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COSMOS
Héctor Contreras Organista

“Nachito” y el viacrucis de su viuda
“Nachito”, así le llamó toda la gente en el ámbito deportivo y siempre se tuvo la mejor opinión de él, porque fue un muchacho dinámico, entusiasta, entrón para ayudar a los demás; fue de las personas de las que hace años se decía: “Se cortan el dedo para curar una uña”, es decir: se contó siempre con él, con su comprensión y apoyo y jamás tuvo aires de grandeza, pese a lo mucho que hizo por la comunidad. Él veía de dónde o cómo obtenía tal cosa, pero siempre cumplió su cometido, el que él mismo se impuso en su paso por este mundo, particularmente en el deporte: ayudar. Así fue el profesor Ignacio Vargas Giles, el popular y siempre muy querido “Nachito”.

Gran amigo de los deportistas, muy relacionado con las autoridades municipales y políticos de todos los niveles. Nachito aprovechó esas conexiones de amistad para nutrir su pasión: apoyar al deporte.  Siempre lo hizo por Chilpancingo y jamás pidió nada a cambio. Es entonces cuando uno se pregunta: ¿Pues, de qué viven los generosos como Nachito? Dicen que quien da, jamás tendrá las manos vacías.
Y lo que siempre sucede en las ingratas sorpresas que da la vida, cuando uno ve correr los días y trata de aprovecharlos, haciendo con esmero lo que a cada quien corresponde, cada quien su trabajo. Y de pronto, Nachito enfermó y al poco tiempo murió. Eso sucedió en enero de 2010.
Hace unos días, en el centro de Chilpancingo –perdón por hablar en primera persona- saludé a la esposa de Nachito, es decir a su viuda, a la señora María Guadalupe González Rodríguez, cuyo domicilio se localiza en la Unidad Magisterial Lucio Cabañas 13 Lote 7. Antes de hablarme de las penas que está pasando, lloró desconsoladamente. Obviamente es una persona mayor, madre de una hija de Nachito y ella  enferma de muchas dolencias, la han intervenido quirúrgicamente y al parecer va por más, y en resumen, su vida es un calvario.
Para aumentar el dolor de su viacrucis, el presidente de la colonia vecina a donde ella vive, le dijo que iban a arreglar la calle. Llevaron un trascabo, sacaron toneladas de tierra y la recargaron sobre una barda posterior de la casa de doña María Guadalupe quien rogó al presidente de la colonia que no le echara tal volumen de tierra en su barda, pero esa persona le dijo que no iba a pasar nada. Llegó el ciclón del año pasado y con la fuerza y el peso del agua sumado al de la tierra, la barda cayó encima de su casa y penetró tal cantidad de agua en su vivienda por todos lados, al grado de perder parte de sus modestísimos muebles pero lo peor es que estuvo en riesgo de perder su vida y la de su hija y el riesgo no ha pasado. Lo que si ya pasó es un año de la calamidad.
Tuvo que pedir ayuda a familiares y amigos para que sacaran la tierra de su vivienda y quedó amontonada en la calle. Ha buscado al irresponsable presidente de la colonia, pero en un año no lo volvió a ver, ha acudido a las autoridades municipales, a Protección Civil y en vez de apoyo en esa dependencia ha recibido insultos a granel de parte de los señores funcionarios, desde el más encumbrado gañán hasta el más modesto lamesuelas. “Son unas bestias”, dice la señora.
Habiendo sido el profesor Ignacio Vargas Giles “Nachito” gran amigo de los periodistas, la señora pide, ruega, implora a los señores periodistas amigos o conocidos de su marido fallecido que le echemos la mano, que acudamos al señor presidente municipal para solicitarle le construya la barda que le tumbó la imprudencia del presidente de la colonia vecina y las lluvias que trajo el inclemente ciclón del año pasado a Guerrero.
Ya comenzó a llover y su casa se convierte en alberca. Hace falta impermeabilizante en el techo para que deje de ser coladera. Pero lo que más agradecería la viuda es que el alcalde visite su vivienda y se percate de lo que son capaces de hacer sus funcionarios y el presidente de la colonia en contra de una viuda enferma e imposibilitada de salir de adelante por sí misma.
Conociendo la nobleza y el cariño que de don Mario Moreno Arcos tiene para sus conciudadanos, tenemos la certeza, la seguridad de que las lágrimas de doña María Guadalupe González Rodríguez pronto serán enjugadas y el problema que ha soportado un año, con Mario Moreno Arcos, pronto dejará de serlo.

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