PRIMERA PLANA
Gracias Dios por permitir que
hoy mi madre cumpla 82 años
Javier Francisco Reyes
Esa mujer chaparrita, blanquita y menudita, con irrenunciables orígenes campesinos de la comunidad de Teticic, municipio de Olinalá, región de la montaña, nunca había estado ni siquiera de visita en algún hospital, cuando tenía alguna enfermedad se curaba con remedios caseros, sin embargo en esta ocasión terminó siendo internada de urgencia, esta vez veía que se apagaba paulatinamente la luz en su camino.
Pero hay un Dios, al que se ha encomendado toda su vida, ella es católica de abolengo, mujer campesina con gran corazón, con increíble fortaleza física que ha soportado adversidades de la vida, y nunca se ha doblado, cuando ha estado al borde del abismo ha puesto resistencia, como en esta ocasión, además recibió el mensaje divino que aguantara.
Mi mamá Clara Reyes Navarrete con 82 años de edad a cuestas, se sintió mal de salud el viernes 31 de julio, exactamente en la fecha del cumpleaños de mi padre Enrique Francisco Melchor, si viviera estaría cumpliendo 85 años, día de San Ignacio de Loyola, no hubo fiesta, pero si le llevaron flores al panteón, pues falleció el 18 de junio del 2010, un día antes de que cumpliera los primeros 10 años de la fundación de La Crónica, Vespertino de Chilpancingo, y el día en que se enterró en lugar de fiesta de aniversario del periódico, además coincidía el Domingo, “Día del Padre”, lo llevamos a enterrar, en tanto el resto de la población estaba festiva.
El sábado 1º de agosto, mi mamá Clara, consultó a una mujer médico particular del lugar en donde actualmente radica, Acaxtlahuacán de Albino Zertuche, Puebla, quien le recetó algunos medicamentos y vitaminas porque presentaba un cuadro de fiebre, pero sin tener certeza del padecimiento.
La familia que vive en Acaxtlahuacán, pensó que era pasajero el malestar, como en otras ocasiones, y que los medicamentos la curarían, por lo que no hubo mayor preocupación, era domingo 2 de agosto, cumpleaños de Cira, mi hermana mayor y hubo una comida familiar en su honor, además tenía de visita a sus nietas y sobrinas nacidas en Estados Unidos.
Sin embargo al ver que no mejoraba su salud, el lunes 3 de agosto, mi mamá se trasladó a Tulcingo de Valle, Puebla, distante a 20 kilómetros acompañada de mi hermana Cira, a consultar otro médico general y tampoco supo dar un diagnóstico siquiera cercano, por las evidencias de las manchas rojas en su cuerpo, acertó decir es una intoxicación de algún medicamento recetado, consumido horas antes, y fue más allá, según le detectó piedras en la vesícula, y le recomendó atenderse de urgencia con un especialista cirujano.
Al ver que se complicaba su estado físico, el 4 de agosto se decidió—fecha de cumpleaños de mi hermano Domingo, no hubo fiesta familiar--a las cuatro de la madrugada en trasladarla en carro particular alquilado de aquel pueblo hasta Tlapa de Comonfort, ahí ya los esperaba a las seis horas el amigo Delfino Cantú Rendón, como siempre con su incondicional solidaridad humana acompañado de un chofer y una unidad motriz de su propiedad disponible para traerla hasta Chilpancingo.
El joven conductor junto con mi hermano Enrique y mi sobrino Javier, acompañaron a mi madre todo el trayecto del recorrido de 275 kilómetros sin equipo de auxilio médico, a la buena de Dios, llegaron ceca de las 10 horas hasta las puertas del nosocomio de la Secretaría de Salud ubicado en el paraje de Tierras Prietas al norte de Chilpancingo.
Sin mayor preámbulo ingresó de urgencias al hospital general “Raymundo Abarca Alarcón”, ya que la esperábamos y con la intervención de mi esposa la enfermera Anselma González Solano, logró sensibilizar a sus compañeros de su centro de trabajo para que le dieran la debida atención médica de emergencia ante la gravedad del caso.
Gracias a Dios le salvaron la vida y complementada con su trabajo diligente de los galenos y enfermeras del hospital general “Raymundo Abarca Alarcón”, hoy puede contar su propia crónica mi mamá Clara y no lo hace mal con lujo de detalle, aunque hubo momentos que perdió la noción del tiempo.
Tras nueve días de hospitalización hoy miércoles 12 de agosto del 2015, los médicos la dieron de alta al mediodía, sin que se lo propusieran, ni se enteraran, le hicieron un “superegalo” de vida, este día está cumpliendo 82 años a lado de la familia y celebrándolo en casa modestamente, tras superar la crisis de salud, como ella misma dice “ya no la veía llegar”, al sentirse abatida de sus dolencias.
Con los escasos instrumentos tecnológicos con cuenta el nosocomio público de Chilpancingo, le hicieron análisis clínicos y ultrasonidos, con los que confirmaron que tuvo una fuerte intoxicación de un medicamento, dengue clásico que la mantuvo en el abismo e insuficiencia renal, y al tiempo que descartaron problemas en la vesícula biliar como erróneamente había diagnosticado el hombre de bata blanca.
Cumpliendo a cabalidad con el juramento Hipócrates, aunado al empeño, eficiencia y eficacia del equipo médico y de enfermería del hospital general de Chilpancingo, ahora mi madre de avanzada edad está para contar su propia crónica, primero sufrió sin atención médica especializada y extra hospitalaria los primeros cuatro días del 31 de julio al 3 de agosto.
Posteriormente otros nueve días ya internada en el nosocomio del sector salud guerrerense, atendida por galenos y cuidada por enfermeras ambos profesionales comprometidos con la salud de sus pacientes, la mantuvieron con suministro de oxígeno, medicamentos, vitaminas y sueros las 24 horas del día, entrando por urgencias y terminó en medicina interna de donde hoy miércoles al mediodía salió por su propio pie, acompañada de sus hijos y nuera.
Clara Reyes Navarrete enviudó hace 10 años de mi padre Enrique Francisco Melchor, y procrearon siete hijos, dos mujeres y cinco hombres, todos ellos viven, Cira y Lorena; Javier, Domingo, Mario, Saúl y Enrique, se mantuvieron al pendiente en el desarrollo y superación de sus males que la agobiaban.
Para la familia, principalmente para sus hijos, es un milagro y una bendición de Dios que nos permita seguir teniendo por más años a nuestra longeva madre, ahora nos toca darle los cuidados necesarios, pese a su avanzada edad, se sigue valiendo por sus propios medios, no usa aparatos para movilidad asistida, ni lentes, mucho menos aparatos auditivos.
Como creyente que soy, le doy las gracias a Dios y el gran regalo de cumpleaños al devolverle a mi madre Clara Reyes Navarrete. También estoy agradecido con los médicos del hospital general que acertaron con los medicamentos, las enfermeras con su dedicación y al personal administrativo que dieron las facilidades a la familia para estar al pendiente de nuestra paciente día y noche
Así mismo a todos los amigos que con su confortable solidaridad directa e indirecta, pero siempre invocaban a Dios de que todo saliera bien y así fue, hoy mi madre está en casa en franca recuperación. A todos por su aliento y los buenos deseos. Gracias.
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