COLUMNA

De pañales, políticos, impunidad y aniquilación de periodistas
Bernard Shaw, periodista, socialista, vegetariano y dramaturgo irlandés tuvo genialidades estupendas. Una de ellas cuando invitó a Winston Churchill a la presentación de una de sus obras: “Venga usted con un amigo, si es que lo tiene”, a lo que aquel respondió “Me es imposible asistir, acudiré a la segunda presentación, si es que la hay”.
El literato que se negaba a comer carne, pues consideraba que los intelectuales no pueden rebajarse a comer cadáveres, tenía un concepto muy especial al referirse a los políticos: “Los pañales y los políticos hay que cambiarlos muy a menudo y por las mismas razones”, sostenía.
Es posible que de haber vivido en México el señor Shaw se hubiese convertido en dramática cifra que da cuerpo a mortal estadística: sería uno más de los 297 periodistas asesinados a partir de 1939 a la fecha.
¿Por qué y quiénes les han asesinado? Por lo regular
se dice que andaban metidos en algo y que fueron imprudentes al meterse con quien no debían. Casi siempre aparecen políticos en la escena.
Ha sido a partir de 1939 que se ha documentado en México el primer homicidio de un periodista.  En “The President that Never Was: Maximino Avila Camacho and the Taming of Caudillismo in Early Post-revolutionary Mexico” se lee que a éste personaje se atribuye el asesinato de José Trinidad Mata, periodista poblano.
La fama de Maximino, curiosamente primer propietario de una lujosa casa en el islote de Caletilla en Acapulco, le ha llevado a ser considerado político, militante del Nacional Socialismo alemán y jefe de una gavilla de asesinos y contrabandistas que, al paso de los años, se convirtieron en precursores de los actuales carteles de la droga y de lo que el argot periodístico hemos dado en llamar narco políticos. Curiosa palabra compuesta para dar un calificativo a hombres con un poder que ni Obama, Trump, Putin o Macrone sueñan con tener: dueños de vidas, horca y cuchillo, según maquiavélica definición.
¿CUÁNTOS VAN?
Ya dijimos que en 1939 se ha documentado el primer asesinato de un periodista. El presidente de México era, en aquel entonces, Lázaro Cárdenas. A partir de entonces no hubo otro homicidio sino hasta julio y agosto de 1956, cuando fueron asesinados dos periodistas en Tijuana. El presidente de México en ese tiempo fue Adolfo Ruiz Cortines. Se puede decir que hubo una paz con la prensa hasta 1961 cuando fue asesinado otro periodista en Tijuana. El presidente fue Adolfo López Mateos. Luego llegarían diez años sin ejecuciones.
En el año 1971 fue asesinado un periodista de Sinaloa, siendo presidente Luis Echeverría. Luego fueron asesinados diez periodistas entre el 1977 y 1982, cuando el presidente fue José López Portillo.
Entre 1982 y 1988 el presidente fue Miguel de la Madrid Hurtado. Habrá que hacer un alto en esta numeraria siniestramente trágica: en 1984 fue asesinado Manuel Buendía Téllezgirón, a raíz de sus publicaciones denunciando la colusión entre narcotraficantes y políticos mexicanos.
Curioso dato pues el año 1985 es considerado como cuando arrancó lo que actualmente conocemos con el sector de narcopolíticos. Singularmente, a Buendía le mató un sobrino de aquel Maximino Ávila Camacho. En ese tiempo del presidente de la Renovación Moral fueron asesinados 36 periodistas.
Entre 1989 y 1994 cuando fue presidente Carlos Salinas fueron asesinados 25 periodistas. Entre 1995 y el año dos mil, cuando Ernesto Zedillo fue presidente, fueron asesinados 21 periodistas. Entre el 2001 al 2006 fueron asesinados 27 periodistas; el presidente era Vicente Fox.
Sin duda el campeón de la impunidad por homicidios de periodistas es Felipe Calderón: entre 2007 y 2012 fueron asesinados ciento once periodistas.
