PRIMERA PLANA
¡Me vieron la cara! ahora lo
quiero vivo, exige Mora Chora
“No es un animal del que uno se olvide rápido, y un animal, como sea, se siente. Es una persona, son 43. ¿Qué sentirían los del gobierno federal si fueran sus hijos?, quisieran luego luego venganza... A mí, a mí, ¡me han dañado doblemente!”.
Quien habla es Ezequiel Mora Chora, padre del normalista Alexander Mora Venancio, joven que la Procuraduría General de la República (PGR) y peritos argentinos aseguran que está muerto, pero que a mes y medio de que le dieron la noticia, no ha tenido ni un fragmento del cuerpo de su hijo.
“Nada. Nada. Nada más nada”, expresa el señor de voz triste cuando se le pregunta si alguna dependencia federal le ha llamado o lo ha buscado para explicarle que no podrán entregarle ningún fragmento del cuerpo de Alexander, porque no lo hay.
De acuerdo con fuentes de la PGR que EL UNIVERSAL consultó, debido al procedimiento practicado a los restos que fueron encontraron a orillas del río San Juan, cuyo ADN coincide con el de la familia Mora Venancio, realizado en el Instituto de Medicina Forense de la Universidad de Innsbruck, Austria, éstos fueron destruidos por la cantidad de químicos empleados en el proceso de identificación.
Mora Chora endurece el tono de voz y hace un silencio. “¡Ya no les creo nada. Todo fue pura mentira, ¡y me vieron la cara, me vieron la cara! Porque ellos crearon todo esto. Ellos sabían que uno mantiene la esperanza de ver a sus hijos y juegan con uno. Juegan así”.
Luego del duro reclamo anuncia que el 26 de enero participará en la marcha que realizarán padres de familia de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, porque dijo, “ahora lo quiero vivo, porque son mentiras las que nos dice el gobierno”; la movilización será en la Ciudad de México, y aunque se siente fatigado irá y exigirá justicia.
Durante estos casi cuatro meses de no ver a su hijo, rogaba por su vida, ha pensado a diario en él, cuenta. Cuando los peritos del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) le dijeron que los restos analizados en Austria correspondían a su Alexander, pero le confesaron que ellos no participaron en la extracción de éstos, dudó de su procedencia. Aunque desde ese 6 de diciembre con toda la confianza que habían depositado los padres en los extranjeros, les creyó sin dudarlo y trató de digerir la noticia.
Ahora nada le cuadra, todo le parece una mentira prefabricada, en la que los peritos, a los que al principio les pidieron apoyo, están involucrados.
Recuerda que en la marcha en la que participó el miércoles con sus familiares, amigos y organizaciones integradas al Movimiento Popular Guerrerense (MPG), que apoyan su lucha, dio de ultimátum cinco días a las autoridades para que le entregaran los restos de su hijo de 21 años, pero al enterarse por la prensa, porque nadie le ha explicado siquiera por teléfono la situación, de que ya no podían darle nada, cambió de opinión y decidió que se sumará desde el 26 de enero a las movilizaciones de Ayotzinapa, aunque sus acciones sean consideradas radicales.
Su idea, una vez que tuviera los restos de su hijo era enterrarlo en la comunidad de El Pericón, Tecoanapa, de donde es originario, “como cualquier persona que fallece: en un féretro y en un pedacito de tierra de la Costa Chica”, región donde está el municipio, “para irle a llorar en cada determinado tiempo, pero saber que allí está al menos una parte de él”.
La vida de don Ezequiel ha cambiado radicalmente, dejó de manejar su taxi, oficio que disfrutaba mucho, y el que le permitía conocer a mucha gente. Cambió eso por la depresión de tener a un hijo desaparecido, que según versiones de las autoridades, fue entregado junto a otras 42 personas por policías municipales de Cocula e Iguala al cártel Guerreros Unidos.
Si no fuera por sus otros dos hijos que continúan de lleno en el movimiento por la presentación con vida de los jóvenes, no tendría fuerzas para hacer nada. Le han dado preinfartos y ha tenido que cuidarse mucho, pero lo que más le “cala” es el dolor, a veces cree que nunca podrá superarlo. Hace dos años perdió a su esposa, por la diabetes, pero no se resigna por su hijo.
El gobierno federal no lo ha ayudado “ni el pésame ni nada, nada… pero lo que tengo es una tristeza, pura tristeza, que no sé cuándo se me pase”. Para que quede claro, expone Ezequiel: “Desde el 6 de diciembre que me avisaron (que los restos eran de su hijo), me prometieron que me entregarían algo, no me dijeron qué, pero hasta ahorita no me han dado nada, no me han dicho nada, nadie se ha comunicado, nada. Pero la lucha sigue y aquí voy a seguir”.
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