REFLEXIÓN POETICA DESDE ESPAÑA
COMPARTIENDO DIÁLOGOS CONMIGO MISMO
*Víctor Corcoba Herrero/Escritor
SOMOS FRÁGILES
(Habitar en el corazón de Dios es vivir en sus Palabras)
Lo que nos trasciende y enciende por dentro,
es el pulso entre el buen obrar y mejor hacer,
que es lo que en verdad nos hace ser eternos,
sentirnos libres, concebirnos justos, crearnos
y crecernos, al examen diario de nuestro andar.
Al ser hijos de la luz, con el alba el alma aviva.
Nuestro patrimonio es la savia y no la agonía,
es el deleite místico del camino a explorar,
que no es otro frenesí, en llama conce
bida,
que la contemplación del corazón de Jesús.
Busquemos tiempo para hallarlo de una vez
y para siempre, pongámonos en silencio,
cada soplo de Dios es un cielo a compartir,
son esos instantes que surgen porque sí,
los que nos permiten ser y formar familia.
La mejor hacienda nuestra propia conciencia,
aquella que nos llama a los brazos de Jesús,
a estar próximos al prójimo para ser vida,
a vencer la tentación de este espíritu mundano,
a convencernos de que nada soy por mí solo.
Cuando no hay humildad, el ser se degrada.
Despojarse de vicios y vaciarse de mundo
es lo justo, para no violar los derechos ajenos,
para no quebrantar los vivos frutos de Cristo,
siempre cercano a lo divino y a lo humano.
El lenguaje de la cruz nos anima y reanima,
a esa unión en comunión de corazones,
a esa reunión fraterna que nos glorifica
y nos redime de nuestra historia por amor,
un aire más enérgico que el voz de la muerte.
La pasión que brota dentro de sí, es la prueba.
Nada es sino hay afecto y efecto por servir.
Aquel que se quiere, por si mismo ya vive,
y si lo hace a los demás, más se reaparece.
Nuestra fragilidad se fortifica latido a latido.
Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
23 de noviembre de 2019.-
*Víctor Corcoba Herrero/Escritor
SOMOS FRÁGILES
(Habitar en el corazón de Dios es vivir en sus Palabras)
Lo que nos trasciende y enciende por dentro,
es el pulso entre el buen obrar y mejor hacer,
que es lo que en verdad nos hace ser eternos,
sentirnos libres, concebirnos justos, crearnos
y crecernos, al examen diario de nuestro andar.
Al ser hijos de la luz, con el alba el alma aviva.
Nuestro patrimonio es la savia y no la agonía,
es el deleite místico del camino a explorar,
que no es otro frenesí, en llama conce
bida,
que la contemplación del corazón de Jesús.
Busquemos tiempo para hallarlo de una vez
y para siempre, pongámonos en silencio,
cada soplo de Dios es un cielo a compartir,
son esos instantes que surgen porque sí,
los que nos permiten ser y formar familia.
La mejor hacienda nuestra propia conciencia,
aquella que nos llama a los brazos de Jesús,
a estar próximos al prójimo para ser vida,
a vencer la tentación de este espíritu mundano,
a convencernos de que nada soy por mí solo.
Cuando no hay humildad, el ser se degrada.
Despojarse de vicios y vaciarse de mundo
es lo justo, para no violar los derechos ajenos,
para no quebrantar los vivos frutos de Cristo,
siempre cercano a lo divino y a lo humano.
El lenguaje de la cruz nos anima y reanima,
a esa unión en comunión de corazones,
a esa reunión fraterna que nos glorifica
y nos redime de nuestra historia por amor,
un aire más enérgico que el voz de la muerte.
La pasión que brota dentro de sí, es la prueba.
Nada es sino hay afecto y efecto por servir.
Aquel que se quiere, por si mismo ya vive,
y si lo hace a los demás, más se reaparece.
Nuestra fragilidad se fortifica latido a latido.
Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
23 de noviembre de 2019.-
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