COLUMNA
La plaga magisterial
Apolinar Castrejón Marino
Los mal llamados “maestros”, se han vuelto una gran plaga, semejante a las catástrofes bíblicas. En teoría se encargan de impartir educación desde las aulas, e impulsar la cultura en la población, pero en la realidad, se viven permanentemente en las calles, las autopistas y los parques públicos ¿Cómo llegamos a esta situación?
La revolución mexicana tuvo muchas consecuencias positivas, una de ellas consistía en aceptar que los mexicanos aun siendo indios, y campesinos, y pobres, tenían derechos. Entre esos derechos se encontraba la educación.
No había escuelas, ni educadores, ni expertos en la materia. Pero había que enfrentar de inmediato la ignorancia de los mexicanos: se convocó a quienes quisieran unirse a la gran campaña de educación y se ordenó la construcción de “casas del pueblo”, con la participación de los pobladores, las cuales funcionarían como escuelas.
Para estandarizar la enseñanza, se prepararon “cartillas”, que funcionarían como textos escolares. Los educadores improvisados, recibían cursos de capacitación, y les expedían una acreditación, que les daba derecho a recibir un pago por sus servicios.
Ciertamente eran sueldos muy bajos, sin ninguna prestación, pero los educadores estaban convencidos de participar en el desarrollo de su país. Al cabo de cierta cantidad de cursos, recibían un nombramiento en el que se les daba la categoría de profesores.
Otros más afortunados, asistían a las escuelas formadoras de docentes, llamadas “normales”, y al concluir sus estudios se graduaban de profesores. Pocos eran los que concluían esos estudios, que tenían una duración de 3 años. La gran mayoría cursaba 1 o 2 años, y luego se iba a trabajar.
De los pocos que concluían su carrera de profesores, eran muy escasos quienes se titulaban. Así, era común que los docentes impartieran clases sin estar plenamente acreditados. Fue hasta el año de 1969 que se estableció el plan de 4 años de educación normal, para que los egresados salieran titulados.
Con todo y eso, ninguno recibía su título que dijera “maestro”, todos eran profesores ¿Entonces, por qué les dicen maestros? Bueno, los egresados normalistas se iban a trabajar “…en donde fueran necesarios sus servicios”, generalmente a otro Estado de la República, y siempre a una zona rural.
Los más afortunados, se quedaban a trabajar en su mismo Estado, pero en una región muy apartada de su lugar de origen. Con muy malas vías y medios de transporte, se veía obligado a vivir en el lugar donde trabajaba. Y se veía precisado a integrarse a la comunidad.
Por la mañana se dedicaba a la escuela, a dar clases y a administrar los asuntos institucionales. Por las tardes, convivía con los jóvenes, y con los padres y madres de familia. Practicaba algún deporte, o juegos, platicaba a los lugareños acerca de libros y autores, de leyes y reglamentos, etc.
Ocasionalmente, requerían al profesor para asuntos de deslindes, registro civil, y hasta de “petición de novias”. Encabezaba campañas de vacunación y desparasitación a los niños, saneamiento básico de manantiales y ríos, reforestación y construcción de letrinas.
Eran actividades sociales y de sanidad que impactaban positivamente en la población, que se ganaba la gratitud, el respeto y hasta admiración de la gente. Entonces empezaron a llamarlos Maestros, como homenaje a sus conocimientos, habilidades y destreza.
Esto significa un hito en la aceptación de los docentes como agentes de progreso del país. Caso muy contrario en la actualidad, en que los esfuerzos que haga cualquier sector productivo y de servicios, para mejorar las condiciones de vida de los mexicanos.
Vamos a suponer que en este momento usted quiere poner una fábrica de ropa, o una envasadora de comestibles, o una procesadora de lácteos. Su empresa está condenada al fracaso y la ruina, porque cualquier día llegarán los “maestros” cetegistas o los “estudiantes” normalistas, a bloquear los accesos de su materia prima, o a incendiar sus talleres o fábrica.
¿Y entonces, el gobierno que nos prometió orden y paz? Pues dice que no le entendimos bien, que no quiso decir eso.
Comentarios
Publicar un comentario
Muchas gracias por leer La Crónica, Vespertino de Chilpancingo, Realice su comentario.