NOTA

Hay que vivir como
viven las flores de Tixtla
Esta historia es de una autoría anónima y legendaria; pero estimé pertinente darle un ligero arreglo a fin de hacerla más llamativa y fácilmente digerible.
Cuenta una vieja historia que en un lugar muy lejano, existía en lo alto de una montaña un santuario donde hombres y mujeres se dedicaban a la meditación profunda sobre el papel del ser hum
ano, como hermano mayor de los seres vivos y como custodio de todo lo que la tierra posee, incluyendo, lo inanimado.
Un buen día, un discípulo se acercó a su Maestro para formularle una pregunta que desde hace tiempo, le corroía el alma y a la que no le encontraba solución por ningún ángulo; referida a la actitud altanera, hablantina y/o prepotente con que muchas personas se conducían respecto a los demás.
Algunas personas son demasiados expresivas, hablan demasiado y mal. Otras en tanto, son enciclopedias andantes de ignorancia y torpeza. Algunas otras, son indiferentes a todo gesto de misericordia y de justicia. La sangre me hierve y surge en mí, sin querer, un sentimiento de franco odio cuando me cruzo por el camino con estas personas y sufro, incluso más, que aquellas que victimas de sus extravíos.
El sabio Maestro, mirando en el Discípulo un gesto de legítima indignación, le comentó con una sonrisa comprensiva:
-Es genuino tu enojo; por la poca experiencia que te acompaña. Sin embargo, estimo que la solución es más fácil de lo que aparenta. Sé paciente y sólo limítate a vivir como lo hacen las flores; como esas que crecen en los campos de Tixtla, allá en el lejano Estado de Guerrero. Ese lugar primoroso, donde Dios puso un espejo en forma de laguna y que hablando a través de su hijo Ignacio Manuel, le llamó con justeza “Espejo de los Dioses”; pero que sus hijos se han esmerado en convertirla en recipiendario de corrupción, basura y corrupción, enorgulleciéndose de llamarla la “Laguna Negra”. ¿Si recuerdas ese lugar hermoso, donde nació el Libertador de la Independencia Mexicana, Don Vicente Ramón Guerrero Saldaña?
-¡¡Ohhh Maestro! Sí, ya recuerdo, el pueblo aquel, del que dijera Antonio I. Delgado, “porque son flores de Tixtla y Tixtla, es mi corazón”.
-¡Exacto! –dijo el Maestro-.
-El Discípulo verdaderamente anonadado le dijo también:  Me surge una nueva duda Maestro. ¿Cómo es eso de vivir como las flores? ¡¡¡No entiendo!!!
-El Maestro repuso: ¡Déjame explicártelo. ¡Ven para acá!
Luego de dicho esto, ambos salieron al pequeño jardín que estaba dentro del apartado templo y le dijo ¿miras aquellos lirios similares a los que se cosechan allá? ¿Sabes de dónde nacen verdad? ¿Sabes que nacen del estiércol? y que en cambio, cuando crecen, evolucionan como flores puras y perfumadas que ha merecido que el Señor de todo comparará su vestimenta superior al vestuario del  bíblico, sabio y justo Rey Salomón.
Estas flores tienen tanta sabiduría en su crecimiento, que a pesar de su origen, extraen todo el abono que les es útil y saludable; pero no permiten que lo agrio, lo nauseabundo del lugar manche la fragancia de sus pétalos y crecen en diferentes colores vivaces, hermosos, como estrellas semiabiertas, mirando hacia el cielo.
-El Discípulo escuchaba con atención absoluta, lo que el Maestro pronunciaba.
-El Maestro le comentaba: Es legítimo quizás, afligirse con las culpas o defectos propios de la naturaleza humana que se encuentran dentro de nosotros; pero con esfuerzo y verdadera fe, podemos erradicarlos, si así lo queremos; pero no es lícito, ni prudente, ni sabio, permitir que los extravíos y amarguras de los demás nos incomoden.
Los defectos de los demás, pertenecen a ellos y a ellos corresponde cargarlos. Uno puede auxiliarlos; pero no asumirse como responsable directo de sus yerros y de sus correcciones. El mundo no es como quisiera que fuera. Debemos contribuir; pero no podemos suplantar a los otros, en el ciclo armonioso de la vida.
De ahí, que más que sudar calenturas ajenas, limítate a comprender a los seres humanos y ser como el agua, estar lista para ser saciar la sed de quien se acerque a ti, en busca de ayuda.
Extrae lo bueno de la vida y desecha lo malo. ¡Eso, eso, es vivir como las flores!.
Arreglo: J. Jesús Pastenes Hernández.

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