ARTÍCULO

Una grata experiencia
César González Guerrero
Dedico este trabajo al Señor Proculo Guerrero Aparicio, conocido popularmente como Paproculo, uno de los sobrevivientes de la época de los matanceros de Copala, encargado de sacrificar los animales en el Mercado Municipal.
Para mí, y varios amigos de generación, vivir la época de los sesentas y setentas  en el área rural significó compartir experiencias de todo tipo. Desde experimentar la carencia de servicios públicos como son: el servicio de agua potable, energía eléctrica, alumbrado público, transporte, telefonía, etcétera, hasta realizar actividades que para los menores de
10 años fueron grandes hazañas y una fortuna poder comentarlo ahora.
En mi caso, mis padres ya fallecidos (Santa Cruz González Cortes y Cohinta Guerrero Aparicio) siempre hicieron un gran esfuerzo por apoyarnos para estudiar, yo tuve suerte de estudiar el Kínder mis herman@s no; y junto con mis herman@s  hasta la Superior. Es honroso para mí el haber cursado al menos un año de Kínder. Mi hermano mayor Javier, y mis pequeñas hermanas Delta y Yolanda no lo hicieron porque no lo hubo. En aquella época muy pocos tuvieron esa oportunidad.
Entre otras anécdotas, allá por los años 1960, quienes disfrutábamos nuestra infancia, más o menos (“…poco más o menos…” como decía mi padre) a la edad de 6 años, era muy frecuente escuchar el término “pachuco” en lugar de billete entre otras palabras que ya casi no se utilizan. En la actualidad muy pocos recuerdan los “pachucos”.
Recuerdo cuando mis padres se dedicaron a la matanza de marranos o reses como locatarios del mercado municipal de Copala que funcionaba en pleno centro de la población, tuvimos la suerte de conocer y utilizar los “pachucos” porque cuando tocaba la “matanza”, una vez por semana, la vieja “lata” de “choco mil” se repletaba de “pachucos” viejos ya desgastados o rotos y “olorosos” a carne o manteca. Fue una grata experiencia.
Desde muy de madrugada a las 5 de la mañana, mientras mi padre preparaba el sacrificio de los animales, mi hermano Javier y yo, preparábamos en el enorme “caso” el agua “jervida” (hervida) para que después Paproculo, uno de los legendarios especialistas en sacrificar todo tipo de animal, “matara” el “coche” o la “cocha”, para después colocar dentro de la “tina” y así iniciar el proceso de correspondiente: “pelar”, destazar y trasladar el producto al mercado.
Diariamente mi madre, desde las 7 de la mañana, se dedicaba a expender la carne de puerco o res, el chicharrón, el “biuche” y la inolvidable carne “tasajeada”, también el “hueso con carne” especial para el platillo preferido de la región el rico “frijol con carne” (acompañado obligadamente con el arroz blanco llamado “morisqueta”).
Esta etapa de vender carne en el Mercado nos sirvió de mucho, principalmente para aprender a trabajar desde muy de madrugada y a muy temprana edad. Si es bonito recordar nuestro origen modesto, humilde pero muy digno. A pesar de todo si fuimos felices.

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