COLUMNA
Cosmos
Héctor Contreras Organista
CHAVA
Hace ya más de un mes, que sorpresivamente recibimos una llamada de telefónica de la hija de nuestro amigo don Salvador López Cuenca, informándonos que su papá se encontraba siendo atendido en el Hospital Militar de Chilpancingo debido a un problema de salud y que su estado era delicado.
A la vez, nos pidió dar la información al maestro Juan Carranza Soriano, universalmente conocido en el mundo cultural debido a que el maestro Carranza con su esposa Conchita e hijas han impulsado de manera notable y plausible la danza suriana por medio del grupo magistral “Xochicalli”.
Así lo hicimos de inmediato y diariamente estuvimos yendo al domicilio de nuestro amigo a preguntar por su estado de salud. Las noticias en ningún momento fueron dadas con algún viso de optimismo, sino todo lo contrario. Su estado es crítico y en cualquier momento, dicen los médicos a la familia, se espera un desenlace fatal.
Pena, preocupación, cancelación de esperanzas por volver a ver con vida al buen amigo Chava, hasta que la información llegó con un ligero vientecillo de aliento: “Se está mejorando”, dijo uno de sus queridos hijos. A partir de ahí no volvimos a saber más, que Chava sigue dando la batalla y su apesadumbrada familia al lado de él, en un sólo y sólido frente para una sola realidad.
Es en la adversidad donde se templa el acero, es en la fuerte lucha contra el sotavento llamado destino donde luce la fe, donde el amor se une y la solidaridad alcanza la cúspide de la fraternidad familiar y de la amistad más cara y entrañable. Por eso la voz del pueblo es sabiduría pura; punto exacto de la calidad humana: “En la cárcel y en la cama, se conocen los amigos”.
Para nosotros, don Salvador López Cuenca es un chilpancingueño chilpanchingón por varios motivos, pero hay uno en especial por el cual –nosotros- lo admiramos.
Don Esiquio García Cástulo, (qepd), era pitero de la danza de los Moros. Don Aurelio Baltazar, el famoso “Tío Guello”, era pitero de los Tlacololeros del barrio de San Mateo, y había otro pitero muy querido por el barrio de san Antonio, don Cuco Bernabé.
Don Cuco había fallecido y don Aurelio Baltazar, a petición de don Esiquio García le enseñó a pitar los sones de la danza de los Tlacololeros, con la condición de que se olvidara de andar pitando a los Moros.
Falleció el Tío Guello y el único pitero que quedaba sabiéndose todos los sones de la danza de tlacololeros era don Esiquio García quien ya estaba avanzado en años y enfermo.
Un día, en el centro de la ciudad saludamos a Chava, como con afecto le decimos, y nos platicó que había logrado grabar un disco donde se registraban todos los sones de la danza de Tlacololeros.
Era un disco de acetato y era don Esiquio García Cástulo quien lo había grabado en la ciudad de México, a iniciativa de Chava. Y nos platicó la anécdota de que don Esiquio, para poder tocar “con sabor” los sones, tenía que tomarse unos tragos de mezcal.
En el DF, ¿dónde conseguir mezcal? Le llevó una botellita de tequila y don Esiquio dijo: No. Yo quiero mezcal. Chava salió de la casa grabadora y afuera le quitó la etiqueta a la botella de tequila y entonces la llevó nuevamente a don Esiquio:
¡Aquí está su mezcal, don Esiquio!
El buen hombre abrió la botella, le dio un trago y tras saborearlo, dijo: ¡Este sí es del bueno. Ora sí, ya estoy listo!... y así se grabó el disco.
Tiempo después obtuvimos el disco y disfrutamos los sones. Debido al abandono en que siempre el gobierno ha mantenido al folclor chilpancingueño, a sus danzas y a su feria, a la que sólo migajas le daba en tono de caridad la feria cayó, hasta que llegaron los Ratonatos a llenarse las talegas de dinero y la desaparecieron. Por eso Chava tuvo que tocar puertas y se logró la grabación.
La feria en esos años había decaído y si no hubiese sido por esa grabación, iniciativa del gran Salvador López Cuenca y don Esiquio, como lamentable y finalmente sucedió, falleció y si no se hubiesen grabado los sones y conservado, también la Danza Madre de Chilpancingo, se hubiera extinguido.
Ese es el gran mérito que nosotros, como recopiladores de información de nuestra feria y de nuestras danzas, de nuestro tesoro que es la información de Chilpancingo en diversos aspectos atribuimos a López Cuenca, que por su iniciativa se preserven los sones grabados. Pero no es única esa contribución que hizo.
Cuando tuvo la idea de darle al barrio de San Mateo un monumento para exaltar el porrazo de tigres, nos invitó a su domicilio a observar una pequeña escultura hecha en plastilina y que ahora se exhibe perfectamente elaborada en fierro colado a la derecha de la entrada a la iglesia de San Mato, en uno de los prados. El Porrazo de tigres.
Con su sencillez y amistad característica nos pidió escribiéramos el texto que llevaría la placa alusiva y a la vez nos pidió un nombre para la escultura. “Te sugiero que le llames El Origen, porque ahí se originó el evento más importante que cada año celebra Chilpancingo, que es el porrazo de tigres”.
Y lo aceptó. Así está inscrito en la placa: “El Origen”, agradeciendo a Chava haya aceptado la propuesta que en su momento reflexionamos que sería lo adecuado para ese monumento. Ya cuando se había inaugurado y pasados los meses, acá con sencillez, me dijo: “Disculpa que no puse tu nombre” y nos reímos porque… nos conocemos. Somos amigos: “El mérito es solamente tuyo, mi querido Chava”, le dije.
Hoy, ese hombre que ha dado parte de su esfuerzo a favor de las danzas, de la tradición, de lo que es nuestro, ese padre de familia que ama a los suyos y ha luchado por ellos, ese Chava inquieto y amigo sigue postrado en cama en una prolongada y dolorosa incógnita de lo que es la vida y de lo que pudiera ser el fin.
Pero más que nada, su trayectoria, vida y enfermedad es suma de exaltación de la solidaridad cuando a su lado permanece amorosa su querida y amada esposa, cada uno de sus hijos, nietos y uno que otro tlacololero que como todos quienes lo estimamos, elevamos plegarias al Señor Dios por don Salvador López Cuenca.
¡Qué importancia tan grande alcanza en estas circunstancias la Parábola de El Sembrador!
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