COLUMNA
La resistencia de los jóvenes
Apolinar Castrejón Marino
Los códigos de conducta del mundo globalizado han establecido limites muy estrictos a lo que se puede decir, y lo que no.
Un muro o barrera infranqueable impide a la gente decir lo que realmente piensa o cree de algunos tópicos, como por ejemplo, no puede decir que no le gusta la música de Juan Gabriel, ni puede expresar su opinión en contra de los actos vandálicos de los “ayotzinapos”, y mucho menos puede tildar a los homosexuales con los adjetivos “tradicionales”.
¿De qué se trata? ¿De verdad estamos contra los muros? ¿La “libertad de expresión” es una mentira? Si estamos contra los muros fronterizos a que se refiere el candidato republicano Dolad Trump, también debemos estar contra los muros que limiten la expresión de las ideas.
Le recordamos que una sociedad reprimida, es una sociedad inconforme, y esa inconformidad se puede manifestar de manera y forma inesperadas. Muchas décadas anteriores, los temas prohibidos eran la Virgen de Guadalupe, la figura presidencial y la sexualidad. Nadie podía hablar de estos asuntos, porque quedaba expuest@ a la reprobación social.
Nadie le ha dicho a usted por que protestaban los universitarios en el ’68 ¿Verdad? Pues mire usted, los jóvenes estudiantes de entonces, no tenían problemas económicos, ni había escases de empleo, y la inseguridad se encontraba en niveles mínimos. Entonces se inventaron un pretexto para manifestarse en contra del gobierno, deporte muy practicado por todos cuando somos jóvenes.
Decidieron que no había suficiente libertad para expresarse. Pero ellos se referían a expresar su sentido artístico: pintura, poesía, cine, etc. “Los Teen Tops”, “Los Hooligans”, “Los Rebeldes del rock” y otros 30 grupos de música juvenil no les eran suficientes.
Las figuras de César Costa, Alberto Vázquez, Manolo Muñoz, y otra docena de intérpretes famosos venidos de otros países, a incrementar la lista de ídolos que cantaban “covers” de los éxitos musicales de Estados Unidos: Johnny Laboriel, Angélica María, Enrique Guzmán, no parecían colmar las expectativas de los jóvenes.
Gozaban de una existencia desenfadada. Hacían muchas fiestas, se fumaban sus cigarritos de yerba, practicaba varios deportes y hobbies, y cuando terminaban sus carreras tenían seguro que conseguirían trabajo a su gusto.
Algo que es muy difícil de entender es por qué a los jóvenes de entonces les gustaba tanto pelearse, los bailes populares siempre terminaban en peleas, los noviazgos casi siempre tenían episodios de pelearse por la amada, y las rivalidades entre las escuelas se expresaban a puñetazos.
Y una de tantas peleas, entre estudiantes se complicó. El 22 de julio de 1968, un incidente de fútbol americano entre las Vocacionales 2 y 5 del IPN, y la preparatoria Isaac Ochoterena, terminó en una pelea que fue intervenida por la policía. Luego vinieron las venganzas, cada día más violentas. Por aquel entonces los granaderos, de verdad repartían macanazos al grito de ¡Chipote con sangre!
Vino una gran escalada de violencia, y varias escuelas entran en un paro de labores, los granaderos y el ejército entró a varias de las escuelas. Y bueno, todo terminó en 267 muertos, 1200 heridos y casi cien desaparecidos.
Lo trágico del asunto es que aquel conflicto sigue produciendo muertos y desaparecidos, y lo más irónico es que los muertos son gente que no tuvo nada que ver, y ni sabe que es lo que en realidad pasó. Los jóvenes estudiantes de Ayotzinapa, ni siquiera habían nacido en 1968. Y cada año hay más derramamiento de sangre, como ofrenda a los dioses de nuestros antepasados.
Y ahora vemos mayor revoltijo, con los líderes estudiantiles del ’68 tomando como bandera el caso Ayotzinapa. Entonces ¿Quién apoya a quién? ¿Qué fue primero, la gallina o el huevo?
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