ARTICULO
Las Memelas
César González Guerrero
Mi especial homenaje y reconocimiento a las mujeres de Copala, Costa Chica y de Guerrero que se resisten a perder una de las mejores formas de producir la base de la alimentación en México: “las memelas”.
Aunque para algunos esta palabra sea desconocida o quizá se escuche hasta muy “mal”, corriente o vulgar, para quienes la hemos utilizado desde que nacimos, creo es algo que nos debe llenar de orgullo. Es algo que no será fácil olvidar por muy “físicos” que ahora nos expresemos. Es una herencia de nuestros padres, y aunque tal vez ahora la modernidad ya no nos permite utilizarla, si debemos destacar su alto y profundo significado que nos identifica como guerrerenses y mexicanos desde la época prehispánica.
Si algo debemos destacar de nuestras costumbres y tradiciones, al menos en nuestros pueblos de la Costa Chica, es la cultura de ser auténticos, muy natural y original, es por ello que hoy comentaremos uno de los productos de mayor consumo en las familias de la región que es la “memela”. Para algunas personas, resulta algo novedoso, desconocido u olvidado pero para otros es algo apreciado por su rico sabor y calidad nutritiva.
Si queremos definir que es una “memela” podemos decir que es un alimento que tiene su origen en el maíz, cuyo proceso de elaboración inicia con la siembra y cosecha del maíz, luego se convierte en “nixtamal”, después se transforma en “masa” y, finalmente, resulta una “memela”. Su elaboración siempre es “a mano”, es decir “golpeadas” o “palmeadas”, apoyándose en instrumentos rústicos conocidos como el “metate” y su respectiva “mano de metate”; sus dimensiones son de acuerdo al gusto, puede variar, “gruesas” o “delgadas”, “cueiste” o “apayanadas”, o tal vez “payanques”, pero siempre redonda, aunque en algunos pueblos son ovaladas. Así se elaboraba hasta 1960 pero, años después, se inventa el moderno “molino de nixtamal” que, de igual manera, requería el apoyo manual, que no dejaba de representar un gran esfuerzo físico para hacer “la masa”, no importaba el sexo o la edad. Recuerdo que para nosotros (mis herman@s y yo), y tal vez para todos los pequeños, “moler” el nixtamal en el molino era y fue más que un castigo.
Este proceso implica también “desgranar” la “mazorca”, colocar suficiente cantidad de granos para así, ya en su calidad de “nixtamal”, cubrir la demanda de los consumidores, en un número indeterminado de la familia, de preferencia en un “niscome”, que es un recipiente especial para ello. De ahí surge la “memela” que, en diferentes tiempos, ha sido objeto de diferentes usos, como “apodo”, como burla, algo chusco o chistoso, cuando se refieren a alguien diciéndole que tiene “cara de memela gruesa” o bien cuando alguien quiere demostrar su valentía y dice a su oponente: “a mí me haces las memelas”, insinuando con ello que quien hace la “memela” es una mujer.
Hoy me acuerdo de aquellos días en que, saliendo de la escuela, a pesar de mi resistencia a no ir, diariamente, mi madre preparaba el “morral” o “tanate” con “memelas” y, con muchas dificultades, “bejuco en mano”, arriaba el burro para llevar el almuerzo a mi padre a los terrenos ubicados en el pueblo de El carrizo. Obviamente, para mí en ese tiempo el campo no era mi fuerte.
Actualmente, creo después de 1970, a la “memela” se le ha asignado un nombre “científico y muy técnico” que es la Tortilla, o tortilla de máquina, pero para nosotros jamás dejara de ser una “memela”. Desde luego, a pesar de que la modernización nos lleva a hablar “físico”, no podemos dejar de recordar nuestras raíces. Además, como parte de la gran variedad gastronómica existente en la región, debemos recordar los inolvidables desayunos y meriendas en el suelo porque no existían “los comedores” con “memelitas de horno” y “memelitas de manteca y residuos de “biuche” de cerdo (“coche”) llamado “asiento”, saboreadas con un delicioso café de olla, en las familias campesinas humildes, que carecíamos de otro tipo de alimentación como la carne, el pan o la leche, o algo más sofisticado como el “conflei” y el cereal. Es más había ocasiones en que estos productos, sobre todo en las “ferias populares”, se podían encontrar en el mercado y se convertían en un buen negocio.
Comer “memela” en nuestro pueblo es un orgullo, un arte y un placer, ya que existen diferentes tiempos y forma para hacerlo, en la mañana, en la tarde o en la noche: memela con “leche migada”, en forma de “machuco” (“memela con queso”) especial para niños y enfermos, con frijol frito, frijol con carne, con mole o caldo (adornado con “cajete” o “cajeteao”), con agua y sal, con chile “machucau”, o simplemente como se dice en la costa “memela a seca”. Con la “memela delgada” se preparan “quesadillas” y ricas enchiladas, con las “gruesas” las entrañables “picadas”. En el campo, comer “memelas recalentadas” en las brasas, “embarradas” de frijol o chile “machucau” en “molcajete”, a la hora de “cestiar” (doce del día) bajo un frondoso árbol de tamarindo o mango, en el rio o pozas de agua al acompañar a nuestra madre a lavar ropa, al ir a leñar, etcétera.Como fuera, sin importar el horario, siempre fue y será un manjar comer “memela”. Buen Provecho.
Es así como con “la memela”, principalmente la “caliente” o recién “salida del comal, “esponjadas”, “más si es de maíz nuevo (“may nuevo”), por su olor y sabor se convierte en un rico y exquisito producto que bien valdría la pena construir un monumento. Creo que si lo merece. Vamos a ver quién se anima a hacerlo como un homenaje a uno de los productos que se identifican con el origen histórico de nuestro pueblo. Esperamos.
Expreso mis mejores deseos a familiares y amistades, lectores, directivos y trabajadores del prestigiado diario La Crónica, Vespertino de Chilpancingo, en esta navidad. ¡¡Felicidades!!
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