COLABORACIÓN

Cuentos de Navidad 

Y ahí estaba…
Felipe Zurita
El sol parecía esconderse tras las palmeras, y sonreír en las ramas de las parotas, mientras el serpentear de la carretera se abría entre las montañas. El perfume del agua era robado por el aire y el sonido del viento se escondía entre cascadas. 
El destino San Luis Acatlán, eran horas de viaje desde el centro del país, quizás un día y una noche. O tan solo una noche por el camino para llegar. No había prisa. La camioneta roja que nos llevaba parecía gustarle correr en aquellas planicies frente al mar y más aún subir a la montaña baja donde se ubica San Luis. 

No era desesperación por llegar, solo que ya se sentían horas de viaje en una carretera que se transita en 40 minutos desde la desviación de la carretera federal Acapulco-Pinotepa. Ahí precisamente donde está el municipio de Marquelía. A mano izquierda. 
 El tiempo se hizo inexacto. Después de iniciar el camino hacia el poblado a visitar quizás paria una hora o dos a lo mejor fueron 15 minutos pero la distancia se hizo interminable. 
Quienes viajamos aquella mañana, nos sorprendimos de no encontrar a San Luis Acatlán tan pronto, el tiempo era demasiado. El clima cambiaba de cálido a fresco. Esa línea carretera se hizo interminable no había personas solo animales de arreo. “Nos hemos de haber equivocado… esta no es la carretera”. Nos volteamos a ver con asombro y casi coincidimos. 
La primera persona que aparezca le preguntamos hacia dónde va esta carretera. Quizás pasaron varios minutos y la angustia se hizo más intensa, “deberíamos regresar a Marquelia, y preguntar haya, aquí no hay nadie”.
La camioneta continuo su paso por aquellos lugares. A lo lejos se vio caminar a un niño que parecía pastorear a unos animales. “hay que preguntarle a él”. Con ropa de manta, sombrero de palma una raíz en forma de bastón y un bule de agua. Pero sus pies eran limpios delgados, que llevan puestos unos huaraches muy gastados por el andar diario. 
Hola…sabes si esta carretera lleva a San Luis Acatlán. Sí –respondio- a dos vueltas más veras las cruz de la iglesia y pasando el rio está el pueblo. Quieres que te llevemos. Sí…solo que a mí me dejan antes del río porque voy para otro lugar. Dijo el niño que amablemente sonrío y monto a la caja de la camioneta una vez que se ofreció ir adelante.
Y no fueron dos cerros, ya que la camioneta ando unos 15 minutos desde el encuentro con el niño que nos acompañaba, se abrió una pequeña ventana del vidrio trasero de la camioneta y se acercó, el chico. Desde donde comenzamos una plática. 
-Ustedes no son de aquí, de donde vienen…? Somos de México 
- Y tu qué haces tan lejos de San Luis Acatlán, por ahí vives…? Siempre camino a buscar a mis animalitos  que se pierden. Sonreímos todos, pero la gran inocencia del niño en aquella voz nos hizo feliz.
-Vivo en Marquelia a San Luis Acatlán solo vengo de visita. Ustedes se van a quedar aquí..? 
-No… solo vamos por un rato. 
-Qué bueno, le va a ir muy bien en su visita. Me puedes bajar aquí…
-Pero aun no llegamos. 
-Si pero aquí está bien de aquí me regreso. A continuación verán las cruz de la iglesia ahí es San Luis.
Se bajó el niño, acomodó  sobre su hombro derecho un bule de madera tapado con plástico y una raíz que más bien parecía un bastón para andar. La ropa del niño era impecable no estaba sucio, con gran agilidad bajo de la camioneta y dijo. –tengan un buen regreso.  Subió el cerro de lado derecho y nosotros continuamos nuestro viaje.
Y así fue al dar la vuelta de la siguiente curva que estaba frente a nosotros la cruz de la iglesia. En menos de un minutos el río y aún paso el tan anhelado pueblo. 

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