PRIMERA PLANA
Así somos en Guerrero:
doña Ofelia y el marquesote
Guadalupe Jaimes.CHILAPA DE ALVAREZ, GRO.-- Una de las más grandes satisfacciones como madre seria poder ayudarles a mis hijos en situaciones como las que viven hoy en día. Yo sufrí mucho en mi vida, fui lavandera, planchadora en aquellas épocas me pagaban un peso o dos o uno cincuenta la docena de ropa, pero en ese entonces nos levantábamos a las 5 de la mañana y nos íbamos a lavar a los tepetates en el rio Ajolotero como lo conocemos.
En esa época, el rio tenía mucha agua y muchas mujeres las encontrabas lavando todos los días. No teníamos agua potable y, hasta la fecha aquí donde vivo, tenemos que comprarla, parecemos la tlantetellotas lavando a las 5 de la mañana y regresando de los tepetates a las 7 o las 8 de la mañana ya bañaditas, pues había que preparar el almuerzo.
Con los ojos tristes y cansados y abolsados nos platica doña Ofelia García Vázquez que nació un 9 de abril de 1943, una de las emprendedoras del famoso marquesote que se elabora en Chilapa.
Su casa de adobe, con un frente de aproximadamente siete metros fue lo que le heredó su padre, con un fondo de más de 20 metros de largo, hizo de ese pasaje una vecindad donde hoy radican sus 10 hijos, dos fallecieron.
Doña Ofelia de casó a los 17 años con don Urbano Salazar Ramos, quien le dio vida miserable.
“Me golpeaba, me pegaba y yo no tenía para darles de comer a mis hijos, con el tuve cuatro hijos”.
Sin embargo para doña Ofelia es pasado. De pronto detiene la plática: se para del lugar donde estábamos y me lleva de un lugar a otro hasta donde comienza batir la clara de huevo y darle consistencia a su marquesote. –Este negocio es muy celoso y sólo se prepara en la noche pues si se hace en el día a la gente se les antoja este pan y la clara ya no esponja, por eso lo hacemos en la noche, me dice como una forma de dejar ver sus secretos.
La miro y veo sus manos cansadas de tanto batir clara de huevo y le pregunto:
-¿Cómo es que empezó con el marquesote en Chilapa?
De pronto las lágrimas comienzan a salir sil llegar a su rostro, pelo entre cano y me dice:
-Mis manos me duelen ya mucho son la reumas, pues tenemos que trabajar –hace una pausa y con voz firme continua- me case a los 17 años, fui huérfana de madre viví con mi padre. A los 7 años nos alquilaron con una tía, Esperanza Nava, quien fue la que nos terminó de criar, le decíamos tía. Pero no recuerdo bien como era el parentesco, antes así se acostumbraba los padres te alquilaban y tú trabajabas y los padres cobraban el fin de semana.
“Como toda mujer me enamore y me case, pero era un señor muy malo, al cual le aguante hasta donde pude, pues me pegaba, sin importarle que hacia yo, a él lo metieron a la cárcel por los malos pasos que llevaba y yo sin tener que darles de comer a mis hijos me fui a Tixtla a lavar ropa ajena y planchar la ropa, ahí vivimos mucho tiempo con doña Cirenia Cienfuegos quien era panadera, gelatinera y hacia pasteles, nos alquilaba a mí y a otra señora, no nos cobraba la renta y ahí nos recibía con nuestros hijos, después de planchar y lavar durante el día , nos íbamos en la noche y nos decía ella, no vivan a despensas de sus maridos , ni anden ahí llorando porque no tienen dinero, trabajen y aprendan”. Después de conocer su historia, su relato y todo lo que vivió con un hombre así, me viene a la mente un pensamiento hasta cierto punto lógico: sin duda no me hubiese gustado tener una vida, así.
Pero de pronto me dice con emoción y nostalgia al mismo tiempo:
“la primera vez que batí la clara mis manos y mi cuerpo temblaban de miedo pues era la única vez que me dejaban preparar la clara, la cual tiene que tener una consistencia precisa y sube para que no baje al cocinarse en el horno. Fue ahí donde aprendí ese oficio, pero después cuando me vine a Chilapa, fue porque mi hijo y uno de mis sobrinos le prendieron lumbre a la hoja, y no quise que les pegaran y que nos corren de esa casa, fue cuando nos venimos para acá”.-Hace un buen que no platicamos verdad, me pregunta.
-No, desde hace más de siete años, le respondo –Si recuerdo que tenías 11 años y empezaba a lavar ropa también, me recordó.
