤𝘳𝘪𝘴𝘰𝘭𝘢𝘥𝘰 𝘫𝘶𝘯𝘵𝘰 𝘢 𝘭𝘰𝘴 𝘥𝘦𝘮á𝘴, 𝘢𝘯𝘵𝘦𝘴 𝘥𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘢 𝘱𝘦𝘯𝘢 𝘥𝘦𝘭 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰 𝘯𝘰𝘴 𝘥𝘦𝘷𝘰𝘳𝘦 𝘦𝘭 𝘪𝘯𝘵𝘦𝘳𝘮𝘪𝘯𝘢𝘣𝘭𝘦 𝘱𝘰𝘦𝘮𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘴𝘰𝘮𝘰𝘴).
𝗜.- 𝗖𝗥𝗜𝗦𝗧𝗢, 𝗘𝗟 𝗦𝗢𝗟 𝗘𝗫𝗜𝗦𝗧𝗘𝗡𝗖𝗜𝗔𝗟 𝗘𝗡𝗖𝗔𝗥𝗡𝗔𝗗𝗢
En la señal del Redentor vive la palabra,
que se irradia como aliento y esperanza,
una verdad que se concreta en la pasión,
y que nos reconduce en un desvivirnos,
reencontrados y encontrados con Jesús.
El Dios encarnado nos cautiva para sí,
y en el humilde lo descubrimos siempre.
Esta fue la gran enseñanza del Maestro:
hacer próximo al prójimo que me llama,
que nos interroga para donarle audacia.
En Jesús todo es despojarse y hallarse,
conocerse uno así mismo y reconocerse,
recogerse el yo y ofrecerse a los demás;
pues la mística de su generosa entrega,
está en loar el leal pulso de verbo amar.
𝗜𝗜.- 𝗡𝗢𝗦 𝗜𝗠𝗣𝗨𝗟𝗦𝗔 𝗟𝗔 𝗤𝗨𝗘𝗥𝗘𝗡𝗖𝗜𝗔 𝗗𝗘 𝗖𝗥𝗜𝗦𝗧𝗢
Necesitamos el amor de nuestro Señor,
para entrar en comunión con el Padre,
restaurar los lazos que nos hermanan,
descubrir nuestras miserias humanas,
y conocer el significado del tormento.
Precisamos como el pan, ¡oh Salvador!,
librarnos de esta angustia de cada día,
y tener la certeza de que nos aguardas,
como dominador de la hora suprema,
hasta el encuentro final del itinerario.
Requerimos la fuerza del Crucificado,
ser reconducidos por su recia mirada,
escucharnos y escucharle en silencio;
será un buen modo de purgar el alma,
y de ahuyentar los males del mundo.
𝗜𝗜𝗜.- 𝗟𝗔 𝗠𝗔𝗡𝗦𝗘𝗗𝗨𝗠𝗕𝗥𝗘 𝗗𝗘 𝗖𝗥𝗜𝗦𝗧𝗢 𝗧𝗔𝗠𝗣𝗢𝗖𝗢 𝗦𝗘 𝗔𝗚𝗢𝗧𝗔
La providencia divina jamás se termina,
el Creador camina siempre con nosotros,
tras crearnos a su imagen y semejanza;
esta contigüidad es un signo de su amor,
hacia todo lucero que marcha por la vida.
El camino, algunas veces, se vuelve duro;
lo que requiere gran entereza y humildad,
para no bajar de la cruz y subir al corazón;
luego, por muy tenebrosa que sea la noche;
cuando el alba se acerca, el gozo es grande.
No hay mayor satisfacción que permanecer
en mansedumbre, a los pies del Altísimo,
del que nos enseña a querer y a querernos,
calmándonos el yo y colmándonos de dicha, hasta volvernos más celestes que mundanos.
𝒱í𝒸𝓉ℴ𝓇 𝒞𝒪ℛ𝒞𝒪ℬ𝒜 ℋℰℛℛℰℛ𝒪
corcoba@telefonica.net
12 de Noviembre de 2022.-
#𝗤𝘂é𝗱𝗮𝘁𝗲𝗘𝗻𝗖𝗮𝘀𝗮. 🏡 💙
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