COLUMNA
El sastre y el rey
Apolinar Castrejón Marino
Un día el Rey paseaba por los corredores del Palacio Real, donde había muchos pinos, y al entrar a una habitación, su chaqueta se enredó con el pesado cortinaje, y al destrabarse, se dio cuenta que un botón se le había desprendido. Le dio mucho coraje, así que furioso, mandó a buscar a su sastre, y ordenó que le cortaran la cabeza.
La guardia real fue hasta la casa del sastre, y lo apresó para llevarlo a la mazmorra a esperar allí su muerte, el día siguiente. El sastre pasó el día tranquilamente, pensando, y cuando el guardia le llevó su última cena, el sastre dijo que no tenía hambre, y que estaba preocupado por el pobre Rey.
Entonces el guardia se sonrió con burla, y le dijo al prisionero.
-¿Pobre del Rey? ¡Pobre de ti! ¡Tu cabeza rodará por el suelo mañana!
-Si, por eso. Entonces el Rey perderá un sastre, y además perderá la posibilidad de que su oso aprenda a hablar. Y entiendo que su oso es la cosa que más quiere.
Muy intrigado, el guardia preguntó al sastre:
-¿Tú puedes enseñarle a hablar a los osos?
Y el taimado sastre le respondió.
-Si…es un viejo secreto familiar.
Deseoso de ganarse los favores del Rey copetón, el pobre guardia corrió a contarle su descubrimiento. El Rey se alegró en su corazón, y mandó rápidamente a buscar al sastre. Cuando el bribón estuvo ante el Rey, le ordenó.
-¡Enséñale a hablar a mi oso!
El sastre contestó al Rey con tono calculadamente medroso.
-Majestad, nada me gustaría más que complacerte, pero la verdad, es que enseñar a hablar a un oso es una tarea muy ardua, que lleva tiempo.
El Rey quedó callado un momento, meditando. Luego preguntó al sastre:
-¿Cuánto tiempo tardarías en enseñarle?
-Bueno, depende de la inteligencia del oso.
-¡El oso es muy inteligente!
-Bueno, si el oso es inteligente, yo creo que el aprendizaje duraría, duraría... como cuatro años.
El Rey hizo como si pensara, y luego ordenó:
-Bien, tu pena será suspendida por cuatro años, para que entrenes al oso.
Viendo como el Rey caía en su trampa, el pícaro sastre quiso sacar aún más provecho, y le dijo.
-Alteza. Si tú mandas al verdugo cortarme la cabeza mañana, ya estando muerto no tendré problemas, y mi familia se las ingeniará para poder sobrevivir. Pero si me suspendes la pena, yo tendré que dedicar mi tiempo a trabajar. Y entonces no podré ocuparme de tu oso.
El Rey que todo lo resolvía ordenando reformas e iniciativas, le dijo:
-Eso no es problema. A partir de hoy tú y tu familia estarán bajo la protección real. Serán vestidos, alimentados y educados con el dinero de la corte, y nada que necesiten o deseen, les será negado ¡Traigan papel, que tengo ganas de firmar!
El sastre, se alegró en su alma, y le expresó toda su gratitud al Rey. Lleno de satisfacción por su poder, el soberano ordenó.
-Bien... ¡Guardias! Que lleven al sastre a su casa en el carruaje de la corte, denle dos bolsas de oro, comida y regalos para sus hijos. Vamos a adelantarles el “día del niño”.
En poco tiempo, el sastre llegó a su casa. Todos lloraban por su muerte. Su esposa e hijos se sorprendieron cuando lo vieron llegar en el carruaje del Rey, vivo, sonriente, y con regalos. Todos se abrazaron alegres.
Al rato, cuando estuvieron a solas el hombre le contó los hechos a su mujer. Y ella muy asustada le dijo:
-Estás loco ¿Cómo vas a enseñar a hablar a un oso?
Muy tranquilo, el hombrecito le dijo a su mujer.
-Calma, calma. Mira, me iban a cortar la cabeza mañana al amanecer, ahora tengo cuatro años en los que pueden pasar tantas cosas, y hasta puedo hacer que me integre al gabinete. Además, el gobierno de este estúpido se termina dentro de 4 años. Acuérdate que vivimos en un sistema métrico sexenal.
Usted puede leer, este y otros cuentos en el libro “El Camino de las Lágrimas” de Jorge Bucay.
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