-Sí, aún recuerdo lo que comíamos cuando se nos hacía tarde. Se hace un silencio muy grande y me dice: “después de haber yo regresado, regresa mi marido de las Islas Marías y yo ya no lo aguantaba, pero me decía mi papa: “es tu marido y te aguantas”, así tuve a mis demás hijos y teniendo ya cuatro con él, me pega y estando yo embarazada de una de mis hijas y en ese momento me encomiendo a padre Jesús que me diera fuerzas y me enfrento al padre de mis hijos. ¿Que acaso siempre seré tu pendeja? , pensé y como pude me zafane de él. Pues él tomaba mucho y con mucho dolor le pegue con un leño, dese entonces a padre Jesús le ofrendo una música en su fiesta y pozole a los músicos.
“Pero no todo termina aquí: no teníamos que comer, siempre eran enredaderas, frijol, tortilla y sal, fue ahí ahí donde un día mis hijitos llegaron de noche y no encontraron tlacuache, pues esa era nuestra comida si queríamos carne, fue cuando su papá se colgó. Fue triste aún se me enchina la piel, sin dinero sin tener para las cosas de ese día, se puede decir que ahí termino parte de la vida miserable”.
La historia de doña Ofelia sin duda es fuerte, sin embargo, el propósito de estar con ella es el saber del marquesote.
-Sí, pero quiero seguir contando: conozco a Genaro Tenorio Flores él no era golpeador, pero si era borrachito, pero me trataba bien, bueno sin dinero a veces pero estaba más o menos, con el tuve seis hijos, de los 10, me quedan dos, tengo 30 nietos y 15 bisnietos y los que me faltan por conocer, aunque ya voy más para haya que para acá, pero los veré.
-¿Y los marquesotes?, pregunto – Espere –contesta y continua contando su historia –no teníamos para comer y solo compraba un kilo de frijol, pero era más caldo que frijol, huevito a veces, tortillas , enredaderas, calabazas hervidas, eso comíamos.
Ya metida en su plática, la duda me gana y pregunto por lo demás, la ropa, el calzado, el estudio.
“Todo era regalado, zapatos, ropa, cobijas, hasta la fecha, si acaso compramos ropa íntima, pero aduras penas vamos”.
-¿Sus hijos estudiaron?
Baja su mirada, voltea y mira su casa desde la entrada hasta el fondo y dice
-Si acaso tienen primaria; uno secundaria y ninguno está preparado, casi todos hacemos marquesote, hasta las mujeres.
“Ve estas tinas, pues ahí se prepara el marquesote, están tiene que estar bien lavadas sin nada de grasa y para evitar que se nos corte la clara, las lavamos muy bien con carasol, pero antes tenemos que preparar el horno que consiste en calentarlo dos veces y en la segunda calentada ya se puede meter las charolas para hacer el marquesote.
“El marquesote tiene que estar en su punto, la clara bien batida, y después a paso lento se le agrega la llama, después azúcar un kilo, medio kilo de almidón.
El día de la plática doña Ofelia comió calabacitas hervidas. Pero estamos contentos, aun pobres pero comida poca, pero hay.
“Esto de la preparación no es fácil, el negocio es celoso y no se debe de preparar delante de la gente pues se corta la clara hay que buscar clara limpia para hacer el pan”, me dice y continua con la plática.
“Empiezo a preparar el horno a eso de las 8 y hay veces que me tardo casi dos horas pues la leña esta mojada y tarda mucho en calentarse, ocupamos casi dos cargas y media de leña que me cuestan 80 pesos, son casi 200 pesos la azúcar y los demás gastos son casi, 800 en total por una vez en la semana me gasto casi 300 pesos, pero de vez en cuando tenemos pedidos de galleta, borrachitos, pues nos vamos alivianando.
-¿Pero cómo es para que el marquesote estera si entre doradito y suavecito?
-Los hornos para que el marquesote quede en su punto, bueno mira cuando se hace el horno se le pone graba, arena y sal en el fondo, después e hace el nichito que será el horno, las paredes con tabique y se les pone barro para que guarde el calor, y en el lodo también se le agrega sal.
-¿Por qué ponerle sal al horno?
-Cuando se le pone la sal al horno, este cuando cocina le da un toque de pan bonito orneado en leña y da sabor a este exquisito pan.
Doña Ofelia trabaja casi de sol a sol para obtener su sustento, para ello vende su pan, el marquesote de entre 15 a 20 pesos. Pere pese a todo, doña Ofelia sigue firme haciendo marquesote
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