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Javier Saldaña y la UAGro

Juan López
Estamos viviendo con atención las ceremonias terminales de los cursos académicos de la Universidad Autónoma de Guerrero. Todo el territorio estatal se viste de gala en sus distintas regiones donde los jóvenes eufóricos y contentos reciben los documentos oficiales que les acreditan que han concluido la hermosa experiencia de sus estudios profesionales.

Si los ignorantes, los omisos, los descuidados supieran que los momentos universitarios son algo realmente inolvidable en la vida, no desperdiciarían su juventud en intranscendencias ni pasiones ni ocios pandilleriles que sólo conducen al fracaso y a la amargura de una vida inútil, parasitaria, llena de fantasías fallidas y  mocedades perdidas en el torrente de la evolución humana.
En esta evaluación de las carreras de estudios superiores, sin duda que los de mayor estimación son los catedráticos, por la dedicación y el empeño que ponen, en la formación de los futuros facultativos, profesionistas de Guerrero. El maestro es clave, el mayor motivador de la superación de los alumnos: es un segundo padre, orientador, mentor, responsable de la brújula que escojan los seminaristas en cada una de las materias que imparte el Alma Mater.
 El fin de cursos es grande algarabía, risas, alegría compartida en la comunidad que integran las familias y los escolapios, los amigos orgullosos de que su vecino se haya titulado. El primo que lo logró, el hijo que estudió pese a los infortunios. La madre abnegada, y los parientes que tienen algo que festejar: es fiesta de una ocasión en la vida que ha de llevarse para siempre en el corazón.
Quienes no fuimos a la escuela sabemos lo tremenda que es la humillación de la suerte, por no haber padecido en la vida el karma universitario. De no tener como antecedente la reprobación de un  examen. De no haber jugado pelota en los llanos campestres de la localidad ni haber besado a la novia jovial que esperaba a la salida para perdernos en el sueño de la felicidad.
La universidad es esto y más: es la juventud en flor, cuando el  corazón rebelde exhibe su candor: soplo de energía y no sabemos siquiera presentir ni descubrir los  secretos más obvios de nuestro mágico valle de lágrimas. Creemos que el viento nos debe su brisa y que nosotros somos el pararrayos de todo bienestar. Es el paraíso, el divino tesoro -oh, Rubén Darío-, que se va para no volver.
Vuelvo a la realidad; Javier Saldaña Almazán, es un Rector que sin ruido ni fanfarrias ha logrado este ímpetu del que ahora disfruta la Universidad Autónoma de Guerrero. Se le ve en Coyuca de Catalán apadrinando el cierre de cursos. En Petatlán lo vemos en la escuela preparatoria. Acapulco testimonia su presencia en las festividades del logro académico. Es una figura que recorre los salones, acude a los campus, saluda a las multitudes, ve a los ojos a los jóvenes que son pura dinamita: La UAGro es el fruto de su Rector que ha sabido superar, transformar, recuperar y mejorar la enseñanza profesional en Guerrero: obra perdurable que será un legado a perpetuidad para nuestras juventudes.
   PD: “Egoísmo es tener conocimientos y no transferirlos”: Miguel de Unamuno. 

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