ARTÍCULO
Asesinato de Álvaro Obregón
El general Álvaro Obregón fue asesinado por José León Toral. Pero, como dice el corrido de Rosita Alvírez, de 6 disparos que le metieron, “…solo uno era de muerte”.
El presidente era Plutarco Elías Calles, a quien le avisaron de inmediato, y se trasladó a la casa de Obregón en la colonia Roma. Al llegar, visiblemente alterado y sorprendido, en un arrebato nervioso incontenible, se acercó al cadáver y le dijo: “¿Querías ser Presidente?” “¡Pues no llegaste, pendejo!”
El primer disparo había sido a la cabeza, detrás de la oreja, que fue el que lo mató instantáneamente. 4 más fueron por la espalda, y el último alcanzó solo su brazo. Bueno lo que quedaba de su brazo izquierdo, porque se lo habían mutilado en la batalla de Celaya el 3 de junio de 1915.
Se desplomó sobre la mesa, y luego se resbaló, para caer de cara suelo. Aarón Sáenz trató de sujetar el cuerpo inerte, pero no pudo evitar que cayera pesadamente al suelo de adoquín.
Los otros acompañantes de la mesa atraparon y desarmaron a León Toral, lo golpearon, y el coronel Juan Jaimes sacó su pistola para matarlo, pero Aurelio Manrique se lo impidió diciéndole que era necesario averiguar si había otros involucrados en el asesinato.
Entre muchos, cargaron el cadáver para subirlo a su automóvil Cadillac, para trasladarlo. León Toral era maestro de bachillerato en el colegio Apolonio del Valle, y además trabajaba como dibujante en el periódico Excélsior.
Era un fanático religioso, proveniente de San Juan de los Lagos, Jalisco, y pertenecía a la organización Acción Católica de la Juventud Mexicana, quienes operaban políticamente contra la guerra cristera que había desatado el gobierno.
Se había valido de su habilidad como dibujante y caricaturista, para acercarse al general Álvaro Obregón, pues se ofreció a hacer un buen retrato del General en el elegante restaurante “La Bombilla” de la colonia San Ángel, en donde comía acompañado de sus amigos y seguidores.
El día martes 17 de julio de 1928, el militar y político sonorense, acudió a un banquete en su honor. Andaba placeándose, disfrutando los halagos de la gente ligada al poder presidencial. Dos semanas antes, se habían efectuado elecciones, y “había resultado electo” como Presidente de México.
El menú fue cocktail, entremés a la mexicana, crema portuguesa de tomate, huevos con champiñones, y pescado a la veracruzana. Al finalizar se servía el pastel especialidad de “La Bombilla”, que había dado fama al lugar. Obregón se zampó todo esto, y todavía pidió un plato de mole.
Arnulfo R. Gómez fue candidato de Partido nacional anti reeleccionista, y francisco serrano como independiente. Por cierto que Serrano había visitado a obregón, para “limar asperezas” y le dijo: “Bueno General, ya sabe que vamos a una lucha de caballeros”.
Obregón le contestó con su característica ironía: “A, qué Panchito, yo te creía inteligente. En México no hay lucha de caballeros; aquí uno se va a la presidencia y el otro, al paredón”.
La orquesta típica del maestro Alfonso Esparza Oteo y dos cancioneras amenizaron “La Ultima Comida” de Obregón. No se había dispuesto ningún operativo de seguridad, pues solo se trataba de un ágape que le ofrecían los diputados federales guanajuatenses.
Al día siguiente, miércoles 28 de julio, el Presidente Calles de manera por demás hipócrita, declaró que México había perdido al estadista más completo, y ofreció castigo para los culpables. Obregón era compadre de Calles, pues el general había sido “Padrino” de Hortensia, la hija mayor de Don Plutarco.
El presidente era Plutarco Elías Calles, a quien le avisaron de inmediato, y se trasladó a la casa de Obregón en la colonia Roma. Al llegar, visiblemente alterado y sorprendido, en un arrebato nervioso incontenible, se acercó al cadáver y le dijo: “¿Querías ser Presidente?” “¡Pues no llegaste, pendejo!”
El primer disparo había sido a la cabeza, detrás de la oreja, que fue el que lo mató instantáneamente. 4 más fueron por la espalda, y el último alcanzó solo su brazo. Bueno lo que quedaba de su brazo izquierdo, porque se lo habían mutilado en la batalla de Celaya el 3 de junio de 1915.
Se desplomó sobre la mesa, y luego se resbaló, para caer de cara suelo. Aarón Sáenz trató de sujetar el cuerpo inerte, pero no pudo evitar que cayera pesadamente al suelo de adoquín.
Los otros acompañantes de la mesa atraparon y desarmaron a León Toral, lo golpearon, y el coronel Juan Jaimes sacó su pistola para matarlo, pero Aurelio Manrique se lo impidió diciéndole que era necesario averiguar si había otros involucrados en el asesinato.
Entre muchos, cargaron el cadáver para subirlo a su automóvil Cadillac, para trasladarlo. León Toral era maestro de bachillerato en el colegio Apolonio del Valle, y además trabajaba como dibujante en el periódico Excélsior.
Era un fanático religioso, proveniente de San Juan de los Lagos, Jalisco, y pertenecía a la organización Acción Católica de la Juventud Mexicana, quienes operaban políticamente contra la guerra cristera que había desatado el gobierno.
Se había valido de su habilidad como dibujante y caricaturista, para acercarse al general Álvaro Obregón, pues se ofreció a hacer un buen retrato del General en el elegante restaurante “La Bombilla” de la colonia San Ángel, en donde comía acompañado de sus amigos y seguidores.
El día martes 17 de julio de 1928, el militar y político sonorense, acudió a un banquete en su honor. Andaba placeándose, disfrutando los halagos de la gente ligada al poder presidencial. Dos semanas antes, se habían efectuado elecciones, y “había resultado electo” como Presidente de México.
El menú fue cocktail, entremés a la mexicana, crema portuguesa de tomate, huevos con champiñones, y pescado a la veracruzana. Al finalizar se servía el pastel especialidad de “La Bombilla”, que había dado fama al lugar. Obregón se zampó todo esto, y todavía pidió un plato de mole.
Arnulfo R. Gómez fue candidato de Partido nacional anti reeleccionista, y francisco serrano como independiente. Por cierto que Serrano había visitado a obregón, para “limar asperezas” y le dijo: “Bueno General, ya sabe que vamos a una lucha de caballeros”.
Obregón le contestó con su característica ironía: “A, qué Panchito, yo te creía inteligente. En México no hay lucha de caballeros; aquí uno se va a la presidencia y el otro, al paredón”.
La orquesta típica del maestro Alfonso Esparza Oteo y dos cancioneras amenizaron “La Ultima Comida” de Obregón. No se había dispuesto ningún operativo de seguridad, pues solo se trataba de un ágape que le ofrecían los diputados federales guanajuatenses.
Al día siguiente, miércoles 28 de julio, el Presidente Calles de manera por demás hipócrita, declaró que México había perdido al estadista más completo, y ofreció castigo para los culpables. Obregón era compadre de Calles, pues el general había sido “Padrino” de Hortensia, la hija mayor de Don Plutarco.
Comentarios
Publicar un comentario
Muchas gracias por leer La Crónica, Vespertino de Chilpancingo, Realice su comentario.