ARTÍCULO

El poder de la Fe
Apolinar Castrejón Marino
Baal Shem era un rabino jasídico, conocido como un hombre tan piadoso, tan bondadoso, tan casto y tan puro, que a Dios le gustaba escuchar sus oraciones.
Pero el utilizaba la dulzura de su palabra, para ayudar a las gentes del pueblo, cercano al bosque donde vivía. Se hizo tradición que todos los que necesitaban algo que no pudieran conseguir con su esfuerzo, iban a ver al rabino para que implorara la ayuda divina para sus necesidades.
Y en un día especial del año, se reunía con los necesitados en medio del bosque, y cuenta la leyenda, que encendía una hoguera con ramas y hojas secas de una manera muy particular, y luego entonaba oraciones y alabanzas, en voz muy baja... como si fuera en secreto.
Y dicen que a Dios le gustaban tanto esas palabras y esos cantos, y el fuego encendido en su honor, que no podía resistirse a las peticiones de Baal Shem, y se sentía animado a conceder los deseos de todas las personas, que pedían su auxilio por me
dio de las dulces palabras del rabino.
Muchos años después, cuando el rabino murió, la gente se dio cuenta de que nadie sabía las palabras que decía cuando iban todos juntos a pedir algo. Pero conocían el lugar donde se reunían en el bosque, y sabían que el rabino encendía el fuego.
Y ya por su cuenta, una vez al año, todos los que tenían necesidades y deseos, se reunían en el bosque, prendían el fuego de la manera que lo hacía aquel hombre santo. Pero se dieron cuenta que tampoco conocían las palabras divinas del rabino.
Y probaron cantar cualquier canción, o recitar algún salmo, alrededor del fuego, con los mejores sentimientos de piedad que pudieran.
Y dicen que a Dios le gustaba tanto del fuego encendido, y le gustaba tanto ver a esa gente reunida que, aunque nadie decía las palabras correctas, igual aceptaba conceder los deseos a todos los que ahí estaban. 
El tiempo ha pasado y de generación en generación la sabiduría se perdió completamente. Hasta que llegamos nosotros. Y no sabemos cuál es el lugar en el bosque. No sabemos cuáles son las palabras. Ni siquiera sabemos cómo encender el fuego a la manera que lo hacía Baal Shem.
Solamente sabemos vagamente algo de ese cuento. Pero dicen que Dios adora tanto este cuento, que basta que alguien la cuente... y que alguien la escuche... para que Él complacido, satisfaga cualquier necesidad y conceda cualquier deseo que se le pida con adoración. Amén.
Así es el asunto de las elecciones en mexica. El proceso “democrático” más caro del mundo, el más “manoseado” y el más turbio. Y la gente no sabe cómo se originó, ni quien dicta su reglamentación tan absurda. Tampoco saben cómo librarse de él, ni hasta cuándo durará. 
Entonces. Hasta es obligatorio que les precisemos algunos detalles. A quienes acuden a votar, nadie les puede garantizar la validez de su voto. Toda la parafernalia de acudir, a depositar unas papeletas marcadas en las urnas, después de haber “seleccionado” un candidato de su preferencia, solo benefician a los “políticos”.
Todos los políticos tienen un solo propósito: hacerse inmensamente ricos, y poder dar rienda suelta a sus deseos, y manías con absoluta impunidad. De paso se dedican alegremente a liquidar a sus enemigos, a adueñarse de lo que no es suyo, hacer el peor uso del dinero que recaba el gobierno, y que representa el esfuerzo y sudor de cada ciudadano.

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