COLUMNA

Los cuentos de Peña Nieto 

Apolinar Castrejón Marino


Nos contaron que una mujer iba caminando por la playa, cuando vio que una vieja lámpara estaba tirada. Sin mayor interés la  recogió, y como estaba un poco sucia, la frotó para quitarle la arena. Y del extremo alargado, ¡Paff! apareció un extraño personaje, con pantalones abombados y de color brillante, con un chalequito chistoso.
Asombrada la mujer quiso preguntarle que quien era. Estaba segura que ya no estaba borracha. Al ver su turbación, el personaje le preguntó primero.
-¿No conoces a los genios? ¿Nunca has leído un libro que trate de genios y de princesas?
-No, yo solo leo teveynovelas. Y a ti ¿Te duele la cabeza? ¿Por qué llevas amarrada la cabeza?
-¡No! Yo soy un genio, y en mi cabeza llevo un turbante.

-Bueno Eugenio, pues mucho gusto, hay me saludas a “no te conozco”.
-Mira Güera, lamento decirte que como me sacaste de la lámpara, ahora estoy en deuda contigo, y te tengo que conceder un deseo.
-¿Qué no eran tres deseos?
-No  señora, en estos tiempos, todo ha sufrido recortes, y yo solo estoy autorizado a conceder un deseo, y como no hay reclamos, tiene que pensarlo bien ¿Sale?
-Entonces, la mujer  se acercó a la cara del genio, y le dijo: "Quiero  que haya paz en el Medio Oriente".
El genio se sintió un poco mareado con el aliento alcohólico de la dama, y entonces él  se sintió muy confundido, y por ello le dijo:
-¿Cómo dice? 
Ella agregó: 
-Vi en la televisión que esos países se la pasan peleando, y quiero que dejen de matarse.
El Genio sacó un mapa de su mochila, como Dora la Exploradora” lo miró unos instantes y le dijo: 
-¡Válgame señora! ¡Estos países han estado en guerra durante siglos! Yo seré muy bueno  en mi trabajo, pero ¡caray! No soy tan genio como para lograr eso que pide.  Mejor pídeme otra cosa más fácil.  
La mujer  vio muy apenado al genio, y se conmovió en su corazón, y entonces le dijo:
-Bueno,  la verdad es que nunca he podido conseguir mi hombre ideal. Quiero un  hombre que sea considerado y divertido, que le guste cocinar y ayudar en la  limpieza del hogar, que sea muy bueno en la cama y que se lleve muy bien con  mi familia. Que no se la pase todo el tiempo mirando deportes por la TV, que  me acompañe a hacer las compras y me espere el tiempo necesario y que, además,  siempre me sea fiel. 
El  Genio deja escapar un largo suspiro, y al ver la imposibilidad de los deseos de la bella, le dijo en tono de resignación.
-¡A ver,  traiga acá ese mapa!
La verdad es que el cuentecito del genio y la lámpara maravillosa, pertenece a la colección de cuentos conocido como “Las Mil y Una Noches”. Sindbad el Marino, Aladino y la Lámpara Mágica, y Alí Babá y los Cuarenta Ladrones, son los cuetos más conocidos. 
Pero la Historia del Mercader y el Efrit, la Historia del Mandadero y de las Tres Doncellas, la Historia del Jorobado, y otros 400 relatos de aventuras con personajes orientales, se atribuyen a la princesa Schedrezada, quien era la esposa del Sultán persa Shahriar.
El tal sultán era muy alegre, y tenía mucha afición por las mujeres hermosas. Conseguía en matrimonio las más hermosas doncellas para casarse, y las disfrutaba la noche de bodas, pero a la mañana siguiente, las asesinaba…para poder volver a casarse.
Hasta que en su horizonte apareció Schedrezada, que además de ser muy hermosa, era muy inteligente. Al darse cuenta del peligro que corría, urdió un plan ranchero. Antes de entregarse en el lecho nupcial, le pidió a su esposo que le escuchara un cuento muy bonito.
El Sultán accedió y Scherezada empezó un cuento dramatizado. Hacía ademanes, engolaba la voz, y hacía gestos, según requería el relato. El Sultán estaba muy atento e intrigado, y no se dio cuenta cómo avanzaban las horas. Al rato se sintió cansado y le pidió a su esposa, que continuaran al día siguiente. Y Scherezada pudo vivir un día más.
Al día siguiente, se repitió la historia, pues Scherezada siempre ese las ingeniaba para que el Sultán estuviera muy interesado en la historia, y la dejara para el otro día.
Conseguimos las opiniones de especialistas y versados en al psicoanálisis, y de ellos supimos que Enrique Peña tiene el síndrome de Scherezada, pues se siente obligado a contarnos un cuento todos los días. Coincidirá con nosotros que sus apariciones en la televisión toooodos los días son completamente innecesarias.
Y en cuento hace a sus discursos, ya ni como cuentos se los cree la gente. O diga usted, si Murillo era tan eficiente, y cumplió a cabalidad su encomienda, entonces ¿Por qué quitarlo? Y luego, ¿Qué culpa tiene los campesinos de que les monten a tan tenebroso personaje?

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