COLUMNA
Primera República Mexicana
Apolinar Castrejón Marino
La festividad de “La Independencia”, nos produce siempre un revoltijo de sentimientos similar a la rabia de Calibán, personaje de la obra “La Tempestad” de William Shakespeare.
El patrioterismo es la rabia de Calibán al no ver su rostro reflejado en el espejo, y el mexicanismo es la rabia de Calibán al ver su rostro reflejado en el espejo. No se trata de un juego de palabras, ni de un acertijo. Se trata de palpar nuestra realidad monda y lironda. Verá usted.
En términos generales, nos sentimos muy patriotas en solo 3 fechas durante el año: 16 de septiembre, 20 de noviembre, y 24 de febrero. Celebramos con banderitas tricolores, vestimentas “típicas” y platillos tradicionales: el inicio de la Guerra de Independencia, el inicio de la Revolución Mexicana, y el Día de la Bandera.
Los 362 días del año restantes, nos pasamos imitando el modo de vida gringa y europea, y somos consumidores sempiternos de pizzas, hamburguesas y “panqueques”. Nuestras damitas “mexicanas” están muy al pendiente de la moda francesa e italiana, para que sus costureras les hagan una reproducción. Y entonces ¿Para qué querían nuestros antecesores que fuéramos independientes?
Convendrá recordarles que el 27 de septiembre de 1821, después de tres siglos de dominio español, y después de una Guerra de Independencia que tardó 11 años, pagada con la sangre de 6 millones de muertos, nuestro país alcanzó su libertad ¿Y cómo fue esa liberación?
En una reunión entre españoles y paisanos nuestros, llamada Los Tratados de Córdoba reconocieron a la Nueva España como una nación independiente, para que se organizara y administrara a su conveniencia y según sus intereses.
Pero nuestros héroes de la independencia serían muy valientes para pelear y combatir, pero no tenían ningún propósito claro y definido. Y entonces se les ocurrió formar un Imperio (¿?). Y de esta forma, el general Agustín de Iturbide fue proclamado emperador de México el 18 de mayo de 1822. Y bien que lo disfrutó, hasta que fue obligado a abdicar el 19 de marzo de 1823.
Enseguida, nuestros próceres urdieron otra cosa, el establecimiento de una República (¿?). El 10 de octubre de 1824, fue nombrado como primer presidente José Miguel Ramón Adaucto Fernández y Félix, quien adoptó el nombre de Guadalupe Victoria, en honor a la Virgen de Guadalupe, y por las victorias obtenidas en la guerra contra los españoles.
Como usted sabe, un presidente debe ajustarse a una legislación, para no caer en el despotismo. Entonces, el Congreso constituyente le dio una Constitución, en la cual se establecía que nuestro país adoptaba la forma de gobierno de república, federal, y representativa. Que hasta la fecha, no sabemos lo que esto signifique.
El país quedó integrado por 19 estados, 5 territorios y un distrito federal. La constitución no estableció los derechos ciudadanos, y entonces el derecho de igualdad de los mexicanos, quedó restringido por el fuero militar y eclesiástico. Desde entonces hay mexicanos de primera y de segunda.
Aparentemente, el único artículo importante para la población, era el de la abolición de la esclavitud, porque los congresistas elaboraron los demás artículos según sus intereses y conveniencia:
“Se deposita el poder legislativo de la federación, en un Congreso general, que se divide en dos cámaras, una de diputados y otra de senadores”. ¿Con dedicatoria para quién? Así es, para la clase política.
“La religión de la nación mexicana es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana, y se prohíbe cualquier otra”. ¿Con dedicatoria para quién? Así es, para el clero.
“Se deposita el supremo poder ejecutivo de la federación en un solo individuo, que se denominará presidente de los Estados-Unidos Mexicanos”. ¿Con dedicatoria para quién? Así es, para los militares, quienes convertían su poder, capacidad y fuerza, en poder político.
Esta primera República Federal duró solamente doce años, y luego vino otra República, el 23 de octubre de 1835, pero eso se lo contaremos otro día.
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