COLUMNA
Cosmos
Héctor Contreras Organista
UN CUARTO DE SIGLO SIN TI
Ayer, 6 de septiembre de 2016, se cumplieron 25 años de que me dejaste.
Esa tarde apacible entregaste tu alma, tu vida y tu historia al Creador.
Sí, fue una tarde apacible como tu propia vida, pero también llena de trabajo llevando la enseñanza de las primeras letras a los niños de muchos pueblos guerrerenses donde también sembraste amistad y cultivaste el cariño de la gente y muchas familias campesinas te eligieron como madrina de sus hijos, porque en tu tiempo de profesora no sólo dabas clases en la mañana, también por las tardes a los adultos y muchos te agradecieron con ese gesto: ser madrina de sus hijos en los bautizos, confirmaciones y primeras comuniones donde se repartía chocolate casero y pan de horno rústico de eso pueblos lejanos encajados en las marañas selváticas que abundan en la sierra y en la montaña.
Los lunes de madrugada se me partía el alma cuando me despertaba escuchando el sutil ruido que hacías en la casa metiendo alimentos y ropa en unas bolsas, café y azúcar que allá donde trabajabas no había.
Escuchaba como golpe en las entrañas cuando cerrabas la puerta de madera con sumo cuidado, para, según tú, que no me despertara.
Cómo no recordar cuando te acompañé a una de las cuadrillas a la que llegaron las autoridades de Educación a inaugurar una cancha de basquetbol que construiste para el pueblo, y que duró muchos años.
Y aquellos árboles ahora añosos que están de pie en otro pueblo y que sembraste con los niños en los patios de la escuela y cuando paso por aquel rumbo logro verlos desde la carretera asfaltada y que entonces era brecha.
Y aquella tarde gris y violenta donde conocí tu gran valor cuando ibamos avanzando por entre los pinares bajo un cielo negro subiendo a paso lento, caminando sobre un resbaladizo barro colorado mientras la lluvia caía inclemente y los truenos y los rayos los sentía junto a mí mientras te apoyaba cargando una pesada caja con libros que llevaste a los alumnos de ese pueblo de la sierra, pueblo que ya no existe, y con tu voz firme me decías: No te detengas...
Y tu voz aún la escucho, y como ves, no me detengo, sigo guíado por ti, por tu ejemplo y tu grandeza de mujer y madre guerrerense, como todas las mujeres de mi tierra morena: Grande, valiosa, valerosa y ejemplar.
Dios te permitió ofrendarle cada diciembre los cánticos infantiles de niñas y niños que salían de Pastores y acostaban al niño Dios la noche del 24 de diciembre en un Nacimiento de heno que se levantaba a un costado del altar mayor de la iglesia de la Asunción cuando el padre Agustín M. Díaz, canónigo, se encargó de administrar la hoy catedral.
Y también en la iglesia de San Mateo y en muchas casas de familias que aún recuerdo se acostaba al niño Dios con Las Aromas y otros villancicos.
Si amo a Amojileca, es porque por años ahí diste clases en la vieja escuela primaria y me iba a verte, caminando, saliendo de mi escuela “Fray Bartolomé”.
Ese recorrido me lo sabía de memoria y hasta cuántas palmas de capulines había en el cerro junto al camino. Y desde la subida observaba el campo de aviación cuando aterrizaban o despegaban las avionetas de Gómez Méndez y Toño Suck era el as de los pilotos aviadores, y era chilpancingueño.
Hace 25 años te fuiste, Madre. Le pegunté esa tarde en la casa al gran amigo el médico Francisco Barajas, el por qué. Respondió que tu reloj biológico había llegado a su término.
Principio y fin. Pero entre esos extremos se vive una vida como la elije la propia persona.
Mi madre se inclinó por dar, y eso fue lo que como mejor recuerdo y ejemplo me dejo.
Un día un conocido ya irritado de tanto dar, me preguntó: ¿Y hasta cuándo voy a dejar de dar?
Le contesté algo simple: Hasta que Dios te deje de dar.
Gracias Madre, Gracias Doña Irene Organista Sánchez por haberme dado vida, misma que brotó del amor con Don Roberto Contreras Morales.
Bendiciones , donden de4 se encuentre con Dios.Amén
ResponderEliminarHermoso sentimiento expresado de un hijo a su madrecita. Nos das una enseñanza de gratitud, de reflexión hacia ese ser maravilloso y hermoso que nos dió la vida... Ella, guiará tus pasos, cuidándote, guiándote y bendiciéndote por ese corazón que emana el amor de un hijo a su madre. Muchas gracias gran maestro por compartir tus experiencias.
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