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Héctor CONTRERAS ORGANISTA
MI RECUERDO DEL HUACAPA
Tema de Héctor CONTRERAS ORGANISTA
-4 de diciembre de 2018-


Recuerdo que de escuelero,
cuando me iba yo de pinta,
a orillas del río Huacapa
caminaba hasta la presa,
desde aquel puente de fierro,
que estaba cerca al panteón.

Frente al playón yo pasaba
y sólo me imaginaba
que en lejanos años idos
ahí se reunía la gente
para el porrazo de tigres
que cada diciembre hab
ía
entre los barrios queridos
y del tío Güello su son.

Árboles de eterna gloria
daban su sombra preciosa
muy cerca de los potreros
y de esas hermosas pozas
donde a bañarme yo iba
con muchachos escueleros
tan traviesos como yo.

La poza chica ahí estaba,
cerca de la tejería,
y más arriba había
la poza grande lodosa
rodeada de cozahuates,
de ameles y de zanates,
tortolitas y pirú.

Verde campo y llanos grandes,
donde nacía el asúchil
y un poco de cempasúchil
y ahí pasaba el camión
que iba rumbo a la sierra
para traer la madera
que al cerro dejó pelón.

Ahí había lavanderas,
señoras trabajadoras
que muchas horas pasaban
sudando y sufriendo el sol.
Y con un hijo chiquito
prieto, panzón y bonito
que veía a las lagartijas
sapos, culebras y cuijas,
saltadoras ranas prietas
y una que otra iguana:
¡Qué panorama, señor!

Pasando las tejerías
llegábamos a la presa
que construyó con presteza
el señor gobernador
Rafael Catalán Calvo,
allá en el cuarenta y dos
cuando soldados hicieron
la cortina del acuario
con grandes piedras calizas
y don Cliserio Bautista
trabajó ahí de aguador.

Desde ahí se veía mi pueblo
pequeño y con humaredas
que se llama Chilpancingo,
y esa es mi tierra y mi amor.

En la presa, en sus laderas
cortamos mucho quelite
y había también toronjil.
Después de nadar felices
regresábamos cenizos
otra vez por el Huacapa
con ánimo becerril.

Y ese río tan bonito
con sus aguas cristalinas
corría entre altos pinos,
guamúchiles y eucaliptos,
mangos y mucho alhelí.

El Huacapa dio frescura
a los campos que sembraban
las familias de mi tierra
y dio vida a la ciudad.

Después todos lo olvidaron
se le echaron aguas negras,
las atarjeas le mandaron
y todo lo desgraciaron
pero él se niega a morir…

No seamos tan ingratos.
El agua nos hace falta
y él la trae desde la sierra
y también de Amojileca…
¡Es agua para vivir!

Cuidemos lo que da vida,
cuidemos nuestra familia,
pensemos que en el futuro
el agua debe existir.

¡Oh, mi querido Huacapa,
Río caudaloso y bonito
cuánto me haces recordar.

Porque eres un gran tesoro
que da vida con sus aguas,
te debemos rescatar!

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