ARTICULO
¿Qué esperamos
de Rogelio Ortega?
“La ingobernabilidad persiste cuando los gobernantes no responden a las expectativas populares”. Juan Linz.
Efraín Flores Maldonado*
El derrocamiento del perredista Angel Heladio Aguirre Rivero hizo evidente que no basta tener carisma político y ser hombre de notoria buena fe, para gobernar un Estado. Se necesita que el gobernante asuma sus funciones plenamente y no se deje atrapar por parientes perniciosos, ni por amistades voluntariosas ayunas de experiencia y formación política. En las constantes ausencias de Angel Heladio Aguirre Rivero nos gobernaron, “La Perica”, mejor conocido en el mundo bajo
como Humberto Salgado Gómez; “La Pibil”, Jorge Salgado Leyva, excelente economista pero neófito políticamente. Sigue un personaje caricaturesco, llamado “Brutus”, el de la caricatura de Popeye el marino y Olivia, cuyo alias es Ernesto Aguirre Gutiérrez y siempre, junto a todos ellos, el nefasto y mediocre perfecto, Armando Añorve, mejor conocido como el “Pocho”. Ellos fueron la sombra de estiércol que rodearon siempre al bondadoso Angel Heladio Aguirre Rivero. Ellos opinaban en todo; encumbraban a incondicionales estúpidos y los ubicaban en espacios de suma importancia, que no podían desempeñar, causando grave daño a los intereses del pueblo y grave daño a la imagen pública del gobernador. En estos momentos de extrema angustia y drama por la matanza de Iguala de la Independencia el pueblo espera ver a un gobernante sustituto sencillo, pero eficiente, que logre encontrar a los desaparecidos y construya un gabinete de inteligentes, portadores de competencias conocidas y reconocidas por el pueblo. El gobernador sustituto Salvador Rogelio Ortega Martínez tiene muy poco tiempo para mostrar su eficacia política, superando esta crisis; mas allá de los discursos lo que los guerrerenses esperan son resultados concretos, logros, respuestas, a los históricos y nuevos problemas del Estado; como si fuera un santo la gente espera resultados extraordinarios, acciones visionarias que nos regresen a la normalidad política; el gobernador sustituto debe blindarse en contra de los aduladores, a los que Luis XIV en su libro “Memorias sobre el arte de gobernar” llamo “perniciosos capaces de provocar el derrumbe de un gobernante”. El nuevo gobernador debe caminar a marchas forzadas sin equivocarse, teniendo solo aciertos y evitando cometer errores que de inmediato le restarían popularidad y afectarían su legitimidad. El gobernador sustituto debe considerar la convocatoria a un gran pacto “para la gobernabilidad, la paz social y el desarrollo del estado de Guerrero”, en el que asuma compromisos concretos. Un primer documento podría firmarse con todas las universidades del estado incluidos rectores, docentes y alumnos. Sería operado por Javier Saldaña Almazán que se ha revelado como un rector académico pero también como un visionario social que ha ubicado a la UAG en la piel de los asuntos más importantes del Estado; un documento mas con las organizaciones obreras del estado; otro con las representaciones campesinas y finalmente con las organizaciones no gubernamentales. En síntesis, a Salvador Rogelio Ortega Martínez no hay que atacarlo; necesita y merece el apoyo y la colaboración de todos los guerrerenses, para que sus funciones sean exitosas, de respuestas oportunas, generando el retorno a la paz social. Con este blindaje el gobernador sustituto y su gabinete serán fuente de certezas y de esperanzas que cotidianamente irán haciéndose realidad. Es todo. Doctorante en ciencia política.
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