PRIMERA PLANA

Ni en el último momento, mi
 hija sintió temor: Ocampo 

París Alehandro Salazar/Enviado.CIUDAD DE MÉXICO (La Silla Rota).- “Ella no tuvo miedo, ni en el último momento. Ella se entregó, ella dio su vida por nosotros, porque estos malhechores venían con todo contra nosotros. Venían armados, no eran poquitos, los que entraron eran unos ocho, pero lo que nos dicen (los vecinos) es que había más afuera de la casa”, recuerda Juanita Ocampo con dolor y orgullo a su hija Gisela Raquel Mota Ocampo, alcaldesa de Temixco asesinada en su domicilio, frente a ella y su familia.

En entrevista exclusiva para La Silla Rota, Juanita Ocampo, narró el terrible episodio de como un grupo de hombres armados ingreso a su casa en la colonia Pueblo Viejo para “acribillar” a su hija Gisela Mota Ocampo, quien un día antes había tomado protesta como presidenta municipal de Temixco, Morelos.
Juanita Ocampo, hace una pausa, entre las manos lleva un poco de papel higiénico, se lo lleva al rostro y se limpia una lágrima que comenzaba a escapársele de uno de los ojos. Con un leve suspiro toma fuerza y relata que su hija Gisela estaba inquieta antes de asumir el gobierno municipal.
“Andaba muy nerviosa. Yo la vi nerviosa haciendo su discurso, se lo mandó a los diferentes compañeros que la apoyaban y estuvieron de acuerdo que así fuera su discurso. Yo no lo leí, lo escuché en el evento y se me hizo fuerte”, cuenta.
La dureza de mensaje político en el evento despierta suspicacias para Juanita Ocampo, no la deja tranquila, la hace dudar y piensa que algo tuvo que ver con el fatídico desenlace.
“Yo no quiero decir exactamente ‘esto fue lo que incomodó’, pero estaba fuerte (el discurso). Ella decía que iba a luchar porque no hubiera corrupción, que se les pagara a los trabajadores su sueldo como es debido, que no iba a haber componendas con nadie, con ningún grupo, ni con gente que iba a ser proveedor del gobierno”, señala Juanita Ocampo.
Tras finalizar los nombramientos del gabinete de gobierno municipal, Gisela Ocampo regresó al hogar familiar al filo de la media noche del 1 de enero de 2016. Juanita Ocampo la esperaba en la sala de casa.
“Ella llegó y me dijo que estaba muy cansada, y se subió luego luego. Le dije ‘quieres cenar algo hija’ y me dijo que no, que venía muy cansada, que prefería dormirse”.
Antes de que Gisela se encaminara a su habitación en la parte superior de la vivienda, Juanita Ocampo intercambiaría un par de observaciones sobre el evento político.
“Le dije (a Gisela) ‘estuvo bien, llegó mucha gente (a la toma de posesión)’ y me dijo ‘si’. Le dije ‘estuvo fuerte tu discurso’, pero ella dijo ‘estuvo bien, todo está bien mamá’, y no me dijo más. Alguna gente maneja que la amenazaron, pero ella no me dijo en ningún momento que estuviera amenazada, y yo también deduzco que no, porque si hubiese habido amenazas ella nos habría dicho ‘nos vamos a mover de aquí’ y no me dijo nunca nada, se metió a dormir como todos los días”, rememora mientras se acomoda en la silla.
Horas después todo fue miedo, dolor, angustia, impotencia. Alrededor de las siete de la mañana un comando armado ingresó a la casa de manera silenciosa para someter a la familia.
“Yo creo que ellos traían una cosa para abrir, porque no escuché que hubiera patadas a la puerta. El portón si lo brincaron, pero adentro yo creo que traían algún mecanismo que abre muy rápidamente, por ella (Gisela) tenía seguro en su puerta y la forzaron”, explica.
“No nos dejaban hablar, nos golpeaban cada que queríamos hablar… A todos nos golpearon, a los niños los amenazaron, los tiraron al piso”, recuerda con rabia e impotencia.
“No sintió miedo (Gisela), porque cuando preguntaron (los sicarios), porque no la conocían físicamente, preguntaron ‘dónde está, dónde está, cuál es, cuál es’, como estaban mis nietas ahí también, y son grandes, son altas, las traían a las tres, y no sabían cuál de ellas era, y ellos preguntaron, ella (Gisela) dijo su nombre, y de ahí para acá se la llevaron y la acribillaron en la sala de la casa”, termina y rompe en llanto Juanita Ocampo.
Y agrega: “pensábamos que era un secuestro, pero la acribillaron enfrente de nosotros. Si hubiese sido un secuestro, quizá tendríamos una esperanza”.
Gisela Mota era una mujer hogareña, y sentía un profundo amor por sus padres, “no se quiso cambiar de casa. Yo le decía que se fuera a rentar y algunos familiares que no viven aquí le decían que se fuera a vivir allá con ellos, pero ella no quiso nunca. No nos quiso dejar pues”.
La alcaldesa ya  buscaba personal de seguridad para que la cuidara, explica Juanita Ocampo, “dijo que al otro día (2 de enero) ella iba tomar decisiones acerca de eso. Ella decía que la policía tiene que servir al pueblo, no a los funcionarios, no a los presidentes municipales, que están para servir al pueblo. Estaba buscando una persona que iba a andar con ella, ya andaba en eso”.
En una plática con La Silla Rota, Leticia Mota, hermana de Gisela, coincide con su mamá en que el discurso de la toma de posesión tuvo algo que ver en el homicidio.
“Yo siento que eso fue su final. El haber dicho en ese discurso que no iba aceptar la corrupción, porque siento que eso fue lo que originó todo esto. Las voces de decir ‘no vamos a tolerar que haya corrupción en el municipio, quien no quiera trabajar que se vaya, todos vamos a jalar parejo, todos tienen que trabajar pero con su sueldo digno y no a la corrupción’. Yo creo fue eso lo que originó esta pérdida, porque si habló muy fuerte”, afirma Leticia Mota mientras mira de reojo la fotografía de Gisela rodeada de flores y veladoras.
 “Estábamos dormidos, estábamos muy cansados, porque prácticamente fueron dos días sin parar. Sonó mi teléfono, y contesté, mi hijo me dijo ‘mamá’, le dije ‘qué pasó’, respondió ‘mataron a mi tía’. Le dije ‘cómo crees, dónde’, me dijo ‘mataron a mi tía’ desconsolado, llorando. Le pregunté dónde está, me dijo ‘aquí en la sala’, ‘cómo fue’, sólo dijo ‘entraron unos hombres y la mataron’, eso me dijo”, dice Leticia Mota.(lasillarota.com). 

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