COLUMNA
Apolinar Castrejón Marino
“Arriba molcajete, abajo asador; arriba asador, abajo molcajete”, así dice un refrán que utilizan los campesinos, para indicar que hay temporadas de abundancia en que se come bien, y se utiliza el asador para cocer la carne; y en otras temporadas de carestía solo se come salsa de chile, y se utiliza el molcajete.
Los ciclos agrícolas de siembra y cosecha son muy crueles, pues durante la preparación de la tierra, la siembra y el desarrollo de los cultivos, los campesinos viven de lo que hayan podido almacenar de la cosecha anterior, de algún ahorrito que hayan podido hacer, o “de prestado”. Así se la pasan más de medio año.
Con la aparición de los primeros frutos de los cultivos, elotes, ejotes y chile verde, los campesinos tienen un poco de alivio en su situación. Pero luego viene la cosecha, temporada en que los frutos se han madurado, y hay que recogerlos con rapidez y guardarlos, antes de que se los coma la fauna predadora: tlacuaches, zanates y ratas.
Así las cosas, durante la cosecha los campesinos se dan el lujo de comer carne, especialmente de res, la cual según se sabe es más deliciosa asada en brasas de leña. Ellos llaman asador a una simple varilla plana o cilíndrica de fierro, más o menos del diámetro del alambrón que se utiliza para la construcción de las casas.
En esta época feliz, los campesinos venden el maíz, frijol y otras leguminosas que hayan cultivado, de lo cual juntan alguna cantidad de dinero. Precautoriamente hacen sus trojes y silos para guardar un poco, y utilizarlo después como semilla, o para comer en caso de que la situación se complique.
Pero como casi siempre se complica la situación, tienen que racionar su consumo. Entonces tienen que optar por un régimen alimenticio muy estricto, en el cual solo pueden comer frijoles con tortillas y salsa, y entonces hay que guardar el asador de carne, pues ya no es de utilidad. Ha llegado el momento de sacar el molcajete. No se haga usted que no lo conoce.
Nuestra sociedad se originó teniendo como base la agricultura, y de eso se mantuvo muchos siglos. Los cambios vitales más significativos tienen poco tiempo, y aunque hay personas que viven de los demás, gracias a esa chapucería que llaman política, también conocen de los ciclos de bonanza y carestía.
En la rueda de la fortuna, en la que participan los políticos siempre ha habido ganadores y perdedores. Los ganadores subían al cielo y se convertían en dioses todopoderosos, y los perdedores se esperaban un “tiempito” para que les tocara subir al Olimpo, y mientras, “el partido” se encargaba de que no pasaran hambres.
Pero en el actual siglo 21 las cosas se han ido complicando, y el pastel “ya no alcanza” para todos. Es el resultado de que unos políticos se despacharon con la cuchara grande, y metieron a la nómina a toda su parentela, sin importar que sean unos inútiles, están bien acomodados “aunque sea de aviadores”.
Y peor tantito que hay unos tan conejos, que pusieron “todos los huevos en la misma canasta”, pensando que “en automático iban a saltar al siguiente puesto. No conformes con pasearse en camionetas blindadas, irse de vacaciones a Estados Unidos o a Europa cada mes, con sus amigas o sus “mayates”, les parecía normal el dispendio de su parentela, colocada en puestos inmerecidos.
Nacos, burros y analfabetas, aún se regodean en “sus” oficinas, disfrutan de las camionetas oficiales, con las cuales se estacionan o pasan por donde se les da la reverenda gana. Acuden frecuentemente a pozolerías, marisquerías y antros que en su vida habían pisado, y exigen “servicio especial”, especialmente las mujeres del presidente, o del diputete. Todos son iguales.
Pero próximamente volverán a la vagancia de la que nunca debieron haber salido. Y entonces dirán amargamente “abajo asador, arriba molcajete”.
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