ARTÍCULO

Fallecimiento de Porfirio Díaz
Apolinar Castrejón Marino

Todos tenemos algún amigo o familiar muy presumido, que entre más ignorantes, más presumen algún dato que hayan escuchado casualmente: fecha, nombre, o hecho histórico.
El “May” de la peluquería, queriendo quedar bien, y presumir de la cultura que no consiguió con estudios, le preguntó al cliente que estaba rasurando (para que sus demás visitantes escucharan):
“A ver licenciado ¿Usted que sabe mucho, cuántos días hemos tenido presidentes en México?”
El interfecto desde luego, se sintió un tanto confundido por tan capciosa pregunta, y como solo estaba pensando en sus asuntos, le dijo mansamente que no sabía. Con toda suficiencia, el “May” le contestó que solo dos: Porfirio Díaz, y Gustavo Díaz Ordaz.
El respetable público se mostró admirado de la “sabiduría” del may, con la salvedad, que entre la clientela estaba un pícaro del bajo mundo, de esos que se las saben de albures, y malas palabras. Midió bien al may, lo centró y le reviró una pregunta de colección.
Oiga may, nos tiene muy sorprendidos.
Y el may se esponjaba más ante el halago, sin darse cuenta que “le estaban tendiendo su camita”.
Y como sabe mucho, a ver díganos cuantos días han
pasado desde que Adán y Eva se comieron la manzana en el paraíso.
Los parroquianos se quedaron quietos, primero porque la pregunta tenía las mismas características de la que formuló el may, y segundo porque esperaban ver el tamaño de la inteligencia del rey de las tijeras.
El may se turbó, y hasta dejó de cortar el cabello del cliente, y reclamó un tanto exasperado:
No chingues, necesitaría una calculadora, o una computadora para hacer esa operación tan grande.
El pícaro sonrió levemente, y le dijo al may
¿Pero por qué? ¡La cuestión es muy fácil!
Poniéndosele enfrente, el may le dijo:
A ver ¿Cuántos días han pasado desde el paraíso?
Y tranquilamente, el cliente le dio la respuesta:
Pues solo 7 días may: lunes, martes, miércoles…
Según los libros oficiales, Porfirio Díaz es el villano de nuestra historia: fue un dictador, introdujo compañías extranjeras para que explotaran nuestro petróleo, se rodeó de políticos ladrones, y mantuvo un régimen de terror policíaco. En esa descripción, cabe cualquier Presidente, por ejemplo Enrique Peña Nieto.
José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, fue Presidente hasta en 7 ocasiones, manteniéndose en el cargo por 35 años, desde el 24 de noviembre de 1876, después del triunfo de la Revolución de Tuxtepec, hasta el 23 de mayo de 1911, en que presentó su renuncia, ante la Cámara de Diputados, en medio de una manifestación de más de mil personas que exigía su renuncia ante la derrota de su ejército en Ciudad Juárez, en medio de la Revolución iniciada en su contra por Francisco I. Madero el 20 de noviembre de 1910.
El 31 de mayo, a bordo del buque alemán “Ypiranga”, Porfirio Díaz y su familia abandonaron el país hacia el destierro. Debido a la infección bucal que le aquejaba Don Porfirio tuvo internarse en una clínica de Suiza, En julio, Díaz y su familia visitaron París, donde el general Gustave Léon Niox, lo escoltó hasta la tumba de Napoleón Bonaparte, a quien el general Don Porfirio admiraba.
Luego del viaje a Francia, Porfirio Díaz comenzó a recorrer Europa y sus principales capitales, acompañado de su esposa. En abril de 1912, fue recibido en el Palacio de la Zarzuela, Madrid, por el rey Alfonso XIII de España, quien lo invitó a residir en la Península Ibérica y le hizo entrega de una espada como obsequio.
El káiser Guillermo II de Alemania le envió a Zaragoza boletos para presenciar las maniobras militares de su ejército en Múnich, a donde llegaron en vísperas de la Primera Guerra Mundial. La familia Díaz fijó su residencia en París, y de ahí viajaban constantemente hacia la costa francesa. Viajaron al norte de África, a Egipto, y a Grecia. Que buen “destierro” ¿No?
Pero como todo tiene un límite, la salud de Don Porfirio se agotó. Según los relatos de Carmen Romero Rubio, a Don Porfirio Díaz, se le endurecieron las arterias, enfermó de disentería, padecía de alucinaciones y pronunciaba repetidamente el nombre de su hermana Nicolasa, fallecida años atrás.
El 2 de julio de 1915, perdió la palabra y la razón, y a las seis de la tarde con treinta y dos minutos falleció a la edad de ochenta y cuatro años. Fue enterrado provisionalmente en la iglesia de Saint Honoré l’Eylau, y el 27 de diciembre de 1921 sus restos fueron trasladados al cementerio de Montparnasse en París.

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