ARTÍCULO
El bar gay
Stone wall
Stone wall
Apolinar Castrejón Marino
Eran la 1:20 de la madrugada del sábado 28 de junio, cuando irrumpieron cuatro policías vestidos de civil con dos oficiales uniformados al bar gay “Stonewall Inn”, en el número 53 de la calle Christopher Street, en Greenwich Village, de Nueva York.
La policía bloqueó las puertas, apagaron la música, y como todo estaba en penumbra, encendieron las luces principales. Había aproximadamente 200 personas, quienes corrieron hacia las puertas y las ventanas de los baños. Era una redada en toda forma.
El procedimiento de costumbre era poner en fila a los detenidos, y revisar su identificación. Mujeres policías llevaran a los clientes vestidos de mujer al baño, para comprobar su sexo, y arrestar a cualquier hombre que estuviera vestido de mujer. Todos se negaron a mostrar su identificación.
Steve Ritter, uno de los travestis detenidos, declaró a la prensa algunos años después de los acontecimientos: “…mi mayor miedo era ser arrestado. Mi segundo mayor miedo era que mi fotografía estuviera en un periódico o reportaje de televisión, ¡Con el vestido de mi mad
re!”.Eran la 1:20 de la madrugada del sábado 28 de junio, cuando irrumpieron cuatro policías vestidos de civil con dos oficiales uniformados al bar gay “Stonewall Inn”, en el número 53 de la calle Christopher Street, en Greenwich Village, de Nueva York.
La policía bloqueó las puertas, apagaron la música, y como todo estaba en penumbra, encendieron las luces principales. Había aproximadamente 200 personas, quienes corrieron hacia las puertas y las ventanas de los baños. Era una redada en toda forma.
El procedimiento de costumbre era poner en fila a los detenidos, y revisar su identificación. Mujeres policías llevaran a los clientes vestidos de mujer al baño, para comprobar su sexo, y arrestar a cualquier hombre que estuviera vestido de mujer. Todos se negaron a mostrar su identificación.
Steve Ritter, uno de los travestis detenidos, declaró a la prensa algunos años después de los acontecimientos: “…mi mayor miedo era ser arrestado. Mi segundo mayor miedo era que mi fotografía estuviera en un periódico o reportaje de televisión, ¡Con el vestido de mi mad
Eran expresiones hiperbólicas, pues se sabe que los homosexuales, son poco escrupulosos en materia de escándalos. Algunos clientes liberados por la policía optaron por hallar el punto divertido a la actividad policial, y se pusieron a remedar a los uniformados con poses lascivas, y haciendo el saludo militar de manera exagerada.
Los observadores empezaron a reír y les decían cumplidos como: “Las muñecas se portaron mal esta noche”. Pronto, se formó una muchedumbre de personas que observaban el acontecimiento.
Uno de los detenidos, llamado Michael Fader declaró que una mujer se quejaba de que sus esposas estaban demasiado apretadas, cuando la trataban de meter a una patrulla, para trasladarla a la comisaría. Pero los policías la se concretaron a empujarla hacia el coche. Como una “típica machorra neoyorquina”, repartió patadas, gritos e insultos a los policías.
Y entonces dijo unas palabras mágicas a los mirones: “¿Por qué no hacen algo?”. Como respuesta, uno de ellos gritó, “¡Poder gay!”, y otro agregó “We shall overcome” (venceremos), y entonces la muchedumbre reaccionó, con una mezcla de alegría y hostilidad.
Tenían un sentimiento colectivo de que habían soportado por mucho tiempo los atropellos policiacos, la persecución del gobierno, y la prohibición de venta de alcohol. Parecía que a través de los años se había acumulado, en esa noche específica y en ese lugar específico, la energía para protestar. Había algo en el aire, que dejaba en claro que la libertad hacía falta desde mucho tiempo atrás, y que debían luchar por ella.
No fue una manifestación organizada, pero todos sintieron que era hora de reclamar algo que siempre les había arrebatado. Todo tipo de personas, reclamando todo tipo de motivos, con total indignación, coraje, pena, todo combinado. Y ahí tenían a la policía, que era la que los extorsionaba, y provocaba la mayor parte de la agresión.
Se esparció el rumor de que los clientes que todavía estaban dentro del bar estaban siendo agredidos, y entonces empezaron a arrojarles monedas y botellas de cerveza. Los protagonistas dijeron que experimentaban la sensación de que por fin tenían libertad, o libertad por lo menos para exigir libertad. Y ya no iban a caminar sumisamente por las noches, y dejar que los agredieran, sin luchar.
Durante esa época, los gays y lesbianas estadounidenses debían enfrentarse a un sistema legal muy hostil, pues los grupos homofóbicos lograron que la Asociación Americana de Psiquiatría, catalogara la homosexualidad en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (Diagnostic and Statistical Manual. DSM), como un trastorno sociopático de la personalidad.
Eran realmente pocos los establecimientos que permitían la entrada a personas abiertamente homosexuales. El Stonewall Inn era propiedad de la mafia, y era popular entre los transexuales, drag queens, jóvenes afeminados, prostitutos masculinos y jóvenes sin techo.
Los disturbios de Stone Wall Inn en 1969, significaron el comienzo del movimiento de liberación gay en los Estados Unidos. En pocos años se fundaron organizaciones de derechos homosexuales, y el 28 de junio de 1970 se realizaron las primeras marchas del orgullo gay en las ciudades de Nueva York y Los Ángeles, conmemorando el aniversario de los disturbios de Stone Wall.
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