COLUMNA

COSMOS
Héctor CONTRERAS ORGANISTA
DON LALO, EL VOCEADOR
Eduardo Cruz Montes

Don Eduardo Cruz Montes llegó a Chilpancingo en los años 40 del siglo pasado, aproximadamente. Es posible que haya nacido a principios del siglo XX en Orizaba, Veracruz. Llegó a Guerrero buscando la forma de trabajar, de conocer otras tierras y de quedarse a vivir.
El trabajo que encontró y que se le facilitó fue la venta de periódicos y revistas que le llegaban de la ciudad de México. Recorría las calles de Chilpancingo atándose al cuello un mecate que después cambió por una correa para cargar las publicaciones.
Voceaba las noticias, hacía entregas de ejemplares a domicilio hasta que en el centro de la ciudad logró establecer un pequeño puesto de venta de periódicos adonde la gente acudía para comprar los famoso “Pepines”, muy populares aquel entonces y los periódicos que con un día de retraso llegaban a la capital del estado de Guerrero.
Muchos años vivió solo, rentando cuarto en alguna vecindad. Era un hombre de aspecto serio, de rostro grave, de pelo ensortijado, con mirada vivaz, de voz gruesa y parsimoniosa y le gustaba el arte. Escribía poesía que compartía con algunos bohemios de la época, le gustaba cantar y algunas ocasiones junto con otros chilpancingueños y bajo la dirección de don Pedro Ayala Fajardo montaron una obra de teatro alusiva a la Independencia de México. En ella actuaron connotados chilpancingueños como el compositor Pepe Castañón.
Fue en 1960, durante el conflicto de la Huelga del Colegio del Estado en la que el pueblo participó donde don Lalo, como se le nombraba, conoció a la señora Candelaria Nava Saldaña, originaria de Chilapa y descendiente del General Vicente Guerrero Saldaña. Ella era madre de una niña, Teresita Rodríguez Nava y unieron sus vidas.
“El fue pareja de mi mamá en cuanto a que convivían, pero no era convivencia de marido y mujer. Él le enseñó la venta de periódicos y revistas y se pusieron a  vender, ella antes levaba y planchaba ropa ajena, hasta que conoció a don Lalo y juntos se pusieron a vender”, nos detalló Teresita quien por cierto se jubiló después de 30 años como trabajadora de la Secretaría de Educación Pública en Guerrero.
Cuando Teresita conoció a don Lalo debió haber tenido unos seis años de edad. “Vivimos en muchos lados: En la avenida Alemán, frente al cine Colonial. Ahí había una vecindad y un señor que tenía su sastrería y al que le decían El Chamber. Después vivimos sobre la calle de Hidalgo, también en la calle de Cuauhtémoc, en la colonia Los Ángeles y en la Cooperativa. Anduvimos viviendo en muchos lugares porque rentábamos, “en él vi la figura paterna que me hizo falta”.
En la época que fue gobernador don Alejandro Cervantes Delgado don Lalo, como otros voceadores de viejo cuño, fue beneficiado con un local para puesto de periódico en el centro de la ciudad. “Ya no pudo gozar de él porque tenía diabetes y se quedó en la casa. Mi mamá era quien lo atendía y yo le ayudaba”.
El, desgraciadamente se cayó y se fracturó la pierna. Ya no lo pudieron operar debido a la diabetes que sufría. Mi mamá tenía que atender el puesto para ganar dinero y yo tenía que trabajar por lo que él quedaba solo en casa. Llegó el momento en que nos pidió ser internado en la Casa del Anciano. Le dijimos que no, que se quedara, pero él insistió, dijo que necesitaba con quien platicar. Mi hija Mayra (que en la actualidad radica en Madrid, casada con un español) era muy pequeña y le pidió que no se fuera, que durmiera con ella en su cama, pero él insistió y finalmente se le internó.
Fue llevado a la Casa del Anciano y lo trasladaron a Técpan de Galeana. Lo visitábamos y nos decía que allá se sentía bien porque lo llevaban a la playa con los demás ancianitos, y finalmente, aproximadamente a la edad de 80 años, falleció.
Hasta donde se sabe, don Lalo tuvo un sobrino en Chilpancingo pero jamás lo visitó ni se interesó en fomentar la familiaridad. De lo que se puede afirmar es que don Eduardo Cruz Montes, a pesar de sólo haber cursado la escuela primaria fue un hombre muy culto.
Inicialmente tuvo su puesto de periódicos en el viejo jardín Cuéllar de Chilpancingo. Posteriormente le dieron un local sobre la calle que en la actualidad lleva el nombre del general Baltazar R. Leyva Mancilla. Lo volvieron a colocar en el jardín central, donde estaban las gradas frente al Hotel Bravo. De ahí tuvo su puesto en las proximidades de la Comercial Guerrero y de ahí pasó a los locales que edificó Cervantes Delgado en el centro de Chilpancingo.
Aportamos esta información de uno de los primeros voceadores de Guerrero con agradecimiento a Teresita Rodríguez Nava, a sus hijos Mayra, Víctor Manuel y Luis Ángel, lo mismo que a su amiga, la señora  Graciela.

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