PRINCIPAL DE PRIMERA PLANA
devastado por la madre naturaleza
Texto y fotos: Jonathan Cuevas.AZINYAHUALCO, GRO.-La tierra arcillosa en el pequeño valle donde serían reubicadas las familias damnificadas de Azinyahualco, municipio de Chilpancingo, contrasta drásticamente con la fructífera zona que tienen los pobladores 40 minutos cuesta arriba (en vehículo) donde son abrazados por ríos, grandes cascadas, exóticas aves, animales salvajes en peligro de extinción, majestuosos peñascos y una impresionante cañada boscosa, e incluso las nubes.
Un poco de “Azinya”
En el pueblo original confluyen las especies más características del Estado de Guerrero y, los mantos acuíferos más cristalinos y puros.
No hay católicos pero parece ser una tierra privilegiada por Dios. Hay poco más de 300 habitantes; la mitad son evangélicos y la otra mitad, testigos de Jehová. Todos conviven y cada grupo de creyentes tiene su Iglesia.
A diferencia de otros pueblos de todo el país, no se ve en el centro una vieja iglesia con su cruz en la punta de la torre. Las estructuras de los dos templos son modestas aunque diferentes en tamaño al resto de las casas.
El vicio del refresco de cola parece ser el más grande que tienen. La banda y corridos que se escuchan al pasar por afuera de las casas, son cristianos (su letra es dedicada a Dios).
No se venden los terrenos y no se explotan los bosques. Está estrictamente prohibido por los lugareños, igual que la caza de especies protegidas.
La localidad está ubicada en la Sierra del municipio de Chilpancingo, Guerrero. Según “Google”, su nombre original es “Cañada de Azingehualco”; está situada a mil 960 metros de altitud y el grado de analfabetismo entre los adultos es del 24,28 por ciento, aunque nadie habla lengua indígena.
La producción de aguacate, calabaza, plátano, jitomate, maíz y frijol, son las principales fuentes de trabajo. El campo lo es todo para la gente de “Azinya”. El agua que beben es de los arroyos más limpios que cruzan por su ejido.
Una víbora “coralillo”, jabalís, tigrillos, pumas, cenzontles, colibrís, tlacuaches, moyotes y un sinfín de animales cuadrúpedos, rastreros, aves y escarabajos más, son comunes de toparse al andar entre los bosques de este ejido, cuenta la gente.
Niños, jóvenes y adultos juegan “al quemado”, un “21” en la cancha de básquetbol, una “reta” de futbol o bien, se van al bosque a cazar o a bañar en el río donde para llegar se tiene que brincar entre los peñascos.
Una de las actividades cotidianas de convivencia también es, juntarse varios integrantes de una familia a la una de la tarde para degustar un pan recién horneado acompañado de una coca-cola “bien fría”. Algunas personas prefieren el atardecer para beber un refresco al tiempo que se oculta el sol.
Los pequeños corren por todo el pueblo y juegan sin riesgo alguno. Aquí no hay inseguridad y la gente tampoco se dedica a la siembra de amapola o marihuana, como en otros puntos de la Sierra de esta entidad.
Azinyahualco es una probadita de la Sierra de Guerrero donde se respeta la flora y fauna. Los mantos acuíferos son cristalinos y el escenario totalmente natural. Solo la propia naturaleza ha modificado el andar de los ríos y la posición o lugar de los peñascos (enormes rocas que hay en la zona).
En ocasiones, las nubes cubren a Azinyahualco como si lo trataran de ocultar del resto del mundo. Las puntas de las montañas y cañadas más altas quedan por encima y, desde allá, se puede ver una capa blanca como un pabellón de azúcar sobre la comunidad.
Cuenta la gente que hay imágenes católicas, cuevas, grutas, lagos y vestigios prehistóricos de los cuales tienen pruebas. Varios de los lugres están apenas por explorar.
El pueblo serrano asentado en medio de una impresionante cañada es difícil de describir. La hermosura natural que rodea a los habitantes es única… simplemente inigualable y majestuosa.
