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Los cuentos de
El Decamerón
El Decamerón
Apolinar Castrejón Marino
¿Y por qué decimos “más largo que la cuaresma”? No, no crea que vamos a hablar de la cuaresma, pues aún falta mucho tiempo; Vamos a hablar de cuentos. Pero tampoco vamos hablar de cuentos infantiles, sino de los cuentos para adultos, contenidos en la obra El Decamerón, cuya trama narra que diez jóvenes italianos (siete mujeres y tres hombres) se refugiaron en una abadía, para resguardarse del peligro mortal que significaba la peste negra que azotó a Florencia en 1348.
Y hoy vamos a contarle uno de los cuentos más pícaros: Vivía en Perusa un riquísimo sujeto llamado Pedro Vinciolo, muy conocido por su afición a los placeres, pero con poco interés hacia las mujeres.
A fin de desechar del ánimo de sus compatriotas las sospechas -algo funda
das- de homosexualidad, resolvió casarse tomando por esposa a una jovencita, alta, robusta, ojos vivos, de pasiones ardientes, en una palabra, la complexión que necesitaba no un marido sino dos. ¿Y por qué decimos “más largo que la cuaresma”? No, no crea que vamos a hablar de la cuaresma, pues aún falta mucho tiempo; Vamos a hablar de cuentos. Pero tampoco vamos hablar de cuentos infantiles, sino de los cuentos para adultos, contenidos en la obra El Decamerón, cuya trama narra que diez jóvenes italianos (siete mujeres y tres hombres) se refugiaron en una abadía, para resguardarse del peligro mortal que significaba la peste negra que azotó a Florencia en 1348.
Y hoy vamos a contarle uno de los cuentos más pícaros: Vivía en Perusa un riquísimo sujeto llamado Pedro Vinciolo, muy conocido por su afición a los placeres, pero con poco interés hacia las mujeres.
A fin de desechar del ánimo de sus compatriotas las sospechas -algo funda
Por desgracia suya, él estaba muy poco dispuesto a satisfacer los deseos naturales del matrimonio. Diariamente se renovaban los debates y la guerra en aquel matrimonio. Por último, viendo que todas aquellas pendencias no conducían a otra cosa que a alterar su salud, resolvió castigarlo por su indiferencia.
Pensó muy seriamente: “…justo es que me provea de algún galán, a fin de darme de los goces que él me niega”. Se dirigió a una vieja que llevaba siempre el rosario en la mano y pasaba la mayor parte del tiempo en las iglesias, elogiando la vida de los santos. La joven le dijo sus propósitos, le regaló un trozo de carne salada y la despidió.
La vieja no tardó en traerle a un joven: pocos días después le procuró otro, y luego otro, y otro. Cierto día que su marido estaba convidado a cenar en casa de uno de sus amigos, mientras en su casa un joven de los más gallardos y hermosos de Perusa, entretenía a su mujer. Inesperadamente, Vinciolo llegó a su casa, y la damisela procedió a esconder a su amante, lo introdujo en una especie de galería contigua a la sala donde cenaban, debajo de una jaula de gallinas.
Vinciolo procedió a contar a su mujer por qué su llegada antes de lo previsto: “Un accidente ha puesto en conmoción toda la casa de Ercolano. Apenas nos sentamos a la mesa cuando, oímos estornudar a corta distancia de nosotros. La primera vez no nos llamó la atención; pero para sorpresa oímos el mismo ruido cinco o seis veces seguidas más”.
“No viendo a nadie a nuestro alrededor, no sabíamos qué pensar y nuestra sorpresa crecía por momentos; entonces Ercolano, que ya estaba incomodado con su mujer, le preguntó encolerizado qué significaba aquello. Y como ella no contestara y pareciese confundida, se levantó de la mesa y se dirigió hacia una habitación donde nos hallábamos, bajo la cual había un cuartito hecho con tablones, de donde habían salido los estornudos”.
Ercolano registró el escondrijo, y vio al que había estornudado, a la fuerza del azufre que había ahí guardado, cuyos vapores le subían a la cabeza, faltando muy poco para que se ahogara. Al ver esto, la mujer ha escapado sin tratar de justificarse siquiera. Ercolano, ordenó al estornudador que saliera de su escondrijo, como estaba más muerto que vivo, y no por eso se movió.
Entonces lo agarró de una pierna y lo arrastró afuera, y luego fue en busca de su espada con intención de matarlo, y yo salí corriendo, pues no tenía intención de presenciar un asesinato. He aquí cuál ha sidoel final de nuestra cena.
Este relato dio a comprender a la señora que no era ella sola la que tenía amantes. De buena gana hubiese excusado a la mujer de Ercolano. Pero como recordó que le había censurado algunas faltas suyas, empezó a criticarla en estos términos:
¡Vaya una conducta! ¡Quién lo hubiera creído! Yo la tenía por la más honesta virtuosa y santa de las mujeres. Es la vergüenza y el oprobio de nuestro sexo. En ese momento se acordó que su galán permanecía debajo de la jaula, dijo a su marido que era hora de acostarse. Pero el tenía más ganas de comer que de dormir, y le preguntó si no le había sobrado alguna cosa de la cena.
No hay nada de cena. Ve a acostarte, y mañana almorzarás con mejor apetito.
En la pequeña jaula permanecía el galán enjaulado, junto a la caballeriza. Sucedió que uno de los animales, tenía sed, se desató y salió de la caballeriza, en busca de agua. Pasó junto a la jaula donde estaba escondido el enamorado, y le pisó los dedos, que tenía un poco afuera del escondrijo, pues el desdichado estaba encorvado de cara al suelo apoyando en las rodillas y las manos. El dolor que le causó la patada del jumento lo obligó a gritar.
Por falta de espacio, dejaremos para otra ocasión la otra parte del cuento. Concretándonos a recordarle que el 21 de diciembre 1375, murió el poeta y humanista italiano Giovanni Boccaccio, uno de los más grandes escritores de todos los tiempos.
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