ARTÍCULO
Evodio
Juan López
Gobernar es cada vez más un oficio operado desde una fortaleza rodeada de fosos y caimanes, que una arcadia que propicie la paz y el orden social, por medio de manifiestos que lleven el bienestar a la sociedad y calmen la estridencia de una opinión del público, que más que nunca tiene fugas y escapes en las redes sociales para carcomer cualquier reputación con un desgaste continuo, irritante.
Hubo tiempos en que la ocupación de denostar a la autoridad era exclusivo de ciertos personajes: periodistas que teníamos acceso a los diarios y nos ensañábamos en columnas editoriales con páginas que parecían epitafios de lo despiadado como cortaban la yugular de las víctimas. Recordemos en Acapulco a Nacho de la Hoya: muy preciso, contundente, implacable, no había honra dudosa que no fulminara su prosa corta envenenada con su crítica sin
costuras.Gobernar es cada vez más un oficio operado desde una fortaleza rodeada de fosos y caimanes, que una arcadia que propicie la paz y el orden social, por medio de manifiestos que lleven el bienestar a la sociedad y calmen la estridencia de una opinión del público, que más que nunca tiene fugas y escapes en las redes sociales para carcomer cualquier reputación con un desgaste continuo, irritante.
Hubo tiempos en que la ocupación de denostar a la autoridad era exclusivo de ciertos personajes: periodistas que teníamos acceso a los diarios y nos ensañábamos en columnas editoriales con páginas que parecían epitafios de lo despiadado como cortaban la yugular de las víctimas. Recordemos en Acapulco a Nacho de la Hoya: muy preciso, contundente, implacable, no había honra dudosa que no fulminara su prosa corta envenenada con su crítica sin
Hoy es el Facebook, la ruta de Internet que recorre los meandros públicos y privados de los hombres que se dedican a tareas políticas y los baña de muñiga bajo una premisa: ya no hay censura. Un Jefe de Redacción no puede determinar que una nota-artículo-texto no se publique porque antes de que decida su exterminio, éste ya fue dado a conocer por las redes sociales, donde incluso tienen mayor circulación los contenidos que perjudican la honra ajena.
Evodio Velásquez Aguirre sale a Colombia en una gira que lo lleva a firmar acuerdos con los gobiernos de aquel país en menesteres de turismo, cultura e intercambio de afinidades nacionales. Envía nota periodística de sus actividades. Va a organismos y departamentos y en ellos establece reciprocidades que tengan con Acapulco ciertas analogías: en una situación global por nuestra vocación turística ha de ser prioritaria la atención al ciudadano universal, el trotamundos que cancela lo nacional por lo internacional y viene a nuestra tierra a contribuir con la grandeza de Acapulco.
Mientras el presidente municipal hace su esfuerzo lo agreden las redes sociales. Lo colman de epítetos, denuestos y malquerencias. Le atribuyen la culpa del temblor, el calor y el mar de fondo. Como el rinoceronte, más que nunca, el político ha de ser de piel gruesa, en donde las incomprensiones no penetren con sus vilipendios.
El Alcalde no necesita un tachonador de renglones que lo escude. Estas letras son un indicador de que la tolerancia no es ingrediente de la opinión del público. Las redes sociales no expresan el juicio justo, certero, ecuánime de la opinión pública, son la cruda opinión del público sin cedazo, sin filtro, sin atenuantes, sin compasión.
Cuando no es un calificativo es otro. Lo culpan de la corrupción, de la violencia, de los aullidos en las noches de luna, por colocar en la vía pública monumentos. Cualquier acción suya es descalificada y se le suman yerros y se le multiplican desatinos.
Acapulco, pese a la trágica intimidación criminal, la devaluación de la moneda, la pobreza nacional y otras tirrias, sigue manteniendo la misma preferencia y una cada vez mayor concurrencia de visitantes a nuestras playas: más cruceros, mas convenciones, más festivales, hasta una invasión hormiga de motociclistas y… Aún así no aprecian la voluntad política cotidiana de Evodio Velásquez Aguirre.
PD: “Los tiempos difíciles hacen grandes a los hombres”: Borges.
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