COLUMNA
las cabañuelas
Apolinar Castrejón Marino
Durante la etapa agrícola de México, tuvo mucha importancia el conocimiento del clima, para el progreso de los cultivos de maíz, frijol y trigo, que eran los principales cereales de los que se alimentaba la gente.
Los campesinos debían saber en qué fecha se iniciaría la temporada de lluvias y, si serían abundantes o escasas. Les representaba gran utilidad saber con anticipación, si habría tormentas, aluviones y heladas, para proteger sus plantíos.
Los ancianos sabios de las civilizaciones maya, azteca y tolteca observaron que el mes de enero, o el principio de cada año había una gran variación en el clima, pero que no era arbitraria, y seguía ciertos patrones o ciclos. Tales períodos parecían corresponder a los meses del año, pues se comportaban en lapsos de 6 en 6.
Durante el mes de enero, cada día del 1 al 12 corresponde a un mes del año que está iniciando. El día uno es el mismo mes de enero, el día 2 es el mes de febrero, el día 3 es el mes de marzo y así sucesivamente, hasta el día 12 que sería el mes de diciembre.
Del mismo modo, las características de determinado día, coincidirán con el mes que le corresponde: el día 5 representa al mes de mayo, y si ese día se nubla y llueve aunque sea unos minutos, significará que las lluvias iniciarán en este mes. Por el contrario, si es día es caluroso y ni se nubla, ni llueve, significará que habrá calor y sequía.
Otro ejemplo sería el día 8 que representa al mes de septiembre. Por lo regular ese día amanece nublado y llueve un poco, pero si permanece lloviendo largo rato, significa que habrá inundaciones. Ocasionalmente, el día 11 sopla un poco de viento, lo cual significa que en el mes de noviembre habrá ventarrones y polvaredas.
Pasaron mucho tiempo, y a través de muchas generaciones, lograron construir este método que predecía el comportamiento del tiempo, al que llamaron cabañuelas. Este sistema es completamente empírico y funciona en base a una distribución aritmética, complementada por observaciones locales de gente bien entrenada en la observación.
Después de la primera ronda de días que representan a iguales meses del año, tenemos otra ronda que transcurre de manera descendente, es decir, del 13 al 24 de enero. Es como si se necesitar una revisión de las primeras observaciones, o por si acaso el agricultor no tuvo ocasión de observar determinado día.
El día 13 es el mes diciembre, el día 14 es noviembre, el día 15 es octubre, y así sucesivamente hasta terminar con el día 25 que correspondería al mes de enero. Para que acabe usted de sorprenderse, del día 26 al 30 se toman por medio día para cada mes del año.
De la 1 de la madrugada a las 12 del día del día 26, se representa al mes de enero, y de la una de la tarde a las 12 de la noche, es el mes de febrero; de la 1 de la madrugada del día 27, sería el mes de marzo, y de la 1 de la tarde a las 12 de la noche, sería el mes de abril, y así sucesivamente, hasta acabar el año.
En la revista México Desconocido, hay un interesante artículo en el que menciona que esta tradición milenaria se cree que surgió en el Zamuc, o “Fiesta de las Suertes”, del calendario babilónico, cuya versión hebrea sería la “Fiesta de los Tabernáculos”. En la India también tenían doce días en la mitad del invierno para vaticinar las condiciones climáticas próximas.
Sin embargo, hay que considerar que sus calendarios constaban de 18 meses, de veinte días cada uno, más cinco días adicionales. Los primeros 18 días de enero servían para cada uno de los meses, y los dos días restantes predecían otros fenómenos: como los remolinos de tierra, las “casas” en la Luna o en el Sol, la migración de las mariposas y las hormigas con alas, los eclipses, y otros fenómenos menores.
Lo único cierto es que en las celebraciones religiosas y paganas subyace el culto a los Dioses de la naturaleza y de la Madre Tierra, que el 40 % de las poblaciones se encuentran en la zona rural y que la agricultura es la ocupación que nos da de comer.
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