COLUMNA

Falconario
(Los hechos del ausente servidor público, ¿Dónde están?)
Conminar, invitar, requerir, sugerir, exigir, etc., a las autoridades de los tres niveles de gobierno que realicen su función laboral profesional, puntual e impecablemente, es un mandato constitucional. No es un capricho de ningún ciudadano. Es una obligación, trabajar, cumplir proyectos y programas para el bien social. Hay reglas, mandatos y reglamentos, que los exhortan a ello.
Quién no cumpla con su encomienda, por ende, es un empleado ineficiente, ignorante de su desempeño para el cual se le abona, cubre, salda o paga semanal, quincenal o mensualmente
un salario tabulado. Que es dinero de todos, por pago de impuestos u otros derivados de Hacienda.
Es por ello, que  a la sociedad no les hacen un favor. Es una obligación que por Ley han contraído al aceptar trabajar en cualquier dependencia de esos tres rublos gubernamentales.
Penosamente vemos que muchos de estos empleados, no cumplen con su horario de responsabilidad, simulan ocuparse de su cometido o servicio, realizan negocios con dinero del pueblo; es decir lucran, jinetean, especulan, son agiotistas y traficantes de influencias y dinero ajeno. Luego entonces, esto los expone a que el propio pueblo se vea obligado a decirles: ¡Ineficientes, ladrones,  inútiles, inoperantes, inservibles, improductivos, cleptómanos! Otros más les dirán: ¡Lacras, sinvergüenzas, cínicos! (GradoCeroPress).

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