COLUMNA
Héctor Contreras Organista
Don Francisco Arroyo Carbajal
(17 de diciembre de 2014, fecha de su cumpleaños número 92… a 9 días de su fallecimiento).
“Arroyito”, así, con afecto, le conoció y le llamó la gente, sus paisanos, al aseador de calzado de Chilpancingo que logró acumular 80 años en el desempeño de esa labor. Un hombre trabajador que se pasó la vida entregado su oficio en la plaza principal, desde donde fue testigo de muchos acontecimientos en la viuda de la capital del estado.
Cuando no estaba con energía haciendo su trabajo, se le veía sentado sobre el pequeño banco de madera, complemento de su cajón de bola, escribiendo, siempre escribiendo algo. Tal vez la sordera que le produjo sonarse la nariz a todo pulmón, imitando a otra persona, le permitió estar en su mundo tranquilo, por donde las musas se deslizaron y motivaron a Arroyito a que siempre escribiera canciones o poemas bonitos.
La mañana del 16 de mayo del 94, una mañana nublada pero calurosa, llegamos hasta el lugar en que se encontraba haciendo su labor. Aprovechamos unos minutos y mitad mímica, mitad gritos, le explicamos el motivo de visitarlo. Nos sentamos en una banqueta bajo la sombra fresca de un árbol de Hule, en la parte poniente de la plaza principal. Mientras nos hablaba de su vida y de su obra, la gente volteaba con curiosidad hacia donde estábamos, como queriendo informarse qué platicábamos.
Arroyito tenía algunas palabras favoritas que repetía con frecuencia, y con una de ellas inició su relato:
“Parientito, yo nací en Acapulco el 17 de diciembre de 1922, nomás que de chavito, como de un año y medio me trajeron para Chilpancingo y aquí me quedé. Mi mamá es de Chilpancingo y mi papá de Miacatlán, Morelos. Este negocio de la boleada se lo debo en parte a mi padrastro, porque él me compró mi cajoncito. En una ocasión me dijo: ‘Mira, hijo, veo que te anda yendo un poco mal. Ya tienes once años. Te voy a comprar un cajoncito para que chambees en el jardín. -Yo le dije: No papá; aquí en Chilpancingo no he de trabajar nunca. Solamente en Iguala, en Taxco, en Cuernavaca o en México, aquí no… -Ándale, hijo. Luego que te ganes unos centavitos verás que no hay vergüenza.
-Llegué aquí y luego comencé a chambear y, como dice el dicho: ¡Aquí estaba la papa! De ahí para acá, amigo, puro bolero. Algunas veces le he revuelto con trabajar en caminos, en la carretera pero, dos años, tres, uno y luego otra vez aquí de bolero”.
“Mi padrastro se llamó Mauro Limones Monreal. Mi mamá Juanita Carbajal Vargas y mi papá fue Eustacio Arroyo Toledo; mi padrastro era de Pino, Zacatecas. Tuve nueve hermanos, nomás mira, soy el único que quedé. Creí que la familia Arroyo iba a caducar y no; tengo a mis hijos, así es que sigue la cosa”.
-Le preguntamos: ¿Cuál fue la primera canción que compusiste?
“Haciendo memoria, el otro día recordé que la primera canción fue ´Pobre de los dos´ y de ahí me seguí haciendo canciones por cualquier causa, por algún motivo, luego agarraba mi lapicito y empezaba a hilvanar las letras para formar canciones, también poesías; he escrito cuentos y una novelita que tengo: ‘El Último Asalto’ y un dichito corto, ‘El Bule’, una vacilada”.
-¿A qué edad comenzaste a componer?
“Tenía 19 o 20 años, estaba muy joven. He escrito unas 85 canciones y unas 26 poesías”.
-¿Cuándo te casaste?
“Tiene 38 años, más o menos, con una señora que se llama Josefina Matus y tengo cinco hijos: Francisco y José Ariel que son profesores; dos licenciadas: Adela y Laura y un ingeniero, Roberto”.
-Sabemos que has viajado al extranjero…
“Si, Héctor, se dio esa cosa porque mi hijo estudiaba en Japón y cuando iba a venirse acordamos con mi señora ir a traerlo a Japón en lugar de ir solamente al aeropuerto. Hicimos 16 horas de vuelo con una escala en Canadá”.
-¿Quién te enseñó a tocar la guitarra?
“Mi padrastro me enseñó los primero tonos, él sabía muy poco pero a mí me gustó mucho, me dediqué y hasta lo exploté; anduve de cancionero en las cantinas cantándole a los parroquianos, fui a los aserraderos, iba a tocar con mis compañeros; me dediqué mucho a la música”.
Don Francisco Arroyo Carbajal nos relató anécdotas y habló de personajes importantes que llegaron al zócalo a asearse el calzado; recordó a los gobernadores Berber, Leyva Mancilla, Raymundo Abarca Alarcón y al profesor Caritino Maldonado Pérez. También, en su paso por Chilpancingo, saludó a algunos artistas como Lilia Michel, Rafael Baledón y Abel Salazar.
Las canciones que más le gustaron son, de su creación: “Estás” y de sus poemas, “Siempre, siempre tú”. El popular “Trío Chilpantzin” le grabó dos canciones: “Amojileca” y “Declaración de Amor”. Arroyito grabó sus canciones en cassettes que vendía, exhibiendo la mercancía a un lado de donde aseaba calzado. “He grabado casi todas mis canciones, sólo me restó grabar unas diez o doce que ya no pude; cuando quise hacerlo ya no alcancé, porque mi voz ya estaba muy mal; las grabé, las escuché pero vi que ya no servían y mejor las borré porque la voz se me puso muy vieja”.
-¿Qué mensaje puedes dar a los jóvenes compositores?
“Que procuren escribir algo sobre Chilpancingo y de nuestro estado. Porque a veces he querido escribir alguna cosa; se me viene alguna idea y por no tener un lápiz, al rato que no tengo lápiz y que lo conseguí, esa idea, como la tenía, original, se me escapó. Que siempre traigan un lapicito o un papel y si se les ocurre una idea que a ellos les guste, posiblemente le guste a la gente también. Algunos amigos me han dicho que mis canciones están muy bonitas. Una vez fui a Taxco y me hicieron un estímulo muy bonito en una casa donde me llevaron. Maestro, le dedicamos esta fiesta, aquí es santo de otra persona pero la fiesta es dedicada para usted, un estímulo que no olvido nunca”.
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