COLUMNA

El príncipe engañado

Apolinar Castrejón Marino


Mejicalpan es un país del medio oriente, con tierras muy fértiles para el cultivo de las uvas, lo cual favorece que sus habitantes se dediquen a la elaboración de vinos.
Se trata de un país pequeño, en el que habitan apenas 15 mil familias. Todos viven cómodamente, aunque sin demasiados lujos, y pagan sus impuestos. 


El príncipe es justo y comprensivo, pero el enorme copete que adorna sus sienes, le ocasiona calor en su cerebro, y por eso tiene ideas febriles y absurdas. Mas como nadie puede contrariar sus ideas, ni señalarle un error, todos acatan sus reformas e iniciativas….hasta que.
Un día tuvo la gran idea de simplificar la recaudación de impuestos imponiendo una contribución única. En la estación del año en que se envasan y venden los vinos, cada uno de sus súbditos debe presentarse en los jardines del palacio con una jarra de vino de su producción.
Según las cuentas del príncipe copetón se reunirían 15 mil litros del mejor vino, con los cuales se obtendrían fondos suficientes para los gastos de salud, educación, seguridad, recolección de basura, y educación. Y aún quedaría una buena cantidad para que él y su familia compren mansiones, ropas elegantes, y joyas.
La noticia fue recibida con alegría, y la gente alabó al príncipe, y se cantaron canciones en su honor, y se brindó a su salud. Hasta que llegó el día de la contribución.
Desde temprano, empezaron a llegar los vinateros con su jarra. Uno por uno subía la escalera hasta el tope del enorme tonel real, para vaciar su tributo. El tesorero del reino colocaba en la camisa de cada ciudadano, un escudo que garantizaba el pago realizado.
A media tarde, el enorme barril estaba lleno. El monarca estaba muy satisfecho, y salió a su balcón a agradecer a su gente, y todos lo aclamaron. El paje real salió en persona a llenar una copa con el vino recolectado, para que el príncipe brindara por su pueblo. 
Con la copa en la mano, el soberano les dijo: “Quiero compartir con ustedes la alegría, al confirmar que la lealtad del pueblo con su rey, es igual que la lealtad del rey con su pueblo. Esta primera copa de vino, será sin duda un néctar de dioses, porque es la suma de las mejores uvas obtenidas por las mejores manos y con el amor del pueblo”.
Alzó la copa, pero se detuvo en el acto, pues el líquido le pareció transparente e incoloro, la acercó a su nariz, entrenada para oler los mejores vinos, y confirmó que tampoco tenía olor. Aun así, se animó a beber un sorbo. Y para su sorpresa ¡El vino no tenía ningún sabor!
Entonces mandó a tomar otra muestra. Pero no hubo diferencia alguna, todo era igual: inodoro, incoloro e insípido. Con urgencia fueron llamados los alquimistas para analizar la composición del líquido. Y los resultados fueron unánimes: el tonel estaba lleno de AGUA. Cien por ciento agua.
El monarca mandó reunir a todos los sabios y magos del reino, para que buscaran una explicación para este misterio. ¿Qué conjuro, o hechizo había provocado que esa mezcla de vinos exquisitos se transformara en agua?
Entonces el más anciano de sus ministros le dijo:
¿Milagro? ¿Conjuro? Nada de eso. Vuestros súbditos son humanos, majestad, eso es todo.
No entiendo, dijo el rey.
Tomemos por caso a Juan. Las uvas que cosecha son de las mejores cepas, y su vino es muy bueno. Esta mañana, cuando se preparaba para traer su jarra de vino, sintió que perdería una buena cantidad de dinero. Entonces se le ocurrió una idea para que no perdiera nada ¿Si llenara su jarra con agua en lugar de vino? Nadie lo notaría. Una sola jarra de agua en 15 mil  litros de vino, no harían ninguna diferencia.
Y nadie lo hubiera notado, salvo por un detalle: ¡Todos pensaron lo mismo!
Es realmente deplorable que un gobernante crea que su mente tenga ideas tan brillantes y únicas, que los ciudadanos las obedecerán con entusiasmo. Sobre todo las que involucran pago de impuestos. 
Y menos cuando están positivamente convencidos que se gastarán en mantener el lujo insultante de la clase gobernante: viajes, fiestas, autos, casas, comida, etc. Y menos, si lo que reciben los ciudadanos a cambio es inseguridad, corrupción e incompetencia de los funcionarios del gobierno. 
Los ciudadanos no son tontos, están al tanto del despilfarro que realiza el gobierno, con lo que les quita. Las enormes cifras que gasta el presidente de la república para vanagloriarse en la televisión, tratando de convencer a la gente de que trabaja mucho, y que se preocupa por la gente pobre. Las cifras escandalosas que se gasta en los viajes diarios por los estados del país y el extranjero. 
Viajes y actos innecesarios, llenos de protagonismo y culto a la personalidad. Solo por el gusto de invadir las funciones y trabajo de los miembros de su gabinete. Porque todos estaríamos de acuerdo que las noticias de salud, las debe dar al pueblo el Secretario de Salud, las noticias de seguridad. Las debe dar el Secretario de Seguridad Pública, y las noticias de educación, las debe dar el Secretario de Educación.
Y no necesitamos noticias, ni discursos, los funcionarios deben dar información: verídica, confiable y comprobable. A la sociedad mexicana no le sirven de nada las estadísticas arregladas, ni los informes maquillados.

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