COLUMNA

El elefantito

Apolinar Castrejón Marino

Esta vez contaremos un cuento de circo, porque los circos les gustan a casi toda la gente, excepto a los ecologistas. Los animales son una atracción especial, aunque ahora está prohibida, por esos hipócritas. 
 En el circo de nuestro cuento había un elefante, que entretenía a la gente con una actuación en la que exhibía su tamaño, peso y fuerza descomunal; pero también cuando estaba en su descanso la gente lo admiraba por su colosal tamaño y su pasividad.
 Llamaba la atención que estaba aprisionado por una cadena que sujetaba una de sus patas, a una estaca clavada en el suelo. La cadena era gruesa y pesada, pero la estaca era solamente un trozo de madera. Y aunque ese formidable animal parecía capaz de arrancar un árbol de un tirón con su enorme fuerza, no hacía ningún intento de arrancar la estaca y huir.

 Un niño, estaba admirando al magnífico animal tomado de la mano de su papá, y le preguntó, por qué la bestia no se escapaba. El padre le explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. El niño no quedó conforme con esa respuesta y volvió a preguntar, que si estaba amaestrado, ¿Por qué lo encadenaban? El buen hombre ya no supo que contestar, y le ofreció a su hijo, mejor ir al puesto de golosinas. 
Casualmente, en nuestras lecturas llegamos hasta el libro de “Recuentos” de Jorge Bucay, y ahí estaba la respuesta: El elefante del circo no se escapa porque ha estado atado desde muy pequeño. Cierre los ojos un momento, e imagínese al elefante cuando era pequeño, amarrado a la estaca. Seguramente jaló y empujó, y gritó desesperadamente tratando de soltarse. Pero no pudo.  
La estaca era muy fuerte para él, entonces. Juraría que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al siguiente. Hasta que fatigado, el animal aceptó su impotencia, y con su espíritu derrotado, se resignó a su destino de esclavitud. 
 Ese elefante enorme y poderoso, que hoy vemos en el circo, no se escapa porque aún cree que no puede. Tiene presente el recuerdo de su impotencia, en su memoria está siempre presente esa otra fuerza más grande que la suya.  Le duele tanto ese recuerdo, que prefiere no revivirlo, y ha renunciado totalmente a poner a prueba su fuerza. 
 Ese síndrome del elefante derrotado es lo que atormenta a los mexicanos, y lo que los mantiene en un estado de desamparo y de incapacidad. Se sienten derrotados con anticipación, ante el gobierno, al que consideran, arbitrario, tiránico y despótico. Y no les falta razón.  
Los mexicanos están cooptados por una clase económica criminalmente organizada, para mantenerse en el gobierno. Está organizada de manera piramidal, y en cuya parte más alta se encuentra el presidente de la república. En un nivel más abajo se hayan los partidos políticos, que son más que estructuras criminales, cuyos jefes son los peores sinvergüenzas. De sus candidatos ya ni hablamos.
El Estado mexicano es la gran mafia estilo siciliano, que se ha repartido los giros más lucrativos: “Seguridad”, que representa 18, 500, 943 de pesos, algo así como el 12.3 % del Producto Interno Bruto, a repartir entre los procuradores, ministerios y jueces. Ah, también a la cndh le toca una buena tajada de este pastel.
En otro rubro, la mafia del gobierno destina 700 mil millones de pesos para la “educación” en México, pero… según la organización Mexicanos Primero, el 84.3 % se utilizan para el pago de sueldos, 4.4 para becas, y sólo 70 centavos se destinan para libros y materiales escolares. 
Sobra decir que la fauna del gobierno ordeña bien y bonito las nóminas. Porque quienes deberían cuidar la transparencia de los registros y padrones del personal que labora en los centros educativos, son precisamente quienes aprovechan sus puestos para realizar la venta de plazas, encubrir a los aviadores, e introducir a toda su parentela a las nóminas.
El poder legislativo es parte importante de la mafia gubernamental, pues se encargan de hacer leyes en beneficio de la oligarquía. Pongamos por caso lo que está ahora en el interés de los mexicanos: el proceso electoral. La secretaría de Hacienda entregó para el gasto de los partidos, 5,300 millones de pesos.
Además de tan escandalosa cantidad, las leyes que hicieron los diputados y senadores, permiten que los consejeros de Instituto Nacional Electoral se asignen a sí mismos los sueldos que creen merecer ¿Y qué cree usted? Pues se asignan los mejores sueldos de México y Latinoamérica. Ah, pero todo es legal. 
Esta misma situación se repite en todos los Estados del país ¿Usted cree que esos funcionarios electorales son como usted? ¡No! Ellos ya forman parte de la oligarquía. Eran ciudadanos, pero ahora han vendido su conciencia por 30 monedas.
Perdone usted que cortemos abruptamente este comentario, pero es por falta de espacio. En otra ocasión nos referiremos a los gobernantes espurios, a los caciques, y al  capo di capi que es el presidente.

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