COLUMNA

COSMOS
Héctor CONTRERAS ORGANISTA
ROBERTO CONTRERAS MORALES
Tengo deseos de platicar a ustedes que en el viejo Chilpancingo, cuando había contadas casitas en el barrio de San Mateo, ahí, frente al templo, vivieron mis abuelos don Cruz Contreras Valadez y su esposa doña Ramona Morales Piélago.
Tuvieron siete hijos, el menor de ellos fue mi padre: Roberto, quien por cierto este día 11 de octubre cumple 15 años de haber fallecido en Taxco, donde está sepultado junto a su madre y a mi tía Elena.
Cuando se construyó la carretera entre Iguala y Acapulco, mi abuelo trabajó ahí como “poblador”, que era el trabajador que se encargaba de instalar la dinamita y hacerla estallar en los cerros y “volarlos” para que se abrieran espacios y continuara la carretera.
Muy jóvenes, mi tío Leopoldo y mi padre, se fueron a trabajar al camino. Pronto aprendieron a manejar y trabajar esas máquinas poderosas que después fueron conocidas
como Buldoser y más tarde vinieron las dragas y toda suerte de maquinaria moderna, y en esa actividad continuaron toda su vida. Mi padre fue llevado por una famosa compañía constructora mexicana a Centroamérica y a sur América.
Allá, en Honduras, en Panamá, después en Colombia, Brasil y Venezuela se desempeñó como instructor y fue contratado más tarde para trabajar en la República Dominicana donde radicó por espacio de veinte años, pero un día regresó a la patria, a su Guerrero querido y a su Chilpancingo adorado.
Sus seres queridos y sus amigos, sus compañeros de trabajo lo recibimos como se merecía, con mucho cariño y tratamos de darle lo mejor para que sintiera el calor de su gente de la que estuvo lejos por dos décadas.
Le ofrecimos un almuerzo en la casa familiar y asistió a ese convivio nuestro valioso amigo don Félix J. López Romero, periodista ejemplar con quien en su niñez y juventud fueron grandes amigos, ex alumnos con mi padre de la prestigiada Escuela “Lauro Aguirre”, y al igual que con otro señorón de la amistad como lo fue don Francisco Arroyo Carbajal, “Arroyito”, con quien mi padre se reconocían como hermanos, lo mismo que con don Joel Encarnación, por la pobreza en que vivieron en su niñez.
Este 11 de octubre, se cumplen ya 15 años que mi padre Roberto Contreras Morales, falleció en Taxco. Y esta vez, extraigo para compartirlos, algunos renglones del hermoso y valioso artículo que escribió don Félix J. López Romero, el martes 22 de febrero de 1992, fecha en que mi señor padre regresó a Chilpancingo:
“Luego de radicar en Honduras Británicas (Belice), Colombia, Brasil y Venezuela y durante los últimos veinte años en República Dominicana, ha regresado a Chilpancingo Roberto Contreras.
Para muchos su nombre y figura seguramente es desconocida, para los chilpancingueños es uno de sus hijos, que salió para buscar en otros lugares satisfactores diversos.
Yo recuerdo a Roberto hace poco más de medio siglo, cuando asistía a los últimos años de la escuela primaria, en la vieja casona que por muchos años albergó la “Lauro Aguirre”, institución de grandes recuerdos.
Al terminar la primaria tuvo que empezar a laborar en unión de su hermano Leopoldo, iniciándose en el pesado y riesgoso trabajo de caminero. Allá por 1946 trabajando juntos en la carretera Casa Verde-Puentecillas, tramo Filo de Caballos-Verde Rico, en unión de Enrique Memije (a) “La Cachica”, Alfonso Serrano (a) “El Cartucho”, René Vélez Aponte (a) “El Negro” y Leobardo Aponte. En esas fechas Roberto, a quien cariñosamente conocíamos con el mote de “El Tejón”, manejaba un tractor con el cual sacaba trozo de los barrancos de la escarpada sierra de Cacho de Oro.
Posteriormente abandonó esa tarea, saliendo del estado para empezar en otros lugares de la república una nueva vida, pero siempre ligada a la construcción de caminos. Sus conocimientos en la materia al través de los años, le permitieron ser seleccionado para ir a trabajar a otros países, en donde puso en práctica la sapiencia adquirida en muchos años de brega caminera.
Allá por 1961 en una de las temporadas que estuvo por aquí, invité a Roberto y a Goyo López (a) “La Escoba” a Acapulco; estábamos en el jardín “Cuellar” cuando por mera puntada les dije: “¿no les gustaría echarse unos tragos y comer mariscos en la playa?” Al contestar afirmativamente. Tomamos un taxi y en él nos transportamos al bello puerto del Pacífico en donde pasamos un día muy grato.
Después de tres décadas de andar trabajando fuera del país, pues ayudó a construir caminos y presas lo mismo en Belice que en Colombia, Venezuela y Dominicana, se quedó a residir en este último país donde fincó su hogar.
Ahora, luego de tres décadas de estar ausente de su tierra, Roberto regresó a ella quizá para salir jamás. Fue su hijo primogénito, Héctor Contreras Organista, compañero en el quehacer periodístico, quien lo convenció finalmente para el retorno; allá Roberto y su familia tenían una casa, la cual han vendido para residir en esta ciudad.
En esa convivencia mañanera estuvieron entre otros muchos, Francisco Leyva Ortega, viejo trabajador y hacedor de caminos, quien fue el brazo ejecutor del paso a desnivel de la Plaza Primer Congreso de Anáhuac; estuvo también Joel Encarnación, quien es uno de los constructores del aeropuerto del Plan de los Amates, en Acapulco, que oficialmente lleva el nombre del general Juan Álvarez. Hubo otros camineros y diversos amigos como Rogelio Muñiz Tapia, Arroyo, el músico, el más antiguo trabajador en el lustre del calzado. También Ariel Alarcón, sobrino de Roberto; Leopoldo, el hermano querido, el guía familiar.
El festejo familiar, casi íntimo para recibir a Roberto, fue alegre, cordial. A su primogénito Héctor no se le olvidó ningún detalle, tomando fotografías de cada uno de quien llegaba a saludar a su padre.
En la mesa hubo para quien así gustó, ron dominicano que el agasajado trajo entre sus maletas, muy sabroso por cierto. Sin embargo esas botellas se descorcharán más adelante, cuando Roberto reciba el saludo de sus amigos de Chilpancingo y de los camineros, muchos de ellos sus amigos de antaño que ahora están trabajando en la construcción de la autopista Cuernavaca-Acapulco.
Por lo pronto Roberto recibió los abrazos de amigos de antaño, quienes le desearon la mejor estancia en esta siempre hospitalaria población”.

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