En lo que va del mandato de Enrique Peña Nieto van 51 periodistas asesinados.
¿CUÁNTOS EN GUERRERO?
En 1985 fueron asesinados José Luis Nava Landa en Chilpancingo, y José Antonio Godoy Mena, en Ayutla de los Libres; era gobernador Alejandro Cervantes Delgado. En 1987 y 1988, en Acapulco, fueron asesinados Martín Ortiz Moreno y Rigoberto Coria Ochoa. Era gobernador José Francisco Ruiz Massieu.
Fue hasta 1997 cuando fue asesinado en Chilpancingo otro periodista, Jesús Abel Bueno León; en 1998 matan a Pedro Valle Hernández, en Zihuatanejo; era gobernador interino Ángel Aguirre Rivero.  En 2000, siendo gobernador René Juárez Cisneros, son asesinados o desaparecidos Gregorio Urieta, en Acapulco y Rafael Villafuerte Aguilar, en Ciudad Altamirano y en 2004 desaparece Leodegario Aguilera Lucas.
El campeón de la impunidad en Guerrero es Zeferino Torreblanca Galindo. En 2006 asesinan a Misael Tamayo Hernández, en Zihuatanejo; en 2007 a Amado Ramírez, en Acapulco; en 2009 a Jean Paul Ibarra Ramírez, de Iguala; Juan Carlos Hernández Mundo, de Taxco; a Juan Daniel Martínez Gil, de Acapulco; en 2010 a Jorge Ochoa Martínez, de Ayutla de los Libres; Evaristo Pacheco de Chilpancingo; Juan Francisco Rodríguez Ríos y María Elvira Hernández Galeana, de Coyuca de Benítez; en 2011 desapareció Marco Antonio López Ortiz, de Acapulco; todos durante el mandato del gobernador Zeferino Torreblanca Galindo.
En 2012 David Araujo Arévalo, de Acapulco; en 2014 Miguel Ángel Guzmán Garduño, de Chilpancingo y Jorge Torres Palacios, de Acapulco cuando era gobernado Ángel Heladio Aguirre Rivero.
LA IMPUNIDAD
El último reporte de la Organización Mundial de la Salud da cuenta de que en México han sido asesinados 18 personas por cada cien mil habitantes. Esto aparejado con una guerra desigual contra el narcotráfico en la que los mexicanos ponen los muertos, los gringos el mercado, el Ejército Mexicano agarra a los criminales y los jueces los sueltan por tecnicismos.
¿Cómo exigir que a los periodistas nos consideren ciudadanos e excepción cuando la sangría es pareja?
La semana pasada han sido asesinados dos comunicadores en Sinaloa y Jalisco. El hecho provocó inusitadas marchas y protestas de periodistas en todo el país. Con la etiqueta #nos están matando, los comunicadores llamaron la atención en el sentido de la gran cantidad de reporteros asesinados a causa de su labor.
Pocos, sin embargo, cayeron en cuenta de que, tanto a nivel estatal como en el nacional, no han sido castigados la mayoría de esas muertes. Tan sólo el dos por ciento del total de crímenes han recibido una dudosa condena en contra de presuntos autores intelectuales. A eso se le llama impunidad y es una invitación a seguir matando periodistas.
El presidente de México ha respondido con un discurso y buenos deseos a las muertes de periodistas. Ofreció ocho acciones alejadas de nuestra realidad y que en nada inhiben los homicidios. La muestra de la certeza de ésta crítica es que no bien ofreció su discurso de protección a la prensa y en Michoacán ha sido secuestrado otro periodista.
LOS PAÑALES.
La certeza de Bernard Shaw al referirse a los políticos y la tolerancia de Winston Churchill, quien a la crítica de éste respondió con mordaz comentario, nos hacen falta en México. De Churchill falta que nuestros poderosos entiendan que al matar a un periodista se mata a la democracia y de Shaw la certeza de que, en efecto, a los políticos y los pañales hay que cambiarlos a menudo… y por las mismas razones.

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