COLUMNA
Héctor Contreras Organista
AMOR
Uno de los sentimientos más importantes en el ser humano es el amor, sin duda.
Al correr de los siglos se han dicho tantas cosas del amor, y tan bellas, tan si
nceras y tan efectivas como estímulo incomparable del ser humano, que difícilmente algún otro sentimiento podría equipararle.
Recordemos que entre los libros más importantes que se han escrito en el mundo, la mayoría, por no decir todos, versan sobre el amor: La Ilíada no tendría motivo de haber sido escrita de manera tan magistral como tampoco la Odisea sino hubieran tenido como tema central en la pluma de Homero, el amor.
¿Y qué decir de Don Quijote de La Mancha o la Biblia, la Divina Comedia y sin duda los profundos temas de Plutarco en Vidas Paralelas sino hubiesen tenido como tema central el Amor… y endo más allá, Las Mil y Una Noches… y toda la poesía… y las canciones?
Algún avispado publicista mexicano sugirió hace años, cuando de “celebrar el Día del Amor” se trataba: “Regale afecto; no lo compre”.
Sugerencia de 24 quilates, oro.
Precisamente porque el amor se demuestra en los hechos, en las acciones y no en obsequios (sean cuales sean) que se dan en “días especiales a la persona amada”.
El 14 de febrero (Día de san Valentín) en Wikipedia se define de la siguiente manera:
“El día de San Valentín es una celebración tradicional que ha sido asimilada por la Iglesia Católica Romana con la designación de San Valentín como patrón de los enamorados. Se hizo popular en muchos países, y en tiempos modernos especialmente en los anglosajones expandiéndose a otros lugares a partir del siglo XX principalmente el día en que las parejas de enamorados expresan su amor y cariño mutuamente. Se celebra el 14 de febrero, onomástico de san Valentín. En algunos países se conoce como día de los enamorados y en otros como el día del amor y la amistad”.
En el atisbo de otros observadores y comentaristas, el día del amor es equiparable al día de la madre (10 de mayo, en México), fecha inventada por la directiva del periódico Excélsior, hace muchos años, debido –se decía- a que los comerciantes en la ciudad de México, en esos meses, mayo sobre todo, no tenían ventas.
No se inventó tal fecha para, en efecto, dedicar un día especial al ser que nos dio la vida, dándole amor, sino comprándole lo que sea, de preferencia algún objeto que a mamá le fuera útil para seguir de sirvienta o de criada en casa.
Los muebleros se frotaron las manos porque esa fecha comenzaron a vender en mayor número planchas, licuadoras, molcajetes, jabón, mandiles, metates, metlapiles, molinos de nixtamal de los de vuelta y vuelta, ollas, estropajos, tecolpetes, escobas, trapeadores, limpiones, todo lo que se pudiera para que “el ser más querido”, que es la mamá, siguiera de gata en casa. Así de fácil.
Y en el “día del amor” pasa lo mismo o algo peor. Se trata de dar, dar y dar “a la persona amada”, pero no se le da mejores atenciones, cariño, amor, no se hace el ofrecimiento de nada, simplemente se le da pero no por afecto sino para ver qué se puede obtener de él o de ella, en tratándose de “amor”.
Vanidad de vanidades, cita la Biblia.
Es tal cual el caso de mamá: Si los hijos tienen un mejor comportamiento, ninguna necesidad hay de que le regalen nada más que eso, su comportamiento como hijos. En el caso de los enamorados es exactamente lo mismo. El comportamiento, la conducta de la persona que se da en muchos términos, comenzando por la fidelidad, el perdón y colocando a Dios en el que se crea, en medio de la pareja.
Entonces, si usted, amable lector puede y quiere, este 14 de febrero: “Regale afecto; no lo compre”.
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