ARTICULO

 Dicen que dijeron que
 andan diciendo que…

Margarito López Ramírez
 “La Ponzoña”
 … aunque surcos del tiempo marcan su rostro, y en las sienes luce escarchas de ayeres vividos, su cuerpo conserva vestigios de la  otrora complexión robusta y porte señorial que poseyó como destacado deportista.
El familiar cercano o lejano, la vecina de al lado, la jovencita que expende viandas, el vendedores de verduras, las placeras asentadas en puestos destinados a la venta de flores de formas y colores diversos, ambulantes atiborrados de chucherías en la espalda, merolicos engaña tontos, pregoneros y demás gente del entorno tixtleco, le llaman: “Arturo”, apegándose a la voluntad de los padres de él, quienes decidieron registrarlo así ante el juez y ungirlo con agua bendita en la concavidad bautismal de la iglesia que acoge al santo patrono  Martín de Tours; lo nombran Arturo a sabiendas de que el REY ARTURO, soberano  de La Mesa Redonda encarnado en mitos asentados en la literatura inglesa, fue un gobernante justo que logró victorias, promovió la paz y generó  prosperidad en la vida de sus súbditos. 

He aquí que convenga traer a cuento lo siguiente: más allá de algún amigo cercano, nadie más le llama usando para ello el sobrenombre que integrantes de su generación de antaño le endosaron, alias adjudicado  porque en sus primeros años de vida jugueteaba sapos como si fuesen éstos los más bellos animales; pero en este devenir cabe señalar que los sonidos que conforman el aludido mote que lo marcó en su años primeros de existencia, aún resuenan en sus oídos: ¡PONZOÑA… PONZOÑA… PONZOÑA!.. En su cavilar parece como si estuviera viviendo momentos en los que llegan a él ecos de esas manifestaciones que, a manera de gritos de guerra,  provenientes de sus seguidores asentados en las galerías atiborradas de gente entusiasmada que concurría a presenciar enfrentamientos pugilísticos en la Arena Coliseo de Acapulco de Juárez, Guerrero y otros lares, lo impulsaban en sus contiendas no exenta  de enojos, argucias, sufrimientos,…    
Mas como el péndulo de la vida es constante e inequívoco, natural es afirmar: 
Ayer, Arturo fue el chaval vigoroso poseedor de realidades y quimeras que flotaban en el vaivén de la infancia; el muchacho viandante en calles y vericuetos de su natal terruño; el adalid  en luchas justas; el defensor de desvalidos y azote de pendencieros durante su transitar en la escuela primaria Ignacio Manuel Altamirano de su tierra natal.
Hoy, es ahora hombre de ayeres acumulados, ciudadano probo poseedor de anhelos idos que se encaramaron en el manto flotante de su juventud y madurez transcurridas. Arturo, ente de experiencias y victorias pugilísticas guardadas en el cofre de recuerdos, es árbol de raíces profundas hincadas en la tierra que lo vio nacer; es integrante de una familia ejemplar que se gana el sustento diario en trabajo y proceder honrados que ornan de gloria y decoro su vida. Es el amigo, El Personaje pueblerino de la amada tierra asentada en el valle (Tistlan) de Tixtla, es protagonista incorporado al devenir histórico de la patria chica, es hombre cabal que encuentra reciprocidad de apegos y afectos que pulen el alma…

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