COLUMNA
Virgilio Andrade
en Chilpancingo
Apolinar Castrejón Marino
Así es, se requiere la presencia del titular de la Secretaría de la Función Pública Virgilio Andrade Martínez para que venga a Chilpancingo a exonerar a quien es todavía presidente municipal, de las acusaciones de vecinos, periodistas y ciudadanos, de apropiarse de una buena parte de terreno de las márgenes del canal llamado Huacapa.
Es una tarea para el funcionario del gabinete presidencial, que solo se tardó 6 meses para demostrar que su jefe, Peña Nieto, es inocente de las acusaciones de traficar con influencias, para comprar una de las casas más caras de México; la “Casa Blanca”.
Pero la cosa no para ahí, pues de plano lo declaró inocente de cualquier otra acusación que le puedan hacer, pues “…cuando se trata de comportamiento de los serv
idores públicos…la única autoridad que lo puede hacer es la Secretaría de la Función Pública”. Por esto, el presidente de Chilpancingo, le tiene una tarea para sus dotes de “exonerador”.
En Chilpancingo, es costumbre que la gente se apropie de lo que no les corresponde, aceras, áreas verdes y “terrenos federales”. Son tan ingeniosos (o descarados) que se adueñan del espacio aéreo, cuando construyen sus casas: Hacen sus paredes conforme a las “escrituras” de sus terrenos, pero para la planta alta, extienden las “lozas” de sus techos, hasta 80 centímetros, para que en la planta alta dispongan de más espacio.
Otra costumbre muy frecuente, es que fuera de sus casas, construyen “corredores” o porches como para descansar, al cabo de poco tiempo, hacen paredes alrededor, y ya tienen “accesorias” para una tiendita o para rentar. Y ya no hablamos de las gentes que hacen sus escaleras fuera de sus casas.
Pero no solo los ciudadanos son abusivos, resulta que quienes más abusan de sus puestos y de sus “influencias”, son la fauna de los ayuntamientos. Y aquí tenemos que el presidente municipal, se apropió de varios metros del margen de lo que hace tiempo fue el río Huacapa.
Ahora es una gran zanja llena de lodo pestilente, que proviene de la “presa” llamada irónicamente “cerrito rico”, y que en sus márgenes se fue acumulando basura y tierra. Los vecinos, que nada más están esperando “lo que esté mal puesto”, hicieron “crecer” sus patios adueñándose de esos filones de tierra “de nadie”; entre ellos el presidente.
Y aquí, Virgilio Andrade la tendría regalada, argumentando que el presidente si se apropió de 20 metros de lo que fue el río, pero que lo hizo antes de que fuera presidente. Y también puede alegar que solo él tiene atribuciones para deslindar tal situación.
Otra manera de conseguir casa son los programas oficiales como el llamado “huertos urbanos” que consiste en promover el cultivo de hortalizas en terrenos que estén ociosos, en las inmediaciones de la población. El mecanismo es “amarchantarse” con el presidente para comprarle un área verde, simulando que el vecino va a sembrar algunas verduras, para consumo familiar.
En la realidad, el presunto horticultor, ni sabe nada de agricultura, ni le importa si siembra lechugas y cosecha chile. Lo que le importa es que termine el periodo del presidente para que construya su casa, y cuando le reclamen dirá que compró “legalmente” al presidente, y como este ya se fue, no hay a quien reclamarle.
Terminamos con un pasaje histórico protagonizado nada menos que por el Presidente Álvaro Obregón, quien mandó llamar a uno de sus cercanos colaboradores debido a un gran cúmulo de denuncias en su contra. De manera amable le pidió su renuncia por corrupto. El cínico empleado le dijo al Presidente: “Por favor, le pido pruebas de las acusaciones en mi contra”. Lo cual terminó con la paciencia de Obregón y le contestó con tono enérgico: “Te estoy acusando de ladrón, no de pendejo”.
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