La devastación
Los días 13, 14 y 15 de septiembre fueron trágicos en el Estado de Guerrero. La fusión del huracán “Ingrid” y la tormenta “Manuel” provocaron la lluvia que no cesó durante esas fechas. Muerte y devastación fue el resultado.
En Azinyahualco la tragedia fue solo “material” por decirlo de alguna manera, pero realmente dolorosa. Varias familias perdieron todos sus bienes; tierras, muebles, aparatos y casas… también a sus animales.
Varios cortes carreteros y el colapso de tres viejos puentes, provocó que la gente quedara incomunicada al menos un semana. Cuando ellos mismos con la ayuda de pueblos vecinos, pudieron reestablecer el camino, todos fueron refugiados en el albergue de “El Ocotito” que es un centro de comercio en el corredor Chilpancingo-Acapulco. Se ubica a unos 30 minutos de distancia en vehículo, desde la capital, sobre la carretera libre de cuota.
De aquellos días trágicos y los posteriores no se olvida la gente. Algunos lloran al recordar. Su pueblo fue modificado por la propia naturaleza.
Y es que las casas más cercanas al río simplemente desaparecieron al igual que las tierras (completas o parte de estas) de los ejidatarios. El cauce del río cambió su curso y las rocas que en su mayoría son dos veces más grandes que una casa, rodaron por diferentes lados.
Hoy el río anda entre los peñascos y los tallos de los árboles caídos quedaron atorados entre las piedras. Desaparecieron pozas de agua y cascadas, aunque surgieron otras.
En menos de tres meses después de la tormenta, las familias de Azinyahualco ya estaban todas de regreso en su pueblo y, ante la poca ayuda de las autoridades tuvieron que levantar sus casas nuevamente y los que no tuvieron pérdida total, repararon los destrozos.
La promesa de una reubicación y nuevas casas ha sido eterna para los habitantes de esta localidad. Para empezar, la tierra donde serían reubicados está 40 minutos (en vehículo) cuesta abajo, en un pequeño valle falto de árboles, rodeado por un río de agua sucia y, dentro del ejido de un pueblo vecino; Zoyatepec.
El lugar es bastante caluroso (clima al que no está acostumbrada la gente de Azinyahualco) y, casi seco, de tierra arcillosa y blanda. La fauna es totalmente diferente por el tipo de ambiente en este sitio, aunque es también parte de la Sierra.
Por si fuera poco, la obra de reconstrucción de viviendas que ejecutaba la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (SEDATU) en el predio al que se le dio el nombre de “Nuevo Azinyahualco”, fue clausurada en octubre del año pasado por otra dependencia federal.
La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (PROFEPA), colocó ellos de suspensión a las casi 90 casas que se construirían para el pueblo damnificado, porque la empresa que realizaba la construcción no presentó la autorización del gobierno municipal para hacer un cambio de uso de suelo y, tampoco los estudios de impacto ambiental de los que se encargan las autoridades ambientales federales.
El gobierno de Chilpancingo que en aquel entonces era encabezado por el priista Mario Moreno Arcos, coadyuvó en la adquisición del predio que fue comprado a Zoyatepec, pero no emitió el dictamen de cambio de uso de suelo a pesar de ser su facultad.
Al momento de la suspensión, el avance de construcción del nuevo fraccionamiento era mínimo. Solo estaba fraccionado el terreno y fue levantada una escuela de forma total. En las casas había avances diferentes; algunas ya tenían castillos (hechos con alambrón, no varilla gruesa) y, paredes de bloc (tabicón hueco).
Tres años después de la devastación, el nuevo predio luce desierto y las familias damnificadas ya hasta toman a broma el nulo avance en la obra. Las pocas casas que mostraban avance en su estructura parecen derribarse a pedazos y, por si fuera poco, gente de otros pueblos se roban el material de construcción poco a poco. Algunas de las casas parecen ruinas.
En tanto, las familias siguen habitando sus antiguas casas o levantaron nuevas estructuras en la misma zona de riesgo donde estaban asentados, rodeados de una enorme cañada y cerros cuarteados que “retumban”, aunque disfrutando aún las riquezas naturales que los abrazan noche y día. (API).
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