POEMA
Mujer entre las piedras
Wendy Alanís
Mujer, colinas de marfil
son tus hombros, de seda
como pétalos de fresca rosa roja,
tan infinita siempre como amante de la vida,
con tus sueños colmando la tibieza de tu
Mujer, colinas de marfil
son tus hombros, de seda
como pétalos de fresca rosa roja,
tan infinita siempre como amante de la vida,
con tus sueños colmando la tibieza de tu
mirada, así eras tú; fábula y flor,
y entonces te vi partir sin rumbo un día
con esa falda tuya que se hizo de terciopelo fino
levantando alegre su propio vuelo,
al paso inquieto del viento salvaje y burlón
pero hoy que no estás, la luna extraña ese andar.
Mujer, me dicen que te han visto entre las piedras,
sin flores en tus manos, sin la pequeña sonrisa divina
incendiaria de amor, pintada con un pincel de algodón
en tu boca juvenil,
me dicen que te han visto desnuda, descalza,
como dormida entre la hierba sucia, con tu cabellera
negra sin peinar, con tus mejillas sin color,
sin tu falda de lino blanco, esponjándose venturosa,
Mujer; me dicen que de sereno es tu sudario.
¿Dónde estás mujer?
¡ Tus hijos lloran la ausencia de tus pechos!
Claman solitos el sonido de tu voz
Y la suavidad de tus besos en el ocaso,
Antes de dormir.
Ayer te vi hecha niña, con el colorete rosado
de tu cara manchada de polvo de girasol, pero hoy
te miro ahí, sujeta entre marañas de áspero linaje, sin hablar,
sin oír, sin cantar, sin reír, con la sangre de tu llaga dibujando
la orilla de tu vestido, con tus ojos de claro azul cerrados
de un manotazo y como si aún estuvieras viva,
toqué con mis labios tu frente fría,
abracé tu rostro con mis dedos, ya envejecidos
y sollocé sobre tu boca tiesa
lágrimas gruesas que mojaron mi deshilado reboso
y limpié el pecado de tus piernas y las junté.
Y tuve un crisol de paz
en la ventana de tu bello mirar
y vi a la luz amarte una vez más
y a la tierra ardorosa besar tus pasos
pero hoy he visto al río que mece tu cuerpo,
lo lleva marchito, lo lleva inerme, lo lleva sin tu olor,
lo hunde en su frío torrente
y yo espero en su orilla lodosa
contenerte en un abrazo, mi niña hermosa.
Justicia para Anahí, para Mariana, para ti,
para mí, para el espíritu de mi madre.
Mujer entre las piedras,
desmembrada , la que yo buscaba,
la que sus hijos lloran la ausencia de su regazo,
la que entre aves de rapiña descansa como niña,
muerta al sol, cegaron su vida las fauces de un cruel amante,
el machismo se llevó su alma,
la hirió como hiere como el rayo tenaz el centro
irreal del majestuoso roble y así la perdí.
hoy, la madrugada se viste con el
fantasma de la niebla y yo saldré a buscarte una vez
más. El cansancio se posa sobre mí.
Colmaba tu vientre la vida nueva de un inocente.
En mi mano tu cintura abultada.
Camino lejos hija mía, entre alabastros y serpientes,
donde me dicen que el campesino te encontró,
y te veo ahí, escondida en el mudo trigal,
como funesto testigo.
Un grito funde el silencio campirano.
Huye el cuervo que acecha tus cenizas.
Se perdió tu guiño, se murió contigo tu hijo.
Sucumbió entre las llamas. Entre la siniestra llamarada
Palpitante sobre las tinieblas que ocultaron tu dolor.
Te dibujo ahora en las campanas de mi soledad,
con la crueldad de tu muerte jadeando sobre mi pecho
noche a noche.
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