COLUMNA
El problema magisterial
Apolinar Castrejón Marino
Quizá usted no sepa de él, o si sabe, no lo recuerda, pero Arsenio Farell Cubillas fue uno de los personajes más odiosos del Partido Revolucionario de la Corrupción (PRI). Entonces ¿Por qué vamos a ocuparnos de él?
Pues porque tenemos muchos problemas con los maestros, con los estudiantes normalistas, y con la delincuencia organizada, y nadie parece poder resolverlos. Del comercio ambulante, del transporte colectivo, y de la escases de agua, ya ni hablamos.
Bueno, vamos a contar que presidentes Miguel de la Madrid y Carlos Salinas mantuvieron a Arsenio Farell en la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, y luego Ernesto Zedillo lo colocó en la Secretaría de contraloría y Desarrollo Administrativo.
Resulta que Miguel de la Madrid, queriendo hacer realidad su lema de campaña que decía “La solución somos todos”, decidió “purgar” los centros de trabajo, que como todos sabían, estaban llenos de inútiles, flojos y aviadores. Las “clases doradas” de aquella época eran los trabajadores petroleros y los electricistas, debido a los altísimos salarios que recibían.
De la Madrid le encargó a Farell que tuviera cuidado, pues no quería perder los juicios, cuando los trabajadores acudieran a los tribunales de conciliación y arbitraje. Con esta advertencia, Arsenio Farell se presentó a las oficinas y talleres de la empresa paraestatal Luz y Fuerza del Centro.
Pero no iba solo, ni con las manos vacías. Llevaba en la mano, y también aprendida, la Ley Federal del Trabajo. Además, iba acompañado de un actuario y un notario público. Y también se hizo acompañar de un representante del sindicato de electricistas.
Empezó a circular entre los escritorios, y cuando encontraba uno vacío, le preguntaba a cualquier trabajador que estuviera cerca:
-“¿Quién ocupa este escritorio?”
Y las evasivas de siempre.
-“El compañero Miguel salió a almorzar”.
Pero también había trabajadores resentidos por algo contra sus vecinos, y “despepitaban” todo lo que sabían.-“Fulanita, pero es amiguita del jefe, y se va a la hora que quiere”.
Si algún trabajador quería “pasarse de lanza” y empezaba a burlarse de la diligencia del Secretario. Farell lo abordaba directamente:
-“Usted ¿Qué hace aquí? ¿Cuánto tiempo lleva trabajando para la empresa? ¿Está calificado para el trabajo que realiza?”
Todo lo anotaba en su “tabla” con hojas cuadriculadas, y se aseguraba que el notario y el actuario tomaran el nombre del trabajador.
A la semana siguiente, los empleados faltistas, los flojos y los bribones, estaban reclamando por qué los habían cesado. Pero ya los estaban esperando con sendas actas de abandono de empleo, abuso de confianza y otras 20 faltas administrativas. El sindicato estaba advertido del cese del trabajador, y Arsenio Farell tenía testimonios debidamente acreditados, para resolver cualquier inconformidad.
Así se hacen las cosas señores autoridades. La Ley General del Trabajo establece que faltar 3 días consecutivos está tipificado como abandono de empleo. Presentarse al centro del trabajo y ausentarse y no regresar, es abandono de empleo. Y ninguna ley secundaria puede estar por encima de una ley general.
Porque luego los “maestros” se amparan en sus estatutos sindicales, y en sus “conquistas” corporativas. Y acostumbran hacer las más retorcidas interpretaciones de las leyes. Por ejemplo, invocan la ley que dice que las jornadas laborales no pueden ser mayores de 8 horas, lo cual parece razonable.
Pero invocan este inciso, los maestros que tienen 2 plazas, con horario “compactado”. Ahí eso no aplica, pues si cobran doble, pues tienen que trabajar doble. Además, si en el mismo centro de trabajo hay maestros que tienen una plaza, tendrían que demostrar cómo es que ellos hacen en un solo día, lo que los demás hacen en 2.
Pero lo que vemos es que ni el gobierno, ni las “autoridades” educativas quieren resolver el problema magisterial. Ellos reclaman que no es una reforma educativa, sino una reforma laboral. ¡Pues claro! Eso se hace cuando hay un sector que se ha salido de control, que recibe un enorme presupuesto y no corresponde en “productividad”.
Si se mantuvieran dentro de la ley, ninguna reforma los lesionaría. Pero. Según La organización Mexicanos Primero presidida por Claudio X. González por cada 100 pesos que el gobierno gasta en la enseñanza, 84.3 son para sueldos de los maestros, 4.4 para becas, 7.4 para pagar servicios públicos y programas educativos y sólo 70 centavos se destinan para libros y materiales escolares.
El gasto por alumno de primaria no llega a los 29 mil pesos anuales y para los de secundaria, el gasto apenas es de 33 mil pesos por estudiante en cada ciclo escolar. Es urgente la necesidad de mejorar la inversión en la materia, pues actualmente 55% de los estudiantes de primaria tienen habilidades académicas que van de insuficientes a elementales en español y matemáticas, cifra que se dispara hasta 80% en el caso de los alumnos de secundaria.
El gobierno debe dejar de ser chantajeado por los estudiantes normalistas que exigen más plazas cada año, y luego no quieren irse a atender las escuelas de las zonas rurales.
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