ARTÍCULO

Catástrofes y Economía
Juan López
El llanto es vasto e intenso. Los gritos desgarradores de quienes padecieron en carne propia los efectos del telúrico. La ira de Dios tal cual la interpretan los teólogos. Se intercalan espejismos como la falsedad onírica de la niña “Frida Sofía” ficción que trasunta a La Mulata de Córdoba: aquella mujer que huye de la Santa Inquisición elevándose por el muro de una pared de su calabozo donde había previamente pintado una carabela… El Soldado que
derrama sus lágrimas en el lecho mortuorio de madre e hija que no pudo salvar.
Idéntico sucedió en San Marcos, Cruz Grande, Ometepec y Copala, litoral de nuestro estado que recibió el flagelo del inclemente Max. El miedo humano es como una nube que ensombrece el horizonte. La noche es lóbrega. La intemperie deja aterida a toda la población.
Ante la impotencia real, frente a la devastación fluvial de la natura, aparece la mano del hombre, la asistencia humana de instituciones y personas, que llevan maquinaria, equipo, presencia de voluntarios que hacen menos desoladores los daños del engendro.
Vuelve a nacer quien sobrevive, después de ver impotente cómo el edificio donde mora o trabaja se despedaza y se viene abajo con el trepidar de la fuerza-fuerza que hace que la tierra se sacuda.
El terremoto y el ciclón son hermanos gemelos que se solazan con abatir a todos los seres que tenemos vida. No solamente los homos sapiens somos víctimas de una catástrofe natural: perros, vacas,  gatos y alimañas, palomas y ciervos, padecen el castigo. (Los peces quizá se salven). Sufre igual un cocuyo que un niño en orfandad. La creación nos hizo a todos. La calamidad no discrimina ni escoge víctimas. Es parejo el desquite de la naturaleza.
Ante este maratón de aflicciones quienes resultan tremebundos son los economistas. Detallan las consecuencias del debe y el haber en cuantificaciones gélidas. El producto interno bruto del país, con estas oscilaciones económicas no sufrirá cuando mucho, deterioro de 1 por ciento en su registro anual pero, la reconstrucción, el pago a los siniestrados por prevención de seguros. La maquinaria que se pone en marcha. Los presupuestos que autoriza la emergencia. La ayuda humanitaria que fluye a los damnificados. Y todo el aparato que recicla dinero privado, institucional e internacional, multiplican los bienes y servicios motivando un auge de trabajo y riqueza. Dicen que el producto interno bruto -otra vez los economistas-, escalará tres por ciento por lo menos con el calentamiento de la economía.
La apreciación nos remite a dos polos opuestos. Lo que es una desgracia para los dolientes, resulta un patrocinio benefactor para el desarrollo de las zonas afectadas. Blaise Pascal lo anticipó ya: El corazón sabe cosas que la mente ignora. O sea que…
PD: “No hay mal que por bien no venga”: Refrán.

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