COLUMNA
Cosmos
Héctor Contreras Organista
PADRE JESUS
Desde hace muchos años, con motivo de la celebración católica del día dedicado al Padre Jesús, a Jesús de Nazaret, al Maestro de Galilea, al niño Jesús que nació en Belén, la familia Cuevas Ventura, originaria de Mochitlán pero con profunda ascendencia en la capital del estado, lleva a cabo una celebración muy bonita y que ya forma parte de las tradiciones chilpancingueñas.
La víspera del día dedicado al Maestro llamado Jesús, la casa, localizada en las calles de Justo Sierra casi esquina con Baltazar R. Leyva Mancilla, se viste de fiesta.
Por la tarde llegan al venturoso domicilio grupos de danzantes, peregrinos que vienen de diferentes partes de la república y del estado trayendo flores, velas, arcos de flores, tendidos de papel de china, cirios, cohetes, mucha música y lo más importante, su devoción a Jesús, el milagroso.
La velada se hace en grande en la residencia de dos plantas de la calle Justo Sierra. En la parte superior el altar muy colorido por cierto, con el espeso azul del humo que despide el sahumerio: copal, carbón y ocote, y allí, frente a la impresionante imagen de Jesús vestido con elegancia, rezan y elevan cánticos y plegarias las mujeres, los compadres, los padrinos y los invitados.
En la calle, mientras tanto, tocan sones alegres las bandas de música de viento y los danzantes tienen espíritu maratónico para brincar y brincar. Algunos de los concurrentes se deleitan brindando por el festejado, recordando que en seis tinajas llenadas con quince jarrones de agua realizó su primer milagro en las bodas de Caná. A sugerencia de su señora madre, convirtió el agua en vino. Y no fue poca cosa, aunque aquí hay que celebrar con mezcal del bueno ese su primer milagro.
El aroma que despiden las flores de cempasúchil y las frutas depositadas en canastas nuevas hechas de astilla de otate y de carrizo y colocadas en el altar, altar colorido y alegre, y que lucen a los pies del venerado Señor, esos exquisitos aromas se confunde con los olores típicos de una fiesta católica chilpancingueña, de las de antes, y que olían y que a veces huelen todavía a pozole y a mezcal, confundiéndose también con el olor del humo de la pólvora de los cohetes de varilla lanzados al aire y cuya explosión celeste durará hasta la una de la mañana y reanudará a las cero cinco horas.
En tanto que en la parte baja de la casa, en ollas de aluminio, el pozole hierve hasta que revienta el maíz. Las señoras de mandil y frente sudorosa, dinámicas invitadas a ejercer sus artes en la cocina familiar, como todos los años, se aprestan a tener listas las cazuelas orejonas de barro, traídas de Mochitlán, Tixtla y Chilapa para servir la delicia tradicional, el pozole, y servir a los invitados jarros llenos de café de olla, para mitigar, de alguna forma, el desvelo.
Ya vaciaron la carne de cuche en los recipientes pozoleros para que hierva y tenga sabor. En tanto, los hombres, en su mayoría campesinos, respetuosamente se han quitado el sombrero y permanecen sentados en sillas de lámina pegadas a la pared, platicando.
Como probable analogía del milagro de Caná, transita entre ellos el néctar de los dioses magueyeros que se bebe felizmente acompañado por botanas elaboradas con chicharrón tronado, aguacate, chiles capones, pedazos de queso añejo y fresco y unas muchachas atentas pero más que eso, guapas, van ofreciendo café y pan a la concurrencia.
Tres chamacos corren haciéndose travesuras frente a la casa. El padre Jesús y su hermano y hermana, no paran del ajetreo propio de este tipo de festejos. Quisieran abrazar y atender a uno por uno de los visitantes. Imposible. Pasen, pasen, están en su casa. Siéntense. Bienvenidos, gracias que están aquí, dice don Jesús, don Jesús Cuevas Ventura, el padrecito Cuevas, a quien también hay que felicitar por su día. Sacerdote tan querido por mucha gente aquí y en Líbano. También en el DF, donde oficiaba las misas de la iglesia a las que asistía los domingos Carlos Slim, el hombre más rico del mundo, su parentela y muchas y muchos árabes.
Allá en Beirut, los altos jerarcas de la iglesia hablan maravillas del padre Jesús Cuevas. Nos consta. Escuchamos los elogios que de él hicieron a la entrada de una iglesia unos obispos a su hermana Urbina. Muy querido el mexicanito, pero no tanto como san Charbel (disculpe, padre), el Santo de Anaya, que así se llama la región vitivinícola que estableció el milagros santos libanés. Allá, en la antigua Baritas de los Naime y de los Némer, allá tiene fama el padre Cuevas, el, como así lo dice con orgullo, es el frijolero de Mochitlán.
Porque aquí todos recordamos que sus padres cuando llegaron a Chilpo (así le dicen en Mochitlán a la ciudad –jejeje- de Chilpancingo: chilpo) , vendían frijol. El padre Cuevas que entonces no lo era, un jovencito con sus hermanos y hermanas ayudaban a sus padres, don Bartolomé y su mujer (señora reguapa, bonita y muy trabajadora) a la venta de semillas.
Frijol, chile seco, habas, arroz y no se sabe cuántas cosas más pero trabajaron y compraron su casa y dieron educación a sus hijos. Urbina, maestra pero más que eso puso una agencia de viajes, y sin hablar otro idioma más que el español fue una de las mejores en cuestión de organizar viajes alrededor del mundo.
Enérgica y entrona, mujer de carácter recio y hecha para triunfar, y lo logró. Pero como ya se sabe, todos estamos de paso en este planeta y ella se fue hace algún tiempo. Dejó mucho cariño entre los suyos y sus muchos amigos y amigas y todos los ejércitos de turistas de casi todo el país que viajaron con ella. El padre también sabe mucho de ese negocio y a veces, se echa su canita al aire.
Pero esta vez anda como todos los años. Apurado, vigilando la actividad de sus espontáneos colaboradores para que se atienda a toda la gente cuya asistencia ha crecido.
Padre Jesús, Jesús de Nazarteh, Maestro de Galilea y del mundo.
Hoy, 6 de agosto es su día. Le tocó Leo.
Quién sabe qué dirá su horóscopo… quién sabe….
Habría que ver a Mizada, aunque, no tanto por el horóscopo.
¿Verdad?
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