COLUMNA

Discriminación en el INE 
Apolinar Castrejón Marino 

Bueno, hoy vamos a contarles un chiste de médicos. Un médico trataba de que su paciente lo dejara auscultarlo, pues según antecedente, tenía una oreja más grande que la otra. Pero tenía un enorme gorro, que le cubría ambas orejas, y no dejaba que el doctor se las viera, porque decía que se iba a reír.

El doctor, le aseguraba que él era muy profesional, y que nada de lo que viera perturbaría su ánimo. Y hasta le habló de un juramento hipocrático que lo obligaba a guardar en estricto secreto las características del paciente y su tratamiento.
Un poco convencido, el paciente se subió un poquito la gorra, ocasionado que se resbalara y cayera sobre su mejilla una enorme oreja, peluda y gruesa. Al ver esto, el medico se asombró, y lo comparó con algún animal, mientras esbozaba una ligera sonrisa.
Pero poco a poco, la sensación del cosquilleo que precede a la risa, lo fue invadiendo, hasta que no pudo contenerla, y soltó tremenda carcajada, ante la mortificación del paciente, quien le reclamó con voz tímida: “¿Ya vio? le dije que se iba a reír….ahora no le enseño la grande”.
¿Ya está usted de buen humor? Bueno. Ahora vamos a contarle la “gracia” de ese patán llamado Lorenzo Córdoba, que cobra como “consejero presidente” del Instituto Nacional Electoral, y ofendió cobardemente a los mexicanos más pobres y necesitados, a quienes llamó “indios chichimecas”. 
Ni siquiera venía al caso, solo lo hizo como diversión, platicando con su subordinado Jacobo Molina, al que refirió que sería bueno escribir unas crónicas marcianas, aludiendo a la obra de Ray Bradbury, en la cual el escritor norteamericano de ciencia ficción, relata los 6 primeros viajes a marte y la colonización de ese planeta.
Las crónicas que sugiere “Lencho” Córdoba serían para relatar lo que sucede en el Instituto Nacional Electoral (INE) con la gente que acude a alguna diligencia. Lo cual sería tanto como si un ginecólogo le contara a sus “cuates” la forma y características de los órganos reproductores de las mujeres que pasan por su consultorio.
En la grabación, se escucha claramente cómo se refiere en términos “…desde las dramáticas reuniones con los padres de Ayotzinapa, hasta este cabrón… que decía: yo jefe gran nación chichimeca. Yo no sé si sea cierto que hable así, pero no mames cabrón, es el llanero solitario o qué, cabrón”.
1 minuto con 56 segundos tarda la conversación en que “Lencho” se solaza burlándose de la gente que acude al Instituto Nacional electoral, suponiéndola una institución seria y respetuosa, que tiene encomendado el proceso electoral, para que sea justo, equitativo, e imparcial.
¿Qué le parecería que el sacerdote a quien confiesa sus pecados, sean sencillos o graves, los comentara con otra persona? O que el gerente del banco a donde acuda usted a solicitar un préstamo para vivienda, y luego supiera que se lo cuenta a sus amigos en términos de: “No mames cabrón, quiere comprar una casita de 30 metros cuadrados”.
Es patético que un personaje con esa gran responsabilidad, con toda le preparación de maestrías y doctorados, con tantos reconocimientos, se divierta a costillas de gente pobre y vulnerable.
Esto no puede quedar así. Se burló de los padres de los desaparecidos de Ayotzinapa, porque usó el adjetivo “dramáticas” en tono de burla, y se burló de los representantes de las etnias, llamándolos chichimecas.
Y lo peor fue la disculpa “franca y sincera… a quienes se hayan sentido ofendidos por sus comentarios desafortunados y poco respetuosos”. Y todavía, calificó esos comentarios como “jocosos”. O sea que le causaron gracia.
Todo esto quedó envuelto abyectamente por la reacción de los periodistas que minimizaron el asunto y trataron de guardarlo en el cajón de las anécdotas. La viborilla de María Amparo Casar, columnista de Excélsior que se concretó a reclamar que las grabaciones son ilegales, y que solo se pueden hacer mediante una autorización de la suprema corte de justicia.
Al único que hemos escuchado más realista es a Rafael Cardona, autor del espacio “El Cristalazo” de Telefórmula, quien se refiere al amplio currículum de Lorenzo Córdoba, y subraya que si tan elevado académico utiliza un lenguaje tan florido como el de la gente sin preparación “No mames Cabrón”, pues estamos muy mal. 

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