COLUMNA
Héctor Contreras Organista
ENCUENTROS EXTRAÑOS
Ella tenía 25 años cuando la entrevisté en un restaurante en Chilpancingo, después que por la mañana, cuando corríamos en la pista del CREA, me platicó una extraña experiencia que tuvo por el rumbo de las antenas, al Oriente de la ciudad.
“Como antes te dije, a mí me gusta correr. Los sábados es a lo que me dedico; muy de mañana nos vamos con unos compañeros, entrenamos y llegamos a la antena, ahí pasó algo para mí bonito. Me caí y vi una cosa algo luminoso que al principio me entró como miedo, y quise correr pero nada, no soy nada de miedosa y me quedé viendo qué era. Al principio pensé que era el reflejo que ya venía saliendo el sol y se reflejaban sus rayos sobre una lata y me hacía ver eso. Poco a poco mi vista se fue aclarando y lo que vi fue una pequeña bolita, como un balón de futbol americano”.
-¿Esto ocurrió precisamente en la antena o hacia dónde?
“Esto fue en la barranca. Nosotros tenemos un punto intermedio con una flecha marcada, hay una poza y como a unos diez metros apareció eso, a diez metros de la poza. La poza está como a tres kilómetros”.
-Y cuando viste esa forma como de balón americano, ¿qué es lo que hizo esa cosa?
“Simplemente rodó, y ya iba a llegar hacia mí cuando mis compañeros se dieron cuenta que yo resbalé, y en lo que dieron la vuelta y llegaron, lo malo que ellos no lo vieron y yo sí: Lo vi, y chun. No les comenté nada por lo mismo, por el golpe, ya de ahí no hice caso. No les dije nada porque con mis compañeros soy no sé, simplemente no sé qué me detuvo a no decirles; la verdad no sé. Ese día íbamos seis, cuatro hombres y dos mujeres. Me regresé porque me descompuse el pie, ya no pude seguir corriendo. Los muchachos también se regresaron ya nomás dos se fueron, llegaron hasta meta donde nosotros llegamos y nosotros nos regresamos”.
-¿Cuándo volviste a ver esa cosa?
“Fue en el mes de mayo”.
-¿Ocurrió en la madrugada, como la primera vez?
“No. Esto fue al mediodía. Ese día dos muchachos no pudieron ir en la mañana. Yo les dije: Por mí encantada, a mediodía y nos fuimos, era como la una de la tarde. Lo chistoso que ese sábado caminamos todos por un solo lugar, y ese día yo le dije a mi compañera: Yo le doy por aquí y te apuesto que llego más primero que tú, pero yo inconscientemente caminé por ahí. Volví a ver, y entonces sí llegó a mí esa cosa, pero no me hizo daño. Me sentí tan bien que ya sentía como que era mi amigo o mi amiga; lo identificaba conmigo”.
-¿Cuál fue esa identificación o por qué crees que hubo una identificación?
“Una, porque yo soy bien dada. Mucha gente me ha dicho que soy un poquito rara a las mujeres, porque yo para decir que tengo una amiga, nunca lo he dicho. Una compañera, una vecina, una amiguita, pero, pues una niña. Pero amiga, amiga, que diga: Es mi amiga, no”.
-Pero con esta cosa sí hubo una identificación.
“Pues, sí. Sentí como que era algo para mí. Era como cuando nace un cariño de hermanos, como cuando tú conoces a tu hermano, y sabes cómo es tu hermano, y a veces decimos: mi hermano es el mejor. Y siempre tenemos un predilecto, yo en mi caso mis hermanos son mis hermanos, pero con este pequeño ser me sentí bien, sentí que era parte de mí”.
-En esa ocasión cuando lo viste por segunda vez, ¿se acercó o te acercaste a él?
“Más que nada él se acercó a mí, porque yo me quedé parada y él dijo: Achí, yo pienso que trató de decirme algo porque hacía unos chillidos, como gestos o no sé; y gestos, porque te voy a decir. Pienso que hasta ahorita yo lo conozco, porque cuando se enoja te alza así como una bolita, como cuando nosotros nos enojamos. Él hizo la primera vez eso pero yo ni en cuenta, no sabía ni qué, por qué lo había hecho”.
-¿Por qué se enojó?
“No sé la verdad”.
-¿Hiciste algo para que se enojara?
“No. Era la segunda vez que lo veía, a lo mejor porque yo hago muchos gestos; les arrugo la nariz pero es un tic que a mí me da”.
-Y ¿cómo fue que te acercaste por primera vez a él?
“La verdad fue con miedo”.
-Me dices que tiene una especie de manos pequeñas, manitas, y que se te enreda en las manos y que te quita el reloj en una forma suave…
“Sí, es cierto. Pienso que como que no le gustan los objetos de metal, o de piel, o no sé; pero la cosa es que el reloj no lo soporta, y es lo único que uso, el reloj”.
-Cuántas ocasiones te has encontrado con este ser en el mismo lugar?
“Ya son seis, ni un paso menos ni un paso más; ahí está”.
-¿Cómo emite su comunicación?
“Pues, no sé si llora, pero el chiste es que yo no lo sé descifrar, simplemente sé que nos identificamos, y nada más”.
-Esa identificación, ¿te sigue cuando ya no estás allá? ¿Piensas en él cuando estás en tu trabajo, o en la ciudad?
“Yo pienso en él cuando me pasa algo. Me siento deprimida y pongo la mente en blanco, cierro los ojos y veo que lo estoy viendo. Cuando abro los ojos me siento tan bién que ya ni me acuerdo ni qué broncas tenía ni nada. Yo siento que con el sólo hecho de pensar en él, me ayuda mucho”.
-Me has dicho que para ti es como tu ángel de la guarda…
“La verdad sí, y eso está comprobado, porque apenas hubo un asalto donde yo estaba ahí y a todos les quitaron sus cosas y a mí no. Y mucha gente me dijo: ¿por qué a ti no? Yo pienso que me relacionaron con los asaltantes, pero no. Parece que agarraron a los asaltantes. Yo comenté con alguien y dije: Es que yo me hice invisible. Pero en forma de relajo, pero no sé por qué”.
-¿Qué edad tienes?
“25 años. No soy casada, tengo una hija”.
-¿Este encuentro, qué piensas que sea?
“La verdad no sé. Como yo digo, por decir, ojalá y se me aparezca el diablo. Y digo, a lo mejor es el diablo. O a veces digo, cuando me dicen: Eres muy rara. Es que soy extraterrestre, lo primero que se me viene en mente, y se empiezan a reír: Mujer sin sentimientos”.
-¿Has visto alguna nave extraterrestre?
“La verdad no”.
-Conservas algún objeto de este ser extraño?
“La verdad no, pero tengo ese presentimiento, que algo va a pasar en estos día pero no sé. Ojalá pudiera yo traerlo y que la gente lo viera”.
-Algo ¿como qué va a pesar?
“No sé. La verdad que ni yo misma sé, pero presiento que algo va a pasar”.
-¿Me podrías comunicar con él?
“Voy a tratar de hacerlo”.
-¿Te comprometes a invitarme y llevarme con él?
“Ah, sí. Claro”.
-¿Esto lo has platicado con algunas otras personas?
“Se lo consulté a un amigo psicólogo que tengo, me dijo que posiblemente mi mente vea más allá y que no sea realidad y que sólo en mi mente esté eso, pero, quién sabe”.
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