ARTÍCULO

Del debate: Las
barbas en remojo
Edilberto Nava García
Antenoche, luego del segundo debate entre los presidenciables, los coordinadores de campaña, ya en televisión acudieron como muy alucinados, con un entusiasmo que va más allá de lo normal, es decir, anormal. Para Jorge Castañeda, coordinador de un frente tan enfrentado y avieso, Ricardo Anaya, su candidato, ganó el debate por muchos puntos, a grado de estimar que a partir de ese mome
nto el panista empataba las preferencias electorales con el puntero en la liza electoral.
En la misma postura estuvo el exsecretario de educación Aurelio Nuño Mayer, coordinador priista de la campaña que impulsa al candidato oficial del régimen, José Antonio Meade, y, para basar su estimación, exhibió en su celular el resultado de una encuesta biónica de Cuadratin, encuestadora fantasma, misma que pone muy por delante a Meade en relación a los demás competidores. Están endiosados con sus respectivos candidatos tanto Castañeda como Nuño, pero los televidentes, los ciudadanos, los de a ras de piso, pensamos, los miramos y a momentos, de verdad, nos causan risa nada disimulada. Los vemos flotando, biónicos, extraterrestres o como terrenales turbados de sus mentes.
El menos ilusionado tras el debate fue el coordinador del aspirante independiente, el tal Rodríguez “El Bronco”, licenciado en la gubernatura de Nuevo León, donde ganó gracias a una disputa fuera de lugar por parte de los aspirantes tanto del PAN como del PRI. Es decir, resultó como tercero en discordia. El Bronco, pues, resultó beneficiario de las circunstancias especiales que en lo político vivían hace tres años los neoloneses. Ahora, es una lástima que hable de mochar manos a los delincuentes, para lo cual ha de adecuar el marco constitucional, pues el actual exceptúa las mutilaciones en materia de castigos, pero que además, resulta estar en las boletas por favor especial de magistrados que recibieron “línea” para que él, “El Bronco” se ocupe en destruir a Andrés Manuel López Obrador. ¡Qué triste función! Y como mal gallero, aprende a ser amarrador de navajas e ilusamente cree que con exigir a los candidatos su declinación al uso de recursos públicos le han de obedecer. El financiamiento público para el desarrollo político sólo el congreso lo determina. Y por qué pidió la firma sólo a AMLO, si Meade y Anaya están igual? No, porque El Bronco hace terna con ellos aparentemente desde afuera.
Sin embargo, si el alago en uno mismo es vituperio, se dice aquí al ras de suelo, que José Antonio Meade, el abanderado priista, no es sólo egocéntrico, sino que su autoestima es súper y fuera de lo normal; y qué bueno que ni se dé por enterado, pues él mismo se está restando simpatías, que hasta quienes por costumbre han votado por el PRI, están entendiendo que esta vez tienen al peor de los candidatos presidenciales y se ven en la necesidad de buscar mejor opción.
Del puntero poco hay que llevar a la agenda. Alguien se ocupó por exhibirlo como un ignorante de la realidad política nacional. Empero, si tal fuese, ¿por qué los contendientes le disparan tantos misiles verborráicos para destruirlo? Y considerar que aun así, dice el poeta, que en este mundo vale más ser ignorante que ignorado. En efecto, el pueblo, que no habla inglés ni ha estudiado en universidades de Gringolandia, ignora la verborrea del candidato Ricardo Anaya, del frente integrado por perredistas, panistas y de Movimiento Ciudadano. Por su parte, Meade reprocha que la coalición que postula a AMLO lleve también como candidata a Nestora Salgado, ex presidiaria y quien está libre por error procesal. Un escupitajo hacia arriba de Meade, porque sólo evidenció que la justicia en nuestro país está de cabeza. Por cuanto se refiere a la ex cacique del SNTE, Elba Esther, la tilda de lo peor, pero es Meade quien aprovecha el Partido Nueva Alianza que ella fundó.
Seguramente habrá a quienes preocupe la parsimonia mostrada por el puntero AMLO. No, no deben preocuparse, pues se estima que es parte de la estrategia, si de cuidar la preferencia electoral se trata. Fue al debate para exponer y defender sus propuestas, pero sobre todo a cuidar su imagen, porque se sabe de antemano que los hombres que encabezan el sistema político de México, mandan a los competidores a que lo destruyan, si llevan tiempo a que han puesto sus barbas a remojar